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El becariado. El nuevo proletariado de servicios del siglo XXI

Diego Aitor San José

Valencia —

“España podría convertirse en epicentro de la Transformación Global. Aunque el precariado se venía configurando desde hace décadas, su crecimiento se aceleró cuando el crash financiero de 2008 hundió al país en una sima oscura de austeridad”. Así abre Guy Standing el prólogo para la edición española de su obra El precariado. Precisamente, el derrumbe del sistema financiero y la consiguiente crisis económica mundial dejó en evidencia que el gran problema español era la creación de empleo y que además este fuera de calidad.

Si en 2007 la tasa de paro en España (8’42%) se situaba por debajo de la alemana (9’4%), la francesa (8’9%) o la portuguesa (9’2%), dos años después, en 2009, España con un 17’2% de paro no sólo superaba a la griega (8’7%) y a la portuguesa (9’3%), sino que, en los casos de Francia, con un 8’7%, y Alemania con un 7’5%, incluso las doblaba. En este sentido, el desempleo en España aumenta de forma desproporcionada respecto al PIB y a sus vecinos europeos. Sólo hay que ver que en 2013, año de ‘esplendor’ del desempleo, España tenía un 26’14% de tasa de paro, sólo superado por Grecia (27’2%), 9 puntos más que Portugal (17’6%), 15 más que Italia, 16 más que Francia y un 160% más que la media de la UE de los 27 (10’8%).

Junto al paro y los fallos en el mercado laboral, España sufrió otros problemas como la comentada quiebra de su sistema financiero, la falta de un tejido productivo potente, la dependencia de la construcción y el turismo y por supuesto, una importante deuda, tanto pública como de las familias. Ya venían de atrás, pero las políticas neoliberales de recortes y privatizaciones se hicieron más intensas una vez la crisis se había vuelto una realidad cruda y visible. Las medidas de corte conservador como el tijeretazo de mayo de 2010 de Zapatero y todas aquellas que llegarían con Rajoy en la Moncloa a partir de noviembre de 2011.

Estas medidas llevaron a un descenso de los ingresos medios por hogar, a la precarización del empleo y a un aumento de las desigualdades y la exclusión social. Así lo muestra un informe de Oxfam Intermon Una economía al servicio del 1% publicado en enero de este año en el que muestra que la pobreza y la exclusión en España ha crecido “de manera alarmante” en los últimos años, con 13,4 millones de personas en riesgo de exclusión en el año 2014 (el 29,2 % de la población española). A esto se le añade que España es el segundo país de la UE en el que más ha aumentado la distancia entre rentas altas y bajas, sólo por detrás de Estonia, y desde 2007 a 2014 el salario medio español se desplomó un 22,2 %. Respecto a la precarización del empleo, la EPA de marzo dejaba datos como que sólo el 47% de los trabajadores forman parte del núcleo de estabilidad de empleo con un trabajo de más de cinco años. El 53% restante tiene diferentes relaciones con el mercado laboral. El 10% se encuentra en un proceso de estabilización; el 13’5% está en empleos poco estables; el 11’2% fluctúa entre el empleo y el paro; el 4’4% está ‘estabilizándose’ en el desempleo mientras que el 13% restante está en una situación de desempleo de larga duración. Así, a finales del año pasado, un 55% de los desempleados no disponía de ningún tipo de cobertura por paro; y del 45% restante menos de un tercio (el 17% de todos los parados) recibía la prestación contributiva, y dos de cada tres un subsidio con un importe medio de 463 euros al mes, es decir, el 71% del salario mínimo.

Tal y como explica el estudio de 2014 de la Fundación Foessa centrado en la población joven: Jóvenes, desigualdades y exclusión social de 2014 de la Fundación Foessa, “las personas jóvenes han mostrado tradicionalmente mayores dificultades laborales que otros grupos de edad”. En este se muestra a partir del Eurobarómetro de 2014 que hasta el 84% de los jóvenes españoles entre 16 y 30 años tiene un sentimiento de marginación y exclusión de la vida social y económica del país por la crisis, el índice más alto de Europa sólo superado por Grecia y 27 puntos por encima de la media europea. Que los jóvenes han sido uno de los grandes afectados por la crisis también lo demuestra el último estudio de la Fundación Foessa junto a Cáritas y la Universidad CEU Cardenal Herrera Análisis y perspectivas Comunitat Valenciana 2016 en el que se centraba en el territorio valenciano y señalaba que la renta de la población joven ha caído un 30% desde 2007 mientras que la renta media situaba su descenso en el 18%. El desempleo juvenil en España ha sido uno de los datos más alarmantes, nuestro país ha tenido el dudoso honor de encabezar el ranking del paro juvenil junto a Grecia en Europa en los últimos años. Actualmente, la tasa de paro juvenil se sitúa en el 46%, más del doble que la media de los 28 Estados miembros de la Unión Europea, que alcanza el 19’2% aunque lejos del récord que estableció en el primer trimestre de 2013 con un 56’91%.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT), en su informe de Tendencias mundiales del empleo juvenil 2015 (OIT): Promover la inversión en empleos decentes para los jóvenes señala que durante el periodo donde se impulsaron las medidas de austeridad en los países periféricos del sur de Europa (Portugal, Italia, Grecia y España) aumentó el porcentaje de trabajo temporal y trabajo a tiempo parcial involuntarios entre los jóvenes, así como el riesgo de caer en la pobreza y en la exclusión social. En concreto, entre 2010 y 2014, en España aumentó en 10’7 puntos porcentuales la tasa de trabajo temporal joven, 10’3 puntos la tasa de trabajo a tiempo parcial involuntario juvenil y creció 9 puntos el porcentaje de personas jóvenes en riesgo de caer en la pobreza o en la exclusión social.

Es en todo este sistema en el que se encuentra el ‘becariado’. El ‘becariado’ es el término con el que intento denominar a un grupo social, que no se configuró con el periodo de crisis económica pero sí que multiplicó a sus integrantes y agudizó algunos de los problemas que sufre. La palabra ‘becariado’ es un neologismo creado a partir de las palabras beca y precariado, en el que también converge la idea de ‘becario’ como el ejemplo exponencial del concepto. Es decir, el ‘becariado’ es aquella parte de la juventud que pese haber estudiado, pese a ser la que dicen mejor formada de la historia y haber crecido en un periodo de abundancia mayor que las generaciones anteriores, encuentra un presente y un futuro lleno de inseguridad. Podríamos considerar al becariado una ‘subclase’ en la que convergen, por una parte, la cuestión de la edad, en una franja difusa entre los 20 y 30, aunque puede ampliarse en determinados casos. Por otro lado, encontramos la cuestión económica, donde adquiere una gran transversalidad ya que sus integrantes tienen un origen en torno a los recursos económicos muy diferentes pero que se caracteriza por la necesidad de becas y subvenciones del Estado para su desarrollo, haciendo que este actúe de malla protectora que cuando falta provoca situaciones de grandes dificultades. Sin embargo, dentro del propio ‘becariado’, la amplia franja de ingresos que encarna hace que haya importantes diferencias entre sus miembros teniendo muchos más problemas aquellos que tienen menos recursos económicos.

Pero sin duda, el elemento común que une a todas en este subgrupo son las situaciones que viven y sobre todo, la situación en la que se encuentran respecto al mercado laboral. El becariado convive en un limbo entre el precariado, del que realmente forman parte por el tipo de empleo que realizan, y la posibilidad de ascender ya que tienen las herramientas necesarias para poder escapar del precariado. De hecho, el problema de un becariado es que ha seguido todas las instrucciones que el sistema le ha ido indicando y ha sido el propio sistema el que le ha impedido entrar en el mercado laboral con unas condiciones dignas que le fueron prometidas. Por poner un ejemplo gráfico, el becariado es alguien que ha subido a un piso y se encuentra ante él una oficina, un puesto de trabajo de calidad junto con otros trabajadores igual de formados y con unas condiciones más que interesantes. Sin embargo, en el momento en que quiere entrar en la oficina hay una pared de cristal. En su lado, aunque el trabajo es similar y están en un mismo piso, las condiciones son peores que tras el cristal. Desde dentro le dicen que más adelante hay una entrada a la oficina, y mientras el becariado busca la puerta que le permita el paso continúa con los trabajos temporales, a tiempo parcial, subvenciones, empleos para los que está sobrecualificado o en los que cobra menos de lo que debería. Por el camino hay quienes se van quedando, quienes renuncian al puesto por el que han subido varios pisos. Hay quienes consiguen entrar tras pasar por el pasillo, mientras que hay otros que cuando llegan a la puerta se la encuentran cerrada, se encuentran otro camino a otra oficina o una escalera que, en vez de subir, baja.

Precisamente la reducción del Estado del Bienestar y sus prestaciones junto a que los estudios universitarios están más normalizados que para generaciones anteriores es lo que ha propiciado que este grupo social se haga cada vez más importante, más numeroso y se encuentre en situaciones de mayor riesgo. Este hecho se da principalmente en el sector servicios. En el ámbito del periodismo las prácticas gratuitas o los contratos a tiempo parcial son un habitual, pero se trata de un sector arrasado que puede no servir de ejemplo, por ello nos centraremos en el servicio sanitario con los contratos de una profesión con más caché histórico y relevancia social: los médicos. Según el informe de “Situación laboral de los médicos en España”, de todos los médicos que trabajan en España en 2015 el 18’5% lo hacían con contratos con una duración menor a los 6 meses, algunos (un 2%) contratos de días de duración. Este número de médicos con contratos inferiores a los 6 meses se amplía hasta el 40% si contamos a los médicos que no tienen plaza en propiedad. Asimismo, el promedio de contratos firmados en el último año por los médicos que no cuentan con una plaza en propiedad es del 5’73 contratos al año mientras que los que se encuentran en desempleo han firmado un promedio de 7’64 contratos en los últimos 12 meses, siendo los jóvenes (menores de 40) los que más contratos firman al año de media con 5’88 contratos/año, es decir, es a los que más les afecta la temporalidad.

Este es sólo un ejemplo de una profesión para la que se requiere una carrera de 6 años más la especialidad y que muestra un grado de temporalidad muy alto teniendo en cuenta la cantidad de plazas fijas que ofrece el sistema sanitario público. La temporalidad laboral con contratos de corta duración o los empleos a tiempo parcial con una jornada menor a la deseada son dos ejemplos de las situaciones o de las caras que se encuentran en el becariado. Otro de los perfiles que forma parte del becariado es el de aquellos jóvenes que decidieron marcharse fuera de España en busca de un trabajo que no podían conseguir en su país. Los datos son difusos y bailan según interpretaciones. Según datos oficiales, más de 225.000 españoles decidieron hacer las maletas y buscar fortuna, principalmente, en otros países de Europa entre 2008-2012. Sin embargo, hay quienes sostienen que el número podría ser mucho mayor, como por ejemplo Amparo González Ferrer, socióloga y especialista en demografía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), quien, en un artículo en diciembre de 2015 en EL MUNDO, consideró que no sería disparatado “afirmar que durante los años de la crisis (2008-2012) se habrían marchado alrededor 700.000 personas”. El siguiente de los rostros del becariado es la sobrecualificación, es decir, estar empleado en un trabajo para el que se requiere una cualificación inferior a la que ostenta el trabajador. Tal y como denuncia el informe No es país para jóvenes del profesor Antonio Villar, el porcentaje de trabajadores con estudios superiores que desempeñan empleos no cualificados en España se mueve en torno al 35%, mientras que en Europa es del 20%. Este porcentaje aumenta en los jóvenes donde el 55 por ciento de los asalariados de menos de 30 años y que no cursan estudios tiene un trabajo que requiere una cualificación inferior a la que posee el joven en cuestión. También forman parte del becariado aquellas personas que se quedaron sin poder estudiar por motivos económicos, bien por la subida de tasas o bien porque se les denegó la beca con la que podían estudiar ya que, en la raíz so sin duda víctimas del mismo problema.

Pero sin duda el culmen del becariado es el becario, aquella estudiante que bien en sus últimos años de formación o bien una vez terminada la carrera decide hacer prácticas en una empresa gracias a la colaboración con la universidad o con contratos especiales de formación. Esto supone la ‘cúspide’ del becariado, no en cuanto a que sean los más importantes, sino que supone la concentración de todos los elementos: formación, necesidad de ayudas o contratos especiales, trabajos temporales e inestables y salarios bajos. Según el estudio The experience of traineeships in the EU –publicado por la Comisión Europea-, en España, el 67% de los graduados ha hecho prácticas una vez terminados sus estudios siendo el segundo país que mayor porcentaje tiene después de Eslovenia. De los que han hecho además el 38% ha realizado más de un periodo de prácticas. Cabe destacar que el 58% no recibió ningún tipo de compensación económica y de los que la recibieron, sólo al 30% le cubrían los gastos mínimos, el peor dato de Europa. Resulta curioso que la mayoría no recibiera compensación económica cuando el 72% aseguró que exceptuando el salario, tenía las mismas condiciones de trabajo que sus compañeros. Tras las prácticas, sólo al 33% le ofrecieron un contrato de trabajo mientras que al 22% les renovaron el contrato de becario. La figura del becario ya existía, pero se ha visto acrecentada por la crisis como denunciaron desde Oficina Precaria en la que señalaron que el número de becarios que trabajan bajo un convenio entre universidad y empresa ha pasado de 20.000 en 2013 a 70.000 en 2015, lo que supone un 350% más, según los datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. Sin embargo, esa cantidad excluye a aquellos con una beca no remunerada y que, por tanto, no cotizan a la Seguridad Social y que podría alcanzar a 180.000 estudiantes en total.

Como hemos observado, en primer lugar, hay que señalar que el ‘becariado’ no sólo incluye a aquellos que realizan prácticas o están de becarios en alguna empresa con jornadas largas y remuneraciones bajas, si es que hay. En muchas ocasiones, cuando se es becario, coincides con otros becarios y se crea una especie de comunidad en la que se comparten sentimientos y vivencias pero no por ello hay que hacer exclusivo de las personas en prácticas sino que en esta ‘subclase’ se encuentran otros perfiles que coinciden en lo básico: están formados, tienen trabajos inestables que no corresponden con la seguridad que supone su formación y tienen dificultades económicas o por lo menos, necesitan la ayuda de un suelo sobre el que intentar ponerse en pie, bien sea el Estado o bien sus progenitores. Otra de las conclusiones que nos deja el becariado es que los jóvenes, en vez de revolverse contra un mercado laboral que les dificulta la entrada, se vuelven conformistas y agradecen estar trabajando por poco dinero e incluso estar haciendo prácticas una vez acabada la carrera de forma casi altruista porque así no “perdemos el tiempo” y “por lo menos hacemos algo”, siendo motivo de gran celebración si pagan algo a final de mes. Todo esto hace que, además, nuestra generación pase a convertirse en una de las que tenga una juventud más larga, y no en el sentido de ser jóvenes físicamente sino en cuanto a la adquisición de responsabilidades. El ejemplo más claro es el aumento en la edad de emancipación de los jóvenes españoles. Actualmente, la media de emancipación está en los 29 años según el Eurostat, aunque a esto hay que añadirle que, según el Observatorio Joven de Emancipación, el 84% de los jóvenes emancipados comparte piso con dos personas o más. Al final, el becariado es la realidad de una generación que tiene todo para llevar sobre sus espaldas el futuro, pero de momento, lo tiene que observar tras el cristal esperando una oportunidad para demostrar poder entrar en el mundo adulto.

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