El periodista y escritor Francesc Bayarri (Almàssera, 1961) recibió una llamada tras la publicación de la primera edición de su libro Cita a Sarajevo (Austrohongaresa, 2019). Las cajas del archivo personal del protagonista del libro, un criminal de guerra croata refugiado en la localidad valenciana de Carcaixent y asesinado misteriosamente en 1969, quedaban a su entera disposición. Fue así como Bayarri, un veterano de la prensa valenciana, accedió a miles de cartas, telegramas y cheques del principal responsable de los campos de concentración de la Croacia pronazi.
Hace medio siglo, el 20 de abril de 1969, uno de los peores criminales de la Segunda Guerra Mundial refugiado en la España franquista, murió asesinado a manos de su joven ayudante Ilija Stanic, que huyó tranquilamente en un taxi y logró llegar a la Yugoslavia comunista del mariscal Tito.
¿Era Stanic un espía? ¿Quizá un agente doble? ¿O fue un ajuste de cuentas entre el exilio croata? El escritor valenciano localizó en Sarajevo, durante el verano del 2003, al enigmático personaje a la vieja usanza: buscando en las páginas amarillas (una preciosa herramienta para la investigación periodística). Interpol buscó durante décadas, sin demasiado éxito, al asesino del general.
Cuando el periodista lo localizó, el crimen ya estaba prescrito. De hecho, Stanic viajó de vuelta al país del que había huido tras asesinar al general para el rodaje de un documental basado en el libro (Televisión Española también dedicó un Informe Semanal al caso). Las versiones del asesino, a veces contradictorias e inverosímiles, impiden establecer de manera definitiva el móvil del crimen.
Tras el enigmático asesinato, el general croata fue enterrado en el cementerio de Carcaixent, un municipio valenciano de la comarca de la Ribera Alta. “En aquel momento -explica el escritor- se extiende el temor en el círculo de Luburic y deciden guardar el archivo en un lugar seguro”. “Se lo lleva Ángel Ortuño, un franquista de la primera época de Valencia y fundador de Fuerza Nueva, y lo guarda en unas dependencias de su chalet en Picassent”. Una vez fallecido el custodio del archivo, “el chalet se queda abandonado y, al final, una determinada persona, de la que no puedo decir el nombre, lo rescata”.
La mayoría de las cartas estaban escritas en serbocroata y Bayarri se centró en las pocas misivas y telegramas en castellano. “He reconstruido cómo funcionaba la organización, que tenía ayudas directas del Gobierno franquista desde Valencia y Madrid”, cuenta el periodista en la Feria del Libro de Valencia. Con este material, ha ampliado y reeditado su investigación en la editorial familiar que gestiona su hija, la Companyia Austrohongaresa de Vapors.
Una de las cartas más significativas es la que envía el general croata al coronel en jefe del Tercio 34 de la Guardia Civil de Valencia, Ildefonso Martínez, en la que Luburic se describe claramente: “yo soy, gracias a Dios, criminal de guerra número uno para Tito y para todo comunista”.
El autodenominado criminal de guerra croata se relacionaba durante su exilio en la España franquista con ministros, gobernadores civiles, comandantes de la Guardia Civil, militares, policías de la Brigada Político Social y la Hermandad Nacional de la División Azul, entre otros elementos del régimen. “Tengo agendas de Luburic, donde están las direcciones y los teléfonos de personas que están por toda Europa, algunas de estas personas eran ministros de Franco pero otras personas no se sabe quiénes son”, explica el escritor.
¿Qué ha sido de este valioso e inexplorado archivo? Bayarri intentó, sin éxito, que las miles de cartas fueran traducidas e investigadas por especialistas. Lamentablemente, ninguna de las instituciones tanteadas en España se ha mostrado interesada en el que sea, probablemente, uno de los mayores archivos privados de un criminal de la Segunda Guerra Mundial.