La portada de mañana
Acceder
Puigdemont estira la cuerda pero no rompe con Sánchez
El impacto del cambio de régimen en Siria respaldado por EEUU, Israel y Turquía
OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Bauman

Desapareció prematuramente Ulrich Beck hace apenas un año y ahora nos deja Zygmunt Bauman. Era un anciano lúcido y venerable. Bauman y Beck han sido dos poderosos creadores de categorías sociales que nos ayudan a comprender el significado pleno, cruel y contradictorio de la globalización, el riesgo, la pérdida de referentes sólidos, las desigualdades. Ambos suscitaron como pocos el debate acerca de la deriva de este mundo nuestro.Hoy se confirma su teoría: la modernidad líquida nos hace perder los referentes más sólidos. La obsolescencia programada no solo afecta a los artefactos: es una parte esencial de nuestro universo humano que destruye también las ideas, las personas y los principios. Dicen que es cosa genética, que todo lo vivo está programado para envejecer y morir. Algo natural. Pero la muerte de la inteligencia es repugnante.

Con Bauman muere la sabiduría del siglo XX, arrastrada por la vejez, mientras alrededor nace, crece y se reproduce aceleradamente la compulsión consumista irreflexiva y ignorancia sin perspectivas de conocimiento. Y la vieja idea de construir una sociedad solidaria transita sin rumbo desde el ágora al mercado. Los referentes sólidos, los modelos cooperativos para construir sociedades solidarias pertenecen a las utopías del pasado. Algunos las han convertido incluso en pesadillas. La modernidad líquida es, al fin y al cabo, una devastadora guerra de todos contra todos. Un rumbo kamikaze hacia el abismo desde las ruinas del estado social. Pero Bauman sabía –y lo dijo- que ni la libertad ni la felicidad pueden defenderse con muros que aíslan a las comunidades ricas y felices del resto del mundo. Hoy difícilmente podemos presagiar un futuro optimista, cuando el poder se sacude de encima a la política y la política, la creatividad y el pensamiento carecen de poder, son insignificantes.

Bauman era filósofo, judío y polaco, y vivió en su propia carne las grandes crisis del siglo XX. Y sobrevivió a ellas con lucidez y capacidad crítica. Su muerte es hoy noticia de tercera fila en algún periódico. Apenas ocupa un pequeño hueco entre políticos mediocres, bancos, estafadores, asociaciones de delincuentes, corruptos, violadores, celebrities y víctimas que mueren de espanto y de frío. Bauman lo comprende, porque nos ha explicado bien el mundo en que vivimos. Un paisaje desolador dibujado por cronistas mediocres y serviciales, que apenas nos deja instrumentos de resistencia. Admiremos hoy su inteligencia y rindámosle un humilde homenaje. Gracias, maestro.