La conversación es un clásico: llega alguien de fuera y te pregunta, descreído, si se come bien en Valencia. Que ha oído historias de terror sobre paellas prefabricadas y sablazos en la factura que duelen hasta un mes después. Le han dicho que se quedará con hambre y que todo está pensado para turistas de sol y playa. Pero es que también los nativos se lo preguntan a veces: ¿se come bien en mi ciudad? En sus viajes a otros puntos de la geografía peninsular siempre dicen que encuentran cosas que no ven cuando salen por Valencia. La retahíla de lugares comunes es larga: en el norte se come bien –y mucho- por cuatro duros; en Madrid las cervezas las tiran como toca y con tres que te tomes ya has cenado, gracias a sus inseparables tapas; en el sur el pescado es fresquísimo y los chiringuitos deberían tener estrella Michelín. Y al final, entre la desconfianza propia y la incredulidad foránea, se tiene la imagen de que en Valencia se come poco, caro y tirando a mal. Quizás hasta ha pesado este triste tópico en la injusta no elección de la ciudad como capital española de la gastronomía para 2015, quién sabe.
Pero... ¿es eso cierto? ¿Tan mal se come en Valencia? ¿Tan difícil es encontrar sitios donde disfrutar de una buena comida sin que te aspiren la cartera y te dejen el estómago medio vacío? ¡No, ni mucho menos! Y es que para ello estamos aquí: para subrayar con rotulador fosforescente que no es que no haya material autóctono de primera, sino que lo comunicamos mal y nos vendemos peor.
También es cierto que actualmente vivimos una época de efervescencia gastronómica en la ciudad, y que hay que aprovecharla para impulsar de una vez por todas a Valencia. Dicen que aquí se puede comer la mejor y la peor paella, y quizás es cierto. El problema de haber parido un plato tan singular y exitoso es que tiende a fagocitar el resto del recetario. Pero es aquí hay mucho más que paella y naranjas, y cada vez hay más manos expertas en los fogones: lo que haremos desde esta ventana es tratar de contarlo lo mejor posible, desde una visión práctica.
¿Dónde me gasto 20 euros en Valencia y salgo con una sonrisa del local? Si quiero probar un vino valenciano, ¿por cuál me decido? Hablando de paella, ¿un sitio que no me dé gato por liebre para cuando tenga mono? ¿Dónde encuentro los mejores menús del día? ¿Y bocatas, aún hay sitios que hagan buenos bocatas para almorzar o cenar? ¿Hay algún restaurante japonés de verdad en la ciudad?
A todo eso y mucho más intentaremos dar respuesta desde EatValencia. Porque, esto nadie puede dudarlo, tenemos una ciudad para comérnosla. ¡Buen provecho!
La conversación es un clásico: llega alguien de fuera y te pregunta, descreído, si se come bien en Valencia. Que ha oído historias de terror sobre paellas prefabricadas y sablazos en la factura que duelen hasta un mes después. Le han dicho que se quedará con hambre y que todo está pensado para turistas de sol y playa. Pero es que también los nativos se lo preguntan a veces: ¿se come bien en mi ciudad? En sus viajes a otros puntos de la geografía peninsular siempre dicen que encuentran cosas que no ven cuando salen por Valencia. La retahíla de lugares comunes es larga: en el norte se come bien –y mucho- por cuatro duros; en Madrid las cervezas las tiran como toca y con tres que te tomes ya has cenado, gracias a sus inseparables tapas; en el sur el pescado es fresquísimo y los chiringuitos deberían tener estrella Michelín. Y al final, entre la desconfianza propia y la incredulidad foránea, se tiene la imagen de que en Valencia se come poco, caro y tirando a mal. Quizás hasta ha pesado este triste tópico en la injusta no elección de la ciudad como capital española de la gastronomía para 2015, quién sabe.
Pero... ¿es eso cierto? ¿Tan mal se come en Valencia? ¿Tan difícil es encontrar sitios donde disfrutar de una buena comida sin que te aspiren la cartera y te dejen el estómago medio vacío? ¡No, ni mucho menos! Y es que para ello estamos aquí: para subrayar con rotulador fosforescente que no es que no haya material autóctono de primera, sino que lo comunicamos mal y nos vendemos peor.