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Manuel Alcaraz, sobre la Semana Santa: “Trato de acercarme por igual a un Cristo de Montañés que al Guernica de Picasso”

El conseller de Transparencia, Responsabilidad Social, Participación y Cooperación de la Generalitat Valenciana es además un gran aficionado a las Semanas Santas. Desde el escepticismo religioso y la fascinación cultural, Manuel Alcaraz lleva años recorriendo las festividades religiosas de la península para descubrir sus curiosidades. El resultado son más de 15.000 fotografías propias, decenas de artículos de prensa y un libro, Semanas Santas (Ed. Tirant), que presenta este martes en Alicante. 

¿Se puede disfrutar de la Semana Santa si eres de izquierdas? Es la pregunta que llevan años haciéndole al conseller y que responde en algunos artículos recopilados en el libro. “En realidad el primer equívoco parte de la idea de que sólo a las personas de izquierda debería no gustarles la Semana Santa, de lo que se sigue que todas las personas de derecha aman las celebraciones pasionales (...) Lo hago, finalmente, porque me parece sano ejercicio intelectual, alegre enfrentamiento contra los prejuicios. Porque nada hay más tremendo que quedarse prisionero de algunas fidelidades literalmente administradas en lugar de dejarse invadir por la duda”, explica en sus textos.

La entrevista comienza con la parte más gastronómica de la tradición. En su despacho, en el edificio de La Cigüeña, en Valencia, Alcaraz explica qué es el Cristo Potajero, una procesión leonesa en la que el guiso se prepara mientras las figuras bajan por las calles. “Es una reminiscencia de algo que era muy tradicional: que te dieran de comer. Las cofradías tenían su parte benéfica. Históricamente, el origen de las cofradías tenía un componente de ayudas a los pobres, a los abandonados, de ayudar a enterrar a los muertos o acompañar a los condenados a muerte. Comidas-ritual hay en otras procesiones como Zamora, donde comen sopas de ajo”

¿De dónde viene esta afición?

En el primer capítulo lo he reflexionado algo. No tengo una razón concreta, no soy creyente, no pertenezco a ninguna cofradía... Desde hace muchos años, he visitado con mi familia las procesiones de Cartagena, una de las procesiones más bonitas. Tengo muy buen recuerdo. Mis padres me llevaban a Murcia, Lorca, Alicante... Tengo muy buen recuerdo. Cuando fui haciéndome mayor, aunque joven, empecé a ir con amigos a otras ciudades. Ello dio paso a fotografiar, a tener vídeos... Siempre como aficionado. No pretendo aportar un conocimiento muy específico. Al fin y al cabo, la Semana Santa es teatro. Hay de todo. Lo bonito es que nada es lo que parece. Está llena de paradojas, recreaciones, actualizaciones.

¿Le interesa más la parte de ritual, las tallas o la cultura asociada?

Bueno, un todo. Una buena procesión que tenga unas buenas imágenes. Probablemente Valladolid tenga las mejores imágenes. Es muy impactante un yacente de Gregorio Fernández, un Cristo de Montañés... Pero el conjunto de los rituales me parece muy importante. El saber ver, como todo, lo da la práctica.

¿Hay que educar el ojo para poder apreciarla?

Sí. Creo que son dos diálogos; uno el del ritual con el entorno... Una Semana Santa en un lugar bello te cautiva mucho más. No es lo mismo que pase la procesión por una calleja medieval que por una avenida. Y luego el diálogo con el espectador. Las más bonitas son aquellas en las que ese pueblo o ciudad lo vive, es una de las cosas más emocionantes. El espectador es parte del espectáculo. En muchos lugares de Andalucía, por ejemplo, a unos pasos se les aplaude, a otros no; unos tienen silencio, otros los reciben a gritos. Saber apreciar todo eso, el disfrute de la gente, es una de las cosas que más me pueden gustar.

¿Cuál es su favorita?

Bueno, en esto es Sevilla y las demás. No porque sea la que más me guste, pero tiene una capacidad de irradiación... Por circunstancias históricas, tiene procesiones muy potentes como La Macarena. Normalmente, cuando alguien me pregunta adónde ir primero, suelo recomendar Zamora. Es más recóndita, tranquila... Me gusta mucho Cartagena, porque consigue a través del orden la emoción; en Valladolid ir a ver la Vera Cruz, antes de que salga, es en sí mismo un espectáculo. Son fascinantes los rituales... llamémosle fósiles, los que han conservado una tradición que ha variado poco, como los 'picaos' de San Vicente de la Sonsierra -los últimos que se flagelan-, Medina de Rioseco, en Aragón... No tienes por qué elegir. Para mí, depende del año, si quieres ir a un sitio con más jaleo o algo más tranquilo.

Igual que hay un tipo de turismo enfocado a descubrir y disfrutar las ciudades por la gastronomía, por sus museos, a través del deporte... ¿Se puede descubrir una ciudad a través de su Semana Santa?

Yo creo que la Semana Santa te permite entender cosas de la ciudad muy interesantes. Los lugares por los que trascurren las procesiones no son aleatorios ni ingenuos. Tienen un por qué: coinciden con antiguos trazados, unen lugares de poder político y religioso, atraviesan calles importantes para la burguesía -en especial durante el siglo XIX-... algunas te informan mucho. Hay ciudades que se miman. Las procesiones son homenajes que la ciudad se hace a sí misma. En Zamora, por ejemplo, cubren las señales de tráfico y semáforos del centro histórico para que los flashes de las fotos no reboten y no rompa el entorno. En muchas semanas santas las procesiones recuerdan que algunos barrios perdieron su importancia y durante unos días al año recuperan el protagonismo uniéndose al centro. En Alicante, ocurre con el barrio de Santa Cruz, que recupera su orgullo el Miércoles Santo. Algo de eso hay en la Semana Santa Marinera del Cabanyal, que dice: aquí estoy yo. Es coser los barrios. Yo aconsejo que el que quiera disfrutar bien se documente un poco. Buscar el trazado, qué hay en él, qué iglesias...

Dicho lo cual, no hay turismo de Semana Santa. Mueve por sí misma poco. Hay mucho turismo en las ciudades en las que hay macropuente y hay turismo per se. Creo que el único sitio que atrae turismo de masas es Andalucía, en concreto Sevilla y Málaga. Creo que hay pocos turistas que acudan solo por las procesiones, salvo gente de la ciudad que vive fuera y ese día regresa.

¿Cómo se ven las diferencias entre zonas geográficas entre procesiones?

Yo nunca he hecho mucho caso de esas distinciones, que si Sevilla es la alegría y Castilla la seriedad... Andalucía es el triunfo de un barroco visual, eclipsado por el Romanticismo. En Sevilla hay un personaje muy conocido, Juan Manuel Rodríguez Ojeda, que es el que empieza a diseñar las tallas, las vírgenes... es el gran redefinidor de La Macarena, lo convierte en algo visual, táctil, en un fenómeno de masas. Pero la misma noche salen procesiones serias que no encontrarías en toda Castilla. También hay híbridos en Orihuela, Cartagena, Murcia... Si vas con un tópico prefabricado, no disfrutas.

¿Desde los movimientos a la izquierda política se saben entender bien las tradiciones religiosas como parte de la cultura española o se tiende a despreciarlas?

Creo que hay de todo. Hay una anécdota de Unamuno que lo explica muy bien. Se cuenta que un día, en una procesión, se quitó el sombrero. Alguien que estaba por allí le preguntó: ¿Cómo es que usted, no siendo religioso, se quita el sombrero? Y el respondió: no lo hago por respeto a la escultura, lo hago por respeto al creyente.

Creo que es un mensaje importante. Hay que pedir al creyente y a la Iglesia que sea respetuoso con los valores de los no creyentes y es de esperar que el no creyente sea respetuoso con sus manifestaciones culturales. A veces, en España tendemos a pensar que somos muy raros, pero como en casi cualquier lugar, las tradiciones han estado hasta hace cuatro días impregnadas de formas religiosas. En todas las iglesias y en muchas creencias. A partir de la Ilustración y el liberalismo, la sociedad en su conjunto deja de ser creyente. Hay creyentes y no creyentes, pero no lo es la sociedad en sí. Hoy nos cuesta entender lo que sería una Semana Santa en 1700 cuando todo el mundo era creyente. Una sociedad con un número de analfabetos alto, con capacidad de tener espectáculos reducida... Yo de la Ilustración reivindico la incredulidad; acercarse a la realidad de forma crítica, trato de acercarme por igual a un Cristo de Montañés que al Guernica de Picasso. Si no, no podría gustarme Bach, por ejemplo, que hacía música religiosa.

El problema que tenemos en España es que la asociamos al franquismo. Y es en parte verdad, la Semana Santa obligatoria, la de no comer carne, de ver sólo películas religiosas... Contra lo que se suele pensar, el franquismo en su conjunto fue una época mala para la Semana Santa. En su última etapa hay una tensión entre las cofradías y la Iglesia muy fuerte, las procesiones van a menos... La democracia ha sido una de las épocas más esplendorosas, hay un auge de gente, de dinero para las cofradías... La gente ya no necesita una expresión religiosa, sino que concurren por una pluralidad de motivos: tradición familiar, de la ciudad, porque son las fiestas... Hay infinidad de manifestaciones.

El Código de buen gobierno limita la presencia de políticos en algunos actos religiosos...

Explica que a ningún cargo público se le puede prohibir asistir.

¿Cuál es el límite entre política y religión? ¿Deben acudir los cargos públicos a representaciones religiosas?

Si tiene fe, ¿por qué no? Creo que por respetar la pluralidad no deben presidir actos religiosos. Pero hay manifestaciones culturales que van más allá del significado religioso, como el Misteri d'Elx. En muchos lugares de España, las procesiones las organizaba el ayuntamiento; no es lo mismo que el alcalde vaya a todos. Nosotros no hemos prohibido nunca nada, tratamos de ayudar a los creyentes, pero el que quiera salir, que se ponga el capirote, nadie se lo va a prohibir.

A veces da la sensación de que la izquierda le regala las tradiciones a la derecha...

En la campaña andaluza, había políticos que decían que había que proteger la Semana Santa. Pero es que la Semana Santa no está en peligro, es quizá la fiesta más mimada por las instituciones. Y estuvo muy perseguida a ambos lados. La izquierda se equivocó en la Segunda República hostigando la Semana Santa. Pero en muchos lugares, quien movió todo para que no salieran las procesiones fue la derecha, con intención de desestabilizar. Las élites intentaron usar las cofradías como instrumento de agitación. No deberíamos volver a eso.

Considerando la Semana Santa como una manifestación cultural, ¿desde las instituciones públicas se debería contribuir económicamente a su mantenimiento y desarrollo?

Se contribuye mucho. Hay que modularlo. Depende de la tradición que sea. Si uno se inventa la procesión y quiere que le paguen la fiesta... Depende de los parámetros culturales. Parece lógico que se apoye en conjunto. Creo que en este tipo de cosas, como en casi todo, la subvención pública debe ser moderada, racional y no arbitraria. En algunos casos genera retorno, vía movilización comercial, imagen de la ciudad... Es una manifestación cultural consolidada.

Esta cultura asociada a la tradición, de la culpa, la penitencia, el pecado... ¿Como pueblo, cómo afecta al pensamiento?

Bueno, eso para quien se lo crea. Es una característica indisociable del catolicismo. En aquello que tiene de control y aspira a tener sobre el ciudadano, el descubrimiento de la confesión es muy importante. Controlar la culpa es una forma formidable de poder e información, es muy goloso. La penitencia para la salvación, que muchas veces la Iglesia no se esfuerza demasiado en explicar el fundamento teológico de todo esto... La Iglesia parece haber renunciado a ese fundamento, se explica muy mal. Pero el manejo de la culpa es una forma de control social, hasta del no creyente, que se incorpora al lenguaje.

De todas formas, tengo mis dudas sobre si se da en otras culturas y religiones. Quizá es en torno a otros tabúes. Si hay un dios personal que te observa y del que hagas depende tu salvación y tu vida eterna... la cosa se complica. Aunque dejes de ser creyente, se queda ahí.