A falta de sentencia, el arranque del juicio por el saqueo de Emarsa -la depuradora pública de Valencia de la que se desviaron 24 millones de euros- ha dejado claro la impunidad y descaro con las que la cúpula de la sociedad se lucró. Así lo aclaran los testimonios autoinculpatorios de varios de los acusados, como el gerente, Esteban Cuesta; un responsable técnico, Ignacio Bernácer; o el conseguidor de la trama, Sebastián García, más conocido como Chanín.
La Fiscalía pide hasta 14 años de prisión a algunos de los 24 acusados por el desfalco, hecho a vista de casi todo el mundo de una manera bastante simple. Se hinchó de forma monumental el precio de la recogida del lodo que genera la depuradora para desviar fondos, por un lado, y se generaban facturas falsas por diversos servicios, por otro.
Estas son algunas de las confesiones más escabrosas realizadas en el juicio que se celebra en la Audiencia de Valencia:
La Play. Chanín le compró una PlayStation al hijo de Cuesta por su comunión. Endosó el pago de la consola a Emarsa.
El aguinaldo. La empresa convocaba un consejo de administración a finales de diciembre sin orden del día. Los 18 miembros del órgano rector quedaban directamente a comer, se llevaban su caja de Navidad, un regalo especial -plumas de lujo de la marca Montblanc, por ejemplo- y 500 euros brutos por asistencia a la reunión. Cuesta pagaba el restaurante -en este caso concreto, uno de la playa de la Malvarrosa en Valencia- con los 5.000 euros en efectivo que le entregaba el contable de la empresa.
“Que viene el camión”. Cuesta, según su confesión, avisaba por SMS a los compinches con los que se repartía el dinero de la llegada del efectivo. A veces lo distribuía en cuatro partes en los cuartos de baño, donde luego lo entregaba.
El enfermero que cobraba 93.000 al año. Cuesta dejó su destino en el Hospital de Sagunto para cobrar 65.000 euros anuales en Emarsa. Poco después se subió el sueldo a 93.000, casi el doble que el presidente de la Generalitat. Sus principales ingresos no venían de ahí sino del expolio continuado: “Se nos fue la mano y cogimos hasta el codo”, ha confesado en el juicio.
Emarsa como agencia de colocación. Según su propia confesión, la periodista Ana María Ríos y los abogados Luis Botella y Leonor Moreno fueron “enchufados” en Emarsa por el presidente de la sociedad, Enrique Crespo, exvicepresidente de la Diputación de Valencia con el PP. De acuerdo con la confesión de Cuesta, no hacían nada: se limitaban a ir a Emarsa una vez al mes a cobrar.
Los regalos a políticos. Un bolso Louis Vuitton a Rita Barberá. Y al expresidente de la Generalitat, Francisco Camps, una pieza de cerámica enorme.
Emarsa encargaba más de 50 cajas VIP de Navidad para regalar, en muchos casos, a políticos.
Reforma en casa con el dinero de la depuradora. El conseguidor de la trama, Chanín, confesó haber regalado ordenadores, impresoras, televisores, tarjetas regalo de 2.500 euros, instaló cocinas o reformó las casas de varios acusados y otros cargos de Emarsa. Los pingües beneficios de la trama daban para eso y más. 'Chanín confesó que incluso pagó la reforma de una casa de la familia de Cuesta en Casas Ibáñez (Albacete).
Los banquetes. La cúpula de Emarsa gastó 375.000 en comidas entre 2004 y 2010. Se presentaron 113 facturas en 2005 o 162 en 2007. “Algunas eran de trabajo y muchas otras, no”, ha dicho Cuesta, que asegura que Crespo hacía llegar a Emarsa tickets suyos para que fueran abonados por la empresa pública.
El viaje a Rumanía “que al final fue de ocio”. La Fiscalía cree que los seis viajes a Rumanía abonados por Emarsa, en los que Cuesta y otros acusados iban acompañados de mujeres de aquel país, eran de placer y no profesionales. El gerente asegura que Emarsa quería construir una depuradora allí. Chanín, que estuvo en una expedición a Bucarest, no aclaró la naturaleza del viaje, pero fue más explícito: “Inicialmente eran de negocios, pero al final fueron de ocio”. La agencia de viajes que tramitó los viajes reconoció que alteró el concepto de las facturas y borró el nombre de alguno de los participantes.
Las traductoras que no eran traductoras. Emarsa también pagó noches de hotel en la costa valenciana a algunos altos cargos de Emarsa, especialmente a Cuesta. Éstos se hospedaron acompañados de mujeres rumanas -algunas de las cuales también viajaron a su país con la comitiva de la empresa- que trabajaban en un prostíbulo de Benidorm. Han sido presentadas como “traductoras”, primero, y como “asesoras”, en el juicio. Cuesta ha confesado en la vista que vivió durante dos años con una de las mujeres habituales en los viajes.
Agencia de viajes. Emarsa pagó viajes a algunos de sus ejecutivos a Andorra, en temporada de esquí, Varsovia, Munich o Lisboa. En ocasiones, con sus familias. Solo en 2008 se gastaron casi 100.000 euros en una agencia de viajes cuyo responsable está también en el banquillo de los acusados.