Dulces primarias

Más que razonable éxito el cosechado en las primarias del PSPV. Por la consecución de repercusión a nivel de agenda, también allende Ademuz, y por la dinamización implementada en el seno de la organización. Réditos a nivel interno y externo, no exentos de un moderado riesgo que al partido le convenía asumir. Qui no arrisca, no pisca; por primera vez en dos décadas, en Ferraz resuena el valenciano. La repercusión mediática de la que hablábamos se traduce también en trascendencia política. La fiesta del pasado domingo en Blanqueries no constituyó sólo una oportunidad formal para la foto de los cargos orgánicos federales, sino que pretendía simbolizar, mediante un golpe de efecto bien escenificado, un punto de inflexión para finiquitar la travesía del desierto socialista. No en vano, resulta más gratificante postularse como líderes del cambio que resignarse a la pírrica victoria a los puntos.

Hasta aquí un sucinto resumen de las bonanzas de la performance. Cabe ahora relativizar la participación, la cual oscila entre el 1 y el 1,5% del censo electoral, siendo generosos. No obstante, la magnitud de las cifras no se ha de achacar exclusivamente al PSPV, sino que ha de insertarse en la apática cultura participativa vinculada a la partitocracia española. A pesar de la cierta tonificación del músculo militante, las bases del PSPV continúan a años luz del PPCV –y especialmente del PPVal- en activismo político. No confundir con el ejercicio deliberativo ensayado en las primarias. En la línea del sucedáneo democrático que representan estos procesos, sobresale el voto en bloque de las agrupaciones locales. No puede ser de otra manera cuando, a pesar del énfasis en la modalidad abierta del experimento, son los de dentro los que estimulan la participación de los nuevos simpatizantes.

Para el día después de esta catarsis, esa especie de solitario con algunas cartas marcadas, el desafío estriba en mantener el ritmo de la agenda y fidelizar a los simpatizantes que se unen a la causa. Puig no entra al capote de los pactos que le muestra Castellano, hace valer el refrendo interno y se sabe Molt Honorable in pectore. En clave interna, cabe refrenar las purgas que otrora caracterizaron al aparato. Los que conocen la casa por dentro recuerdan la degradación de Toni Gaspar en la Diputació de València ante sus primeras ambiciones de ascenso. Para ganar unas primarias, se necesita un digno contendiente y Gaspar se ha erigido en el competidor que legitima una victoria que, en porcentaje de siete de cada diez sufragios, supone el resultado soñado para cualquier ejecutiva orgánica que se precie. Equidistante de un aplastamiento “a la búlgara” y de unos guarismos igualados que proyectaran una imagen de división. Favor con favor se paga y el tiempo dirá cómo se administra la compensación, depuración o indiferencia ante el innegable servicio ofrecido por Gaspar al partido.

Así que, se compro o no el producto de las primarias por parte del votante, lo que se evidencia es que el PSPV ha empezado a hacer los deberes. Y eso siempre es mejor que esperar a que te los hagan –recuérdese cómo les salió la campaña anti-Zaplana del Bloc de Progrés Jaume I- o a ganar por incomparecencia.