Cada año mueren al menos 3 millones de usuarios de Facebook en todo el mundo. Tres millones de perfiles que permanecen abiertos, aunque no activos. Un investigador de la Universidad de Massachusetts, Hachem Saddiki, publicó un estudio en Fusion en el que proyectó el crecimiento del número de cuentas de Facebook en el tiempo, los millones de perfiles actuales y las tasas de defunción y llegó a esta conclusión de que en 2098 la red social tendrá más usuarios muertos que vivos.
¿Puede convertirse Facebook en un cementerio virtual? ¿En un catálogo de fallecidos? A menos que la familia del fallecido solicite que se cierre su perfil, éste permanece abierto, recibiendo notificaciones, publicando comentarios de otros usuarios en la biografía, albergando nuevas fotos... Un episodio nada agradable para muchos familiares que se repite en el resto de redes sociales y, en general, en Internet.
Pero no solo queda ahí. Las personas que nos movemos en este espacio dejamos una “huella digital”, un rastro de todos nuestros movimientos por la red, desde compras e interacciones hasta registros de correo electrónico o suscripciones a otras webs... Un historial en línea que puede ser rastreado y se almacena en las bases de datos.
Cuando una persona, un titular de una cuenta, fallece, el historial no desaparece y los datos siguen a la deriva por Internet, si no se solicita su borrado. Cuestión bastante compleja si se desconocen las claves de la persona fallecida. En Valencia, un cementerio privado ha comenzado a ofrecer a las familias el servicio de borrado de huella digital.
El servicio, explica Leonardo Bruno, gerente del Parque La Paz, se ampara en el derecho al olvido -una adaptación de los derechos de cancelación y oposición en Internet-. Las personas tenemos derecho a ser borradas de la red. La idea surgió cuando hace dos años una mujer planteó al cementerio sus dudas sobre cómo eliminar el perfil de Facebook de su hijo fallecido porque seguían llegando notificaciones -amigos y conocidos que dejaban sus comentarios de pésame- y prefería llevar el duelo de una forma más discreta. Las redes sociales, recuerda Bruno, actúan con mecanismos que apelan a las emociones y pueden ser dolorosos para las personas que han perdido a alguien; poca gente quiere encontrarse una mañana con un post automático en el que recuerde una cita de años atrás con quien ya no se puede acudir a ella. En millones de muros, los cumpleaños se siguen anunciando.
Al margen de las redes sociales y de las publicaciones en prensa, la huella se mantiene en las compras y suscripciones a servicios. Spotify, Amazon, una licencia de un programa informático... son pagos periódicos que, si no se cancela la cuenta, siguen llegando y pueden heredar los familiares. En este caso, explica Bruno, la familia puede elegir si quiere mantener la licencia -como un bien más- o cancelar el pago. Es decir, se puede heredar la cuenta de Spotify de un fallecido o la licencia de Adobe de un fallecido.
Según la Agencia Española de Protección de Datos, el derecho al olvido hace referencia al derecho “a impedir la difusión de información personal a través de Internet cuando su publicación no cumple los requisitos de adecuación y pertinencia previstos en la normativa”. En concreto, incluye el derecho a “limitar la difusión universal e indiscriminada de datos personales en los buscadores generales cuando la información es obsoleta o ya no tiene relevancia ni interés público, aunque la publicación original sea legítima (en el caso de boletines oficiales o informaciones amparadas por las libertades de expresión o de información)”.
Existen varias formas de desaparecer de Internet. Por un lado, acudir a la fuente original en la que se ha publicado el contenido y eliminarlo de raíz y, por otro, desindexar: borrar el contenido -el nombre de la persona, en este caso- de los motores de búsqueda. Así, el derecho al olvido puede ejercitarse sobre los motores de búsqueda y sobre el contenido original. Volviendo a la explicación de la Agencia Española de Protección de Datos, los motores de búsqueda y los editores originales realizan dos tratamientos de datos diferenciados, con legitimaciones diferentes y también con un impacto diferente sobre la privacidad de las personas. La entidad advierte de que “puede suceder que no proceda conceder el derecho frente al editor y sí frente al motor de búsqueda, ya que la difusión universal que realiza el buscador, sumado a la información adicional que facilita sobre el mismo individuo cuando se busca por su nombre, puede tener un impacto desproporcionado sobre su privacidad”.
En este caso, explica el abogado de La Paz, se procede a desindexar, un procedimiento que, si bien ayuda a que no aparezcan resultados con una búsqueda determinada -de nuevo, el nombre de la persona en este caso- “no implica que la página deba ser suprimida de los índices del buscador ni de la fuente original. El enlace que se muestra en el buscador sólo dejará de ser visible cuando la búsqueda se realice a través del nombre de la persona que ejerció su derecho. Las fuentes permanecen inalteradas”.
¿Cuánto puede tardar en borrarse de Internet? “Depende”, explica López. “Tenemos casos que van desde 15 días hasta un año”. Generalmente, a mayor exposición pública, mayor dificultad de borrado. “Los empresarios que han salido mucho en prensa”, son el asunto más complejo. La dificultad responde a que, en el caso de las publicaciones en medios de comunicación, el derecho al olvido choca con el derecho a la libertad de expresión y de información. La notoriedad complica la labor de borrado. En el caso de las comunicaciones oficiales (el BOE, por ejemplo), se procede de la misma forma.
En el tiempo también influyen el país en el que esté alojado el servidor y el tamaño de la corporación que lo gestione. En el caso de los Estados pertenecientes a la Unión Europea, el derecho al olvido está reconocido, al contrario que, por ejemplo, en Estados Unidos. Un pequeño servidor norteamericano no tiene por qué ceder a esta petición. Respecto al tamaño de la empresa, el condicionamiento es burocrático: las grandes empresas tardan más en responder a las solicitudes, explica el abogado. Generalmente, los portales sociales y las empresas acceden rápidamente a borrar el perfil solicitado. Sin embargo, recuerda que para ejercer el derecho al olvido, hay que dirigirse a quien alberga la información. Para Internet, morir no es un problema.