Sobre las cinco de la tarde, las familias esperan a sus hijos en la puerta de la guardería de Morella, capital de Els Ports, una comarca del interior de la provincia de Castellón con alta densidad de bosques. Desde hace unos meses, un atractivo se suma a la ya de por sí festiva hora de salida de la escuela infantil. Se trata de la posibilidad de ver “un gran macho de cabra montesa, acompañado de otros dos ejemplares más jóvenes”, relata Jesús Sangüesa, profesor en este centro.
En varias ocasiones, el animal se ha paseado por las inmediaciones del centro para regocijo de los niños y sus padres. Es una muestra más de las crecientes incursiones de estos animales en la vida diaria de las poblaciones del medio rural, debido al gran aumento del número de ejemplares registrado en los últimos años. Es un espectáculo para los turistas y una fuente de ingresos para los cotos de caza, pero también un quebradero de cabeza para el sector agrario.
El bosque crece y con él, las cabras
En las últimas décadas, la especie se ha recuperado después de que a mediados del siglo pasado “la caza y la roturación de montes” hicieran descender la población al mínimo, según información de la Conselleria de Agricultura fechada en 2013. En toda la Comunidad Valenciana, en los años 60 la cabra montesa sólo sobrevivía en una zona limítrofe con Tarragona, la Tinença de Benifassà, y en la Muela de Cortes (Valencia). Ahora, “las dos poblaciones, la valenciana y la castellonense, están a punto de entrar en contacto, si no lo han hecho ya”.
Esta abundancia ha causado problemas en las explotaciones agrarias. Por un lado, el progresivo abandono del mundo rural está causando la disminución de las zonas de cultivo, que son reocupadas por la vegetación silvestre. De hecho, cada año la comunidad gana 3.000 hectáreas de bosque, según la Plataforma Forestal Valenciana. Esto facilita la expansión de las cabras salvajes que, además, encuentran comida y agua en los pocos espacios sembrados que quedan y en los abrevaderos del ganado extensivo.
El efecto de la sequía
A esto se suma la sequía, que ha disminuido la disponibilidad de alimento y agua en estado natural en el monte. Y también la “excesiva espesura del bosque por la falta de gestión”, explica Domènech Nàcher, de la organización agraria Fepac Asaja de Castellón. “Hay tanta densidad de árboles que el monte deja de ser un refugio para las cabras, y buscan la amplitud de los cultivos”, explica.
El problema es especialmente grave para los agricultores de almendros. La cabra es ramoneadora y gusta de los brotes verdes de estos árboles. Por eso, no es raro ver a cuatro o cinco ejemplares subidos en la copa de un almendro dando buena cuenta de sus hojas. José Nebot, agricultor de Llucena, valló su cultivo porque “aquello daban ganas de llorar”. Pidió un peritaje y ahora espera una indemnización que no llega.
Según la Ley de Caza valenciana, quien debe hacerse cargo de pagar por los desperfectos que causen estos animales es el coto de caza correspondiente, que también es el encargado de sembrar cereal y acondicionar fuentes en el monte para que las cabras no tengan la necesidad de entrar en los cultivos. “Algunos lo hacen, pero otros no cumplen”, se lamenta Nàcher, que también recuerda que la Generalitat “debe permitir mayores cupos de caza” para responder al aumento de la población.
Cazar más para regular la especie
La exigencia de mayores cupos es compartida por la Federación de Cazadores de la Comunidad Valenciana. Su vicepresidente en Castellón, Leonardo Gil, afirma que “la cabra se expande porque no tiene depredador natural” y pide a la administración que les permita cazar un mayor número de ejemplares.
De la misma opinión es Juan Manuel Batiste, ingeniero forestal y secretario de la Asociación de Propietarios Forestales de La Tinença-Ports, que añade que los titulares del coto “arreglan pistas, siembran bancales que estaban incultos con cereal y forrajeras para que tengan comida y eso supone una discontinuidad de la masa forestal, que es bueno para prevenir incendios”.
Batiste piensa que la administración peca de “excesiva cautela”, sobre todo en la zona de la Tinença de Benifassà, que es la zona por la que podría entrar la sarna. Esta enfermedad está extendida entre las cabras montesas de Tarragona y existe el riesgo de contagio al ganado. Además, la caza trae “las únicas rentas que reciben los propietarios privados del monte”, porque los titulares del coto deben pagar un alquiler a los dueños del terreno sobre el que cazan.
Contar las cabras poco a poco
Tanto la federación de cazadores como la asociación que preside Batiste afirman que existe una superpoblación, y estiman que en Els Ports hay unos 25 ejemplares por kilómetro cuadrado, mientras que la cantidad óptima está en torno a los ocho. Otras voces, sin embargo, son más cautelosas a la hora de afirmar que existen demasiadas cabras montesas en los bosques de la provincia.
Francisco González, del colectivo ecologista GECEN, pide a la conselleria que haga un informe serio del número de animales y no deje la gestión del medio natural en manos de los cazadores, que son una parte interesada. “Sólo nos sirven los datos que tengan que ver con estudios que tengan una base científica, no las percepciones subjetivas de colectivos. Los cazadores tienden a exagerar y para ellos, todo son plagas, desde los conejos a las urracas y los jabalíes”, afirma.
La misma exigencia de un conteo riguroso es esgrimida por Francis Ferreres, especialista en ganadería de la organización agraria Unió de Llauradors i Ramaders. “Observamos muchos animales pero no sabemos si hay superpoblación. Lo que se necesita es que la administración realice un censo de los animales existentes y su estado sanitario. Si no, nos podemos pasar o quedar cortos en la eliminación de ejemplares”.
Por su parte, la Conselleria de Agricultura y Medio Ambiente de la Generalitat Valenciana no da detalles sobre el número de cabras existentes ni sobre el número de estos animales que autoriza a cazar. Sí explica que “el cupo de cabras para abatir se establece cada año en función del censo y de las condiciones higiénico-sanitarias”. De momento, añaden, no hay cabras infectadas de la sarna aunque “se está aplicando el protocolo de prevención”.
El espectáculo de ver animales libres
Mientras cazadores, ecologistas, labradores y ganaderos debaten sobre cómo gestionar la fauna salvaje, las cabras siguen ganando enteros como reclamo turístico. “Para los agricultores, es un problema. Pero para los visitantes que vienen a ver la Cova dels Cavalls, es un atractivo más de la zona”, reconoce Juan José Carreres, alcalde de Tírig, en relación a las excursiones que se organizan en su municipio para ver de cerca sus pinturas rupestres. Un espectáculo, el de ver cabras libres que asoman entre los riscos, que los turistas y los habitantes de estas comarcas han vuelto a disfrutar después de décadas de escasez.