Joan Romero y Andrés Boix coordinan un foro en el que especialistas en diversos campos aportarán opiniones sosegadas y plurales sobre temas de fondo para una opinión pública bien informada
Parecidas pero no iguales: tres dudas y diez spoilers sobre el 26J
La nueva España que parecía alumbrarse semanas antes de las elecciones generales de diciembre de 2015 no termina de nacer. La ola de entusiasmo y esperanza de cambio que precedió las anteriores elecciones se ha transformado rápidamente en una sensación de dejàvu, desconcierto o frustración sobre nuestro futuro colectivo. Si nada lo evita, todo parece indicar que vamos a unas nuevas elecciones generales el próximo 26 de junio. Los sospechosos habituales de todo esto son los partidos políticos por su descarado tacticismo y su incapacidad de llegar a acuerdos de gobierno. Además, bien sea por los casos de corrupción que han aflorado estas últimas semanas y/o por los inevitables juegos de poder en su interior, el poco crédito colectivo que tenían parece estar de nuevo en sus mínimos. Si antes de las elecciones pareció esbozarse una diferenciación entre nuevos y viejos partidos,ahora esta distinción parece perder algo de relevancia. Más allá de los porcentajes de voto que consigan el 26J, todo esto debería ser motivo de preocupación general de nuestras elites políticas: no sea que las luchas por controlar el timón del barco (partidista) terminen desvelando que éste no va a la deriva sino que está hundiéndose en unmar embravecido por la desafección.
Para aquellos que no hayan saltado por la ventana al final del párrafo anterior, me parece oportuno reflexionar sobre algunos aspectos de estas elecciones, que tienen muchos rasgos de continuidad con las del pasado 20D, pero no tantos como aparentan. Señalaré primero algunos de los principales interrogantes para luego centrarme en aquello que ya podemos dar por descontado.
Dudas
1. El reparto de la culpa es el tema que ahora mismo parece obsesionar a los spin doctors que dirigen la comunicación de los partidos. ¿A quién considerarán culpables de la repetición electoral los ciudadanos? Aunque lo que interesa a los partidos es el reparto desigual de la misma entre cada uno de ellos, para muchos ciudadanos la respuesta obvia es la culpa colectiva y, quizás por ello, la abstención.
Más allá de las supuestas obviedades y del manido recurso al tacticismo de los partidos, la respuesta a este problema es más complicada de lo que parece. Lapuente ya ha apuntado, por ejemplo, que el problema de fondo está en las pautas de continuidad de una cultura política que ha favorecido la bipolarización, pero no el acuerdo. El problema de los análisis culturalistas es que difícilmente pueden dar cuenta del cambio en el sistema de partidos que, en el fondo,precede y explica las dificultades actuales para el pacto. Por eso yo sugeriría que las razones de fondo hay que buscarlas en la interacción entre la actuación de los partidos y los cambios (no la continuidad) en la cultura política. En este sentido, me parece relevante traer una vez más a colación el dilema ya expresado por Peter Mair entre responsabilidad y responsividad al que la crisis económica ha sometido a los partidos del sur de Europa. Es el cambio producido estos años en la cultura política de los ciudadanos y las crecientes exigencias hacia partidos más atentos (más responsivos) a las necesidades de los ciudadanos lo que parece haber dejado en un segundo plano el necesario sentido de Estado o la adopción de medidas responsables (i.e. control del déficit) pero impopulares. Pedimos partidos que nos representasen mejor… pero ahora estos no parecen saber cómo conjugar su mandato con la adopción de medidas o acuerdos que necesariamente suponen renuncias a cuestiones de principio.
2. La segunda pregunta de fondo es, obviamente, qué partidos sabrán encontrar una salida satisfactoria a este dilema y, por lo tanto, formar gobierno. Los partidos esperan que las pequeñas variaciones en los apoyos electorales entre el 20D y el 26J den una solución más clara o automática a este problema. Es posible que así sea pero mi impresión, quizás fatalista, es que volveremos a estar muy cerca de la casilla de salida y que la decisión sobre el color político del gobierno va a corresponder casi exclusivamente a las direcciones de los partidos políticos o a sus miembros, pero no a los votantes. En este caso, aquellos que primero sepan, puedan o les dejen salir de este laberinto entre responsividad y responsabilidad se llevarán el gato al agua.
3. La tercera gran pregunta incumbe a la parte sustantiva de los acuerdos que se puedan producir. Está claro que esto dependerá de qué partidos lleguen a formar estos pactos. Sin embargo, el dilema entorno a las políticas públicas no va a cambiar fundamentalmente respecto a los resultados del 20D. La disyuntiva va a seguir siendo, como ya señaló Joan Romero, entre algo parecido a las políticas promovidas por la vía valenciana pero sin reforma constitucional, la ortodoxia de un gran acuerdoPP-PSOE con el apoyo más o menos instrumental de Ciudadanos o, finalmente, un nuevo bloqueo institucional. Ahora que esto está cada vez más claro harán bien los ciudadanos en pedir a los partidos que se definan sobre esto en la campaña.
Certezas
En política hablar de certezas puede parecer un tanto presuntuoso. Sin embargo, si nos olvidamos de los aspectos más vinculados al corto plazo, que sin duda son morbosos pero menos relevantes de lo que puede parecer, sí es posible hacer un primer recuento de aquello que ya podemos dar por sabido.
1. Sabemos, por ejemplo, que en seis meses no cabe esperar grandes cambios en las orientaciones ideológicas ni de los españoles ni de los partidos respecto a su ubicación en el eje izquierda-derecha. Otra cosa es lo que puede suceder en la naciente dimensión de competición que dividía a nuevos y viejos partidos. Aunque esta distinción seguirá estructurando la competencia electoral, su relevancia será seguramente menor de lo que lo fue en el 20D. De todos modos, el protagonismo renovado del eje izquierda-derecha no debe hacernos olvidar que los espacios electorales van a seguir segmentados por ambos ejes de competición (Gráfico 1). Obviamente, en la periferia deberá añadirse, además, la distinción centro periferia que todavía complicará más las cosas.
2. La permanencia de estos ejes de competición electoral ayuda a entender porqué va seguir vigente la fragmentación del sistema de partidos. Como ya señaló Jaime Miquel, el peso demográfico diferenciado de los diferentes espacios electorales (más poblados en el centro que en los extremos y en el área de los viejos partidos un poco más que en los nuevos),junto a los efectos del sistema electoral, nos da pistas del desigual balance electoral en votos y escaños de unos y otros. El cambio más importante entre el 20D y el 26J tiene que ver con la “institucionalización” de los nuevos partidos políticos (puntos azules y negros del Gráfico 1) y, por tanto, con la recomposición de los espacios de competencia.
3. Los cambios de ubicación de los distintos actores así como la formación de alianzas están obligando a recomponer los espacios de competencia. Dos hitos destacan en este apartado: Por un lado, la más que probable alianza electoral de Podemos con IU; por el otro, los acuerdos entre el PSOE y Ciudadanos. La recomposición de la oferta debería tener consecuencias importantes en las estrategias de campaña. En este sentido, cabría esperar (Gráfico 1): a) Cierta disputa entre Podemos y Ciudadanos por los electores indecisos entre los votantes de la nueva política. Algo de esto ya hemos visto las pasadas semanas en las Cortes Generales; b) Una confrontación bastante agria entre Podemos y el PSOE por una importante bolsa de indecisos en el centro izquierda que decantará quien lidere el espacio de la izquierda después de las elecciones; c) Una batalla también muy dura entre el PP y Ciudadanos a cuenta de la corrupción, los vetos a Rajoy y el pacto con los socialistas por la otra bolsa de votantes indecisos en el centro derecha; d) Un pacto de no agresión entre el PSOE y Ciudadanos; e) Finalmente, una ya rebajada disputa entre PP y PSOE por el espacio político de la vieja política, que ahora ya no tendrá la relevancia que tenía antes del 20D.
4. Uno de los principales perdedores del 26J ya tiene nombre: la democracia dentro de los partidos. Las dificultades para cerrar nuevas alianzas electorales o la aparente continuidad de las listas van a ser dos de las excusas preferidas para evitar las primarias allí donde haya que convocarlas. Sin embargo, no habría que descartar que, en vez de primarias, se instauren consultas en bloque para refrendar las componendas de las respectivas direcciones. Allí donde esto ocurra, los grandes perdedores no serán los afiliados de base sino los barones y otras estructuras intermedias de los partidos. Los ajustes de cuentas internos vendrán, obviamente, después de las elecciones.
5. En términos de resultados electorales, si nos olvidamos de los porcentajes específicos de voto para cada partido, sí hay algunas cosas que parecen más que probable que vuelvan a suceder. En primer lugar, es muy probable que el PP obtenga más de 117 escaños en el Congreso. Esta cifra es muy relevante porque, de facto, supone la capacidad para bloquear cualquier reforma constitucional que no cuente con su apoyo. Del mismo modo, también cabe esperar que el PP cuente con una mayoría amplia en el Senado que, incluso perdiendo la capacidad de veto en el Congreso, pondría muy difícil aprobar toda reforma que le excluya. En la práctica esto significa que no habrá reforma constitucional sin un acuerdo muy amplio entre partidos, lo que en sí mismo es bueno pero, lógicamente, limita sustancialmente los temas en los que los partidos van a poderse poner de acuerdo.
6. Siguiendo con los resultados, lo más probable es que la suma de votos o de escaños de PP y PSOE difícilmente vaya a superar el 65% del total (en 2011 fue del 84%). Si alguien sueña que la repetición electoral nos devuelva al bipartidismo lo tiene complicado. El cambio en el sistema de partidos es ya un hecho con el que vamos a tener que convivir durante años. De un sistema con dos grandes partidos y otros actores menores (sobre todo los PANE), vamos a pasar a otro con cuatro grandes partidos más otros actores menores. Esto implica, de hecho, el fin de la política de adversarios (y las mayorías absolutas) el regreso de la política de pactos (y, seguramente, de coaliciones de gobierno). Es curioso notar que a quien más le está costando realizar este ajuste mental sea a nuestras élites partidistas.
7. Una de las principales derivadas de los resultados electorales tienen que ver con Cataluña. Una de las posibles salidas a la política de outbidding de los partidos catalanes pasaba por forzar un cambio constitucional en España. Las dificultades para encarar una reforma constitucional probablemente enquiste todavía más el problema porque no podrá darle una respuesta a corto o medio plazo. Habrá que ver cuál será la reacción del movimiento soberanista ante esta renovada sensación de bloqueo.
8. También van a sentirse defraudados aquellos que confían que el 26J traerá importantes cambios en el modelo territorial o será el inicio de un nuevo proceso constituyente. La necesidad de contar con el PP para toda reforma constitucional de calado hace presagiar que, si hay reforma, esta será puramente incremental. Sí, las provincias y Diputaciones parece que van a quedarse.
9. La dicotomía entre la continuidad de Pedro Sánchez y de Mariano Rajoy seguirá en pie después del 26J. Aquel de los dos que no consiga estar en el gobierno (aunque no lo presida) deberá renunciar a su liderazgo en el partido y será tomado como el gran perdedor de los comicios.
10. Para finalizar, el proceso de reconfiguración de los partidos a la izquierda del PSOE va a continuar. Esta metamorfosis es una de las noticias más importantes de los últimos años en España. Podemos será el núcleo que articule este proyecto, pero están muy equivocados los que piensan que este va seguir la ruta señalada por la Asamblea de Vista Alegre. Esta nueva izquierda solo va a poder consolidarse sobre la base de complejas alianzas multi-nivel. Si como ha mostrado con las mareas y los comunes, Podemos es capaz de articular esta transformación respetando sus diferencias y pluralidad de identidades, lo que hay que esperar es que otros partidos de la izquierda regional se sumen al proyecto y, por tanto, continúe creciendo en apoyos.
*Oscar Barberà es profesor de Ciencia Política y de la Administración Pública en la Universitat de València.
Doctor en Ciencia Política por la Universitat Autònoma de Barcelona ha impartido docencia y realizado investigación en Barcelona, Londres, Edimburgo, Florencia y Lovaina. Su campo de especialización son los actores políticos.
La nueva España que parecía alumbrarse semanas antes de las elecciones generales de diciembre de 2015 no termina de nacer. La ola de entusiasmo y esperanza de cambio que precedió las anteriores elecciones se ha transformado rápidamente en una sensación de dejàvu, desconcierto o frustración sobre nuestro futuro colectivo. Si nada lo evita, todo parece indicar que vamos a unas nuevas elecciones generales el próximo 26 de junio. Los sospechosos habituales de todo esto son los partidos políticos por su descarado tacticismo y su incapacidad de llegar a acuerdos de gobierno. Además, bien sea por los casos de corrupción que han aflorado estas últimas semanas y/o por los inevitables juegos de poder en su interior, el poco crédito colectivo que tenían parece estar de nuevo en sus mínimos. Si antes de las elecciones pareció esbozarse una diferenciación entre nuevos y viejos partidos,ahora esta distinción parece perder algo de relevancia. Más allá de los porcentajes de voto que consigan el 26J, todo esto debería ser motivo de preocupación general de nuestras elites políticas: no sea que las luchas por controlar el timón del barco (partidista) terminen desvelando que éste no va a la deriva sino que está hundiéndose en unmar embravecido por la desafección.
Para aquellos que no hayan saltado por la ventana al final del párrafo anterior, me parece oportuno reflexionar sobre algunos aspectos de estas elecciones, que tienen muchos rasgos de continuidad con las del pasado 20D, pero no tantos como aparentan. Señalaré primero algunos de los principales interrogantes para luego centrarme en aquello que ya podemos dar por descontado.