En la esfera pedagógica el término adoctrinamiento tiene un significado peyorativo, asociado a la propaganda con fines o efectos de conformismo acrítico, de sectarismo político o religioso, e incluso relacionado con formas de lavado de cerebro. De hecho desde la Pedagogía Social las investigaciones sobre el adoctrinamiento, su clasificación, criterios, ámbitos y formas más típicas comenzaron en el siglo XIX y pensadores estadounidenses de Dewey a Chomsky teorizaron al respecto. Hoy, entre la concentración de los medios de comunicación, las mentiras informativas o las consignas intoxicadoras en las redes sociales el adoctrinamiento adquiere relevancia y nuevos matices.
Viene esto a cuento de la pertinaz cantinela de la derecha valenciana de que la actual conselleria d’Educació está adoctrinando al alumnado. Esta fijación es ya patológica, pero además, paradoja de paradojas, es precisamente la derecha la que ahora está adoctrinando a la población. Como quien adoctrina no necesita argumentos, pruebas o evidencias porque no busca la racionalidad y el convencimiento, sino la imposición dogmática, emocional, rígida y cargada de prejuicios, lo hacen sin rubor, aviesamente. Ahora, con fines electoralistas, han encontrado a su chivo expiatorio: el conseller d’Educació Vicent Marzà, de Compromís. Contra él cargan una y otra vez Toni Cantó (Cs) o Isabel Bonig (PP) ofreciendo una información distorsionada y antieducativa que en Pedagogía se califica de “perversión instructiva”. Digámoslo bien alto: el profesorado valenciano no adoctrina, y así lo demuestran los estudios y filtros por los que tienen que pasar. Sin duda en estos políticos de nuestra pesada derechona hay mala fe y manipulan queriendo infantilizar a la población, sin darse cuenta que al final necesitan autojustificarse de sus imposturas y ya padecen y proyectan a sus seguidores los rasgos paranoides de sus infundios. Lo más triste es que su propaganda y declaraciones muestran también mucha incultura, y constantes falacias que obvian la racionalidad y el método hipotético-deductivo en sus discursos. Para colmo olvidan dos cuestiones cruciales que les desmienten: los libros de texto del alumnado valenciano ya fueron considerados adecuados por la Alta Inspección Educativa; y- cuestión que muy pocos saben- el profesorado no universitario también tiene libertad de cátedra -dentro de unos lógicos límites- y nunca se les ha sancionado por incumplirlos.
Sin embargo, la demagogia histérica de ‘Ciudadanos’ va in crescendo y el pasado sábado 9 de marzo en su mitin en València proponía que había que poner en marcha la Alta Inspección Educativa para “inspeccionar todos los libros de texto y que no se manipule en las escuelas”. Para Toni Cantó e Isabel Bonig se está adoctrinando al alumnado valenciano y por ello “sacaremos las garras de Marzà de la cabecita de los niños valencianos”. Pues bien: en febrero de 2018 se entregó al entonces ministro Íñigo Méndez de Vigo el estudio elaborado por la Alta Inspección del Estado. El informe se centró en los libros de texto de Primaria, la Eso y Bachillerato. Se revisaron 16 editoriales y las asignaturas de cada curso. Se analizó si había falta de imparcialidad o adoctrinamiento, y si había un adecuado tratamiento en la atención a la diversidad y en la igualdad de género. La conclusión final fue que los libros de texto de la Comunidad Valenciana “cumplen con los principios y valores recogidos en la Constitución Española”; y no solo muestran un respeto generalizado a la Carta Magna, sino que tienen el “rigor científico exigible y adecuado a las edades de los alumnos y al currículo”. Asimismo los libros y materiales curriculares se atenían a la LOMCE y estaban adaptados didacticamente en contenido y forma sin que en ellos se detectara “visión sesgada”.
¿Qué sentido tiene pues esta amenaza programática de ‘Ciudadanos’? ¿Otra vuelta de tuerca para el control y asedio a los profesores de la enseñanza pública? No puede ser de otra forma: quieren mediante una nueva y cambiada Alta Inspección del Estado, politizada y controlada por ellos, tener un arma tramposa para la censura. La reconversión del sistema educativo que el neoliberalismo –hoy ya autoritario- ha propiciado con el desarrollo de la programación por competencias nos retrotrae a un modelo conductista de aprendizaje. El desarrollo de las competencias y el sistema de control de las mismas se plantea hoy la educación no como formación integral de las personas, sino como formación de mano de obra en precario, posibilitando el desembarco en la educación de forma brutal de los intereses productivos empresariales. Para ello son los neoliberales los que adoctrinan con su modelo, el cual, como bien han analizado numerosos pedagogos, pretende asentar un nuevo ser humano neoliberal: el ‘homo economicus’ que reemplace al ‘homo politicus’ y cuya personalidad está basada en asumir el ‘emprendimiento’, la ‘autoexplotación, la falta de compromisos sociales, el consumismo, el endeudamiento prisionero, las relaciones exclusivamente por intereses, el egoísmo, la rivalidad, la obediencia ciega… La educación neoliberal es adoctrinadora como pocas desde su propia raíz y con una concepción antropológica deshumanizadora. El Premio Nobel de economía Amartya Sen no duda en afirmar que se pretende que seamos “tontos útiles”.
En su desfachatez la derecha proclama ante los padres el descrédito de los profesores de la enseñanza pública fabricando ante ellos la inquina de que son un colectivo de ignorantes. Así, promueven la concertada y privada. Y es aquí donde las invectivas de la derecha claman al cielo: se puede adoctrinar con mucha más probabilidad en la concertada (que tiene un ideario), amén de que el ámbito que todos los especialistas han convenido que es, por su propia naturaleza, puro adoctrinamiento, es la formación religiosa (y esto se puede ya leer por primera vez en el Diccionario de Oxford desde 1578 en la palabra “Indoctrination” de la que procede la nuestra). Yo mismo fui a un colegio religioso ¡y vaya si adoctrinaban en numerosas cuestiones que en la sociedad española son controvertidas!
El segundo punto que inutiliza la falacia de la derechona valenciana respecto a que en la enseñanza pública se adoctrina es la libertad de cátedra. Cree la inmensa mayoría de profesores y políticos que esta solo la tiene el profesorado universitario. Y no. Resumidamente, a la luz de la esencial sentencia del Tribunal Constitucional 5/1981 de 13 de febrero, todos los profesores no universitarios tienen libertad de cátedra y se encuentran incluidos dentro del ámbito de protección del artículo 20.1 de la Carta Magna. La delimitación del contenido esencial o mínimo de la libertad de cátedra supone: la posibilidad de expresar libremente las ideas, las convicciones científicas racionalmente asumidas por el profesor en el momento de la investigación de ella; en la trasmisión de esos conocimientos; en la elección del método más adecuado a sus explicaciones y su didáctica específica. Es decir, se ampara el desarrollo libre de la docencia si bien respetando los planes y programas mínimos establecidos por quienes tienen competencia para ello. Obviamente es de sentido común que la libertad de cátedra no implica absurdos como que un profesor pueda explicar algo ajeno a su asignatura, al igual que hay una modulación del contenido de dicha libertad en función de los niveles educativos. Los factores a tener en cuenta para ampliar el contenido y efectividad de dicha libertad podrían resumirse en la máxima: a mayor capacidad crítica del alumno, mayor libertad del profesor. Por otro lado el profesor debe transmitir la materia objeto de su enseñanza a partir de lo previsto en la normativa de su asignatura delimitada a través de sucesivos círculos concéntricos hasta desembocar en la propia Programación de Aula del docente (se defiende también la posibilidad los modelos abiertos de programación docente con los que se logre atender las distintas necesidades de alumnado y del profesorado). De acuerdo con este marco jurídico el principio consensuado de neutralidad supone la proscripción del adoctrinamiento. Se ciñe pues la libertad de cátedra al cumplimiento de lo reglamentado desde el ministerio, la conselleria y el propio centro. Es cierto pues que el profesorado no universitario tiene más constreñida su libertad de cátedra, pero ello no es motivo para alegar vulneración de dicha libertad si existe una adecuada autonomía y participación de todos los docentes de los diferentes currículos y programaciones que conforman el entramado pedagógico no universitario. El profesorado entonces tiene libertad para elegir, utilizar y aplicar los métodos, procedimientos y tratamientos conducentes a la adquisición, exposición y transmisión de los conocimientos: y estos constan en su aprobada Programación de Aula. Estos filtros y la inspección por medio ha considerado el Alto Tribunal que suponen garantía de la neutralidad y la proscripción de todo adoctrinamiento, manteniendo el espíritu del artículo 27.2 de la Constitución que pretende que el alumnado consolide su madurez personal y social, su responsabilidad, su adaptación al cambio y el respeto a los principios democráticos de convivencia. Se trata de formar hombres librepensadores, científicos y humanistas con actitud crítica sin adoctrinar… (¡excepto la religión!)
Es una difamación abyecta que el PP y Cs adoctrinen a la población desacreditando un colectivo ético y racional como pocos: el profesorado. Adoctrinar desde los tratados de la Pedagogía es también la propaganda distorsionadora de la opinión pública que busca el voto irracional creando chivos expiatorios, seduciendo desde el rencor y mintiendo conscientemente. Es, insistamos en ello, la derecha quien adoctrina.
*Carles Marco, pedagog i psicòleg