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Ricardo III, ese jabalí que todos y todas llevamos dentro.

Valencia —

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Ricardo III es, sin lugar a dudas, una de las obras más influyentes de William Shakespeare. Escrita a finales del siglo XVI, tiene como protagonista a uno de los monarcas más viles y despóticos de Inglaterra, capaz de traicionar a su propia familia por acceder al trono. Un personaje fascinante que en el cine ha inspirado a artistas como Laurence Olivier, Al Pacino o Ian McKellen, y que en el teatro -su hábitat natural- ha tenido adaptaciones con los rostros de Alec Guinness o Kenneth Branagh entre otros, mientras en España eran autores tan prestigiosos como Àlex Rigola o Miguel del Arco quienes aportaban su particular visión sobre esta figura arquetípica.

Precisamente, el Ricardo III de Del Arco fue uno de los platos fuertes del Teatre El Musical al comienzo de su temporada de 2021. Un año después, concretamente los días 12 y 13 de febrero (19:30 horas), su leyenda regresa a la sala del Cabanyal-Canyamelar gracias a Història d’una senglar (o alguna cosa de Ricard), la aclamada pieza del dramaturgo uruguayo Gabriel Calderón sobre un actor que, después de varios años interpretando papeles secundarios, recibe su gran oportunidad cuando le encargan interpretar a Ricardo III en un nuevo montaje teatral. Sin embargo, su ambición desmedida le llevará a mimetizarse cada vez más con el personaje conforme lo construye, despreciando a sus compañeros de reparto e incluso al propio director, una relación de la que el espectador también se sentirá partícipe.

La obra, que vivirá en el TEM su estreno en València, se representó por primera vez en Uruguay en 2013, y seis años después llegó a los escenarios nacionales a través de una producción impulsada por los festivales Temporada Alta y Grec, protagonizada por un colosal Joan Carreras y reconocida con un premio Max (mejor actor) y dos premios Butaca (actor y producción de pequeño formato). “Història d’un senglar gira en torno a los mecanismos de poder contemporáneos, el deseo y el resentimiento, y propone una reflexión sobre los límites de la ambición humana”, explica Calderón, que justifica la elección del título haciendo referencia a la parte más salvaje del ser humano. “Poner títulos siempre supone la dificultad de tener que presentar y resumir al mismo tiempo. Se espera, se supone, que el título dé alguna información útil sobre lo que se va a ver. Es la primera información del contrato que el espectador acordará con el espectáculo, por eso, uno pretende establecer cierta veracidad en esa ilusión, no queriendo generar falsas expectativas, pero tampoco bajarle el valor al convenio. Esta Historia de un jabalí tiene también algo de Ricardo III, y ese Algo de Ricardo es también la historia de un animal. Un animal político, un animal teatral, un animal humano”.

Ricardo III es, sin lugar a dudas, una de las obras más influyentes de William Shakespeare. Escrita a finales del siglo XVI, tiene como protagonista a uno de los monarcas más viles y despóticos de Inglaterra, capaz de traicionar a su propia familia por acceder al trono. Un personaje fascinante que en el cine ha inspirado a artistas como Laurence Olivier, Al Pacino o Ian McKellen, y que en el teatro -su hábitat natural- ha tenido adaptaciones con los rostros de Alec Guinness o Kenneth Branagh entre otros, mientras en España eran autores tan prestigiosos como Àlex Rigola o Miguel del Arco quienes aportaban su particular visión sobre esta figura arquetípica.

Precisamente, el Ricardo III de Del Arco fue uno de los platos fuertes del Teatre El Musical al comienzo de su temporada de 2021. Un año después, concretamente los días 12 y 13 de febrero (19:30 horas), su leyenda regresa a la sala del Cabanyal-Canyamelar gracias a Història d’una senglar (o alguna cosa de Ricard), la aclamada pieza del dramaturgo uruguayo Gabriel Calderón sobre un actor que, después de varios años interpretando papeles secundarios, recibe su gran oportunidad cuando le encargan interpretar a Ricardo III en un nuevo montaje teatral. Sin embargo, su ambición desmedida le llevará a mimetizarse cada vez más con el personaje conforme lo construye, despreciando a sus compañeros de reparto e incluso al propio director, una relación de la que el espectador también se sentirá partícipe.