Los disgustos para el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, en relación con el Valencia Club de Fútbol, pueden no haber acabado. Después de que la oferta de compra del club preferida por el PP no triunfara (el fondo del hijo de José María Aznar fracasó), toda la operación para reflotar la institución pende de un hilo: la negociación entre Bankia, principal acreedor del club, y Peter Lim, el magnate que se quedará el equipo si consigue una quita de la deuda.
La cuestión, más allá del futuro de la principal entidad deportiva de la Comunitat Valenciana, es clave para la Generalitat. La venta a Lim liberaba a la administración autonómica del aval con el que se compró la mayoría de acciones del club a través de su Fundación. En total, hay 94 millones de euros en juego. Si la venta no se concreta, sería muy difícil que el contribuyente no perdiera esa cantidad en una sociedad anónima como el Valencia.
¿Concurso de acreedores?
Según Las Provincias, el Valencia pedirá el concurso de acreedores en caso de que la negociación de Bankia y Lim se rompa ante la imposibilidad de pagar el crédito de 230 millones que se adeuda al banco, que vence en seis días. Eso implicaría que la venta del club sería imposible –ningún comprador arriesgaría cientos de millones en una empresa bajo intervención judicial- y que, por tanto, la venta de las acciones de la Fundación, que también podría suspender pagos, sería una quimera.
En círculos políticos se espera que la negociación Bankia-Lim prospere y se atribuye el rumor de la suspensión de pagos del Valencia a un intento de Salvo, que continuaría en su cargo con el magnate, de presionar al banco. El problema es que Lim quiere liquidar los 230 millones que el club debe a la entidad nacionalizada pagando sólo 105, una quita del 55%. Como se planteó Alfonso Rus, despechado por su fracaso para presidir el club, “¿Es lícito que un banco rescatado con dinero público haga una quita a un millonario mientras hay desahucios?”. Especialmente, cuando, según sus impulsores, hay ofertas mejores.
La Generalitat ya ha enterrado 350 millones en los clubs de fútbol valencianos. La obsesión de Fabra es no gastar ni un duro más pero, ahora mismo, nadie sabe si el quebranto provocado por el aval al Valencia se disipará o será aún mucho mayor.