“Nunca me había enfrentado a un incendio tan peligroso en mis 28 años como profesional”. Así resume Barto Esbrí la experiencia vivida en la extinción del incendio de la Serra d'Espadá, sobre el que siguen actuando los medios aéreos y terrestres para repasar el perímetro y evitar reproducciones. Amante de la naturaleza y un apasionado del cultivo de bonsáis, lo que le permite desconectar de una profesión con tanto riesgo, el cabo del Parque de Bomberos de Nules, de 54 años de edad, jamás olvidará lo sufrido el martes 26 de julio de 2016. La noche anterior, cuando se dispararon las alarmas en los servicios de Emergencia por la magnitud del fuego en Artana, ya sabía que le tocaría un relevo de 12 horas al día siguiente. Junto con otros cuatro compañeros, debía actuar en el sector 3, en Tales, con el único objetivo de impedir que las llamas alcanzaran la Font del Montí. Lo que no imaginaba es que la tarea resultaría extremadamente arriesgada.
“No nos esperábamos ver el monte en esas condiciones. No había accesos, las pistas no presentaban un mantenimiento óptimo e incluso algunas ni siquiera tenían salida. Además, la abundancia de espesura y vegetación hacía que apenas pudiéramos adentrarnos y avanzar 15 metros. Con el mono puesto ya no podías seguir más una vez dentro. Realmente fueron condiciones mucho más complejas que en otros incendios en los que he participado”, explica.
Y ese cúmulo de adversidades se tradujo en un peligro máximo. “Como no podías rematar el fuego, se reactivaba y avanzaba. Hemos sentido impotencia. Nos costaba Dios y ayuda llegar a las zonas”, relata.
La situación para los combatientes resultó límite. Tanto es así que si la climatología hubiera sido desfavorable, posiblemente la catástrofe habría sido mayor. “Todos hemos tenido mucha suerte porque no ha habido viento. En un día de poniente, el incendio se hubiese vuelto incontrolable y ahora hablaríamos de miles de hectáreas quemadas y a lo mejor de víctimas por atrapamiento”, asegura.
Quizás por la enorme dificultad de la extinción, el compañerismo entre los diferentes cuerpos (brigadas de refuerzo en incendios forestales, voluntarios y brigadas forestales, bomberos, ejército, etcétera) ha sido especialmente significativo. “Nunca había visto tanto solidaridad entre los profesionales. Todos estábamos concienciados de lo que se estaba quemando. Sentíamos que nos estaba tocando nuestra alma, porque la Sierra de Espadán es patrimonio de todos”.
Pero la sintonía no fue sólo entre ellos. Barto también destaca la generosidad e implicación de la gente de la comarca. “Me ha impactado cómo las vecinos de los pueblos nos traían bocadillos y nos ayudaban en todo lo que necesitábamos. Se han volcado como nunca había visto hasta ahora”, subraya.
El cabo del parque de Nules espera que lo sucedido en Artana suponga un antes y un después para la administración valenciana en lo relativo a la lucha contra el fuego. En concreto, se refiere a la necesidad de limpiar los montes, así como invertir en la mejora de las pistas forestales. Incluso, va más allá y sugiere la unificación de los diferentes cuerpos de extinción coordinados por una misma figura. “La Generalitat tendría que tener todos los medios bajo sus alas”, concluye.