Espai Valencià es la avanzadilla de Som, un nuevo medio de noticias y opinión hecho en el País Valencià. Som será, además, la redacción y la voz de eldiario.es en este territorio, cuyo lanzamiento se producirá próximamente. Hasta entonces, este blog albergará contenidos informativos de los redactores de Som y piezas de opinión de algunos de los columnistas que colaborarán con el medio.
Gracias, Rita
“No sé hacer otra cosa que ser alcaldesa y me apasiona”. Con esas palabras remató ayer Rita Barberá su anuncio de que se presentará de nuevo a las próximas elecciones municipales con la intención de revalidar su cargo al frente de la alcaldía de Valencia. Y les he de confesar que, al escucharlas, no pude contener mi satisfacción.
¿Que por qué? No, no soy precisamente un entusiasta de la política de Barberá, pero creo que los valencianos merecemos la oportunidad de ser los que pongamos el broche definitivo a su trayectoria, y más cuándo la crisis actual ha puesto de relieve el legado de dos décadas de una política desenfrenada y con búsqueda de réditos inmediatos, ejecutada sin mirar nunca el coste.
Es ahora, cuando los ciudadanos conviven con las moscas y tropiezan con los excrementos y las basuras abandonadas en algunos barrios durante días, ante los recortes en limpieza; cuando se empiezan a retirar los carteles anunciando futuras construcciones de centros educativos y sociales que nunca se edificaron, y los nuevos polideportivos edificados con dinero del Plan-E permanecen vacíos por falta de material; mientras los ciudadanos asisten al cierre de históricas salas de teatro y a la suspensión de tradicionales programaciones culturales; al tiempo que el precio de la vivienda se desploma por debajo del marcado para las VPO en una ciudad infestada de pisos vacíos; cuando más ciudadanos pueden disfrutar de la espectacular luz de Valencia, porque cada día son más los que se pasan los lunes al sol.. Y es ahora, digo, cuando se perciben los resultados de las millonarias inversiones en circuitos urbanos; carreras de veleros; llenar de farolas la ciudad para que ilumine más que el sol; remodelaciones de puertos para albergar megayates; puentes florales y jardines verticales; destrucción de barrios históricos para la especulación inmobiliaria; estrenos de cine y saraos de relumbrón... Y eso sin contar el coste de los descuidos —con pérdidas millonarias— en la gestión ordinaria, con hitos como el saqueo en la depuradora de Pinedo y asuntos turbios como los negocios con Iñaki Urdangarín.
Se está tratando de focalizar en la Comunitat Valenciana todos los males que nos acechan como país y como políticos, y no voy a ocultar que hemos dado argumentos“, dijo Barberá en Madrid —qué lejos— arropada por muchos compañeros de filas. No obstante, añadió, ”no seré yo quien justifique lo injustificable, pero ejemplos peores hay de todos los colores y en todos los sitios“. Quizás eso sirva a algunos de consuelo y hagan del mal de muchos su particular consuelo de tontos. Pero quizás —como ya se intuyó en los últimos comicios municipales— el numero de valencianos a los que les sobran argumentos para no darle su apoyo en las urnas siga aumentando exponencialmente, y tengan ganas de demostrar con su voto a otro que esa fama de meninfots (pasotas con lo que ocurre a su alrededor, en argot autóctono) y despilfarradores con la que desde hace unos años se nos etiqueta, es simplemente eso, una leyenda. En todo caso, gracias, Rita, por darnos una nueva oportunidad para retratarnos.
“No sé hacer otra cosa que ser alcaldesa y me apasiona”. Con esas palabras remató ayer Rita Barberá su anuncio de que se presentará de nuevo a las próximas elecciones municipales con la intención de revalidar su cargo al frente de la alcaldía de Valencia. Y les he de confesar que, al escucharlas, no pude contener mi satisfacción.
¿Que por qué? No, no soy precisamente un entusiasta de la política de Barberá, pero creo que los valencianos merecemos la oportunidad de ser los que pongamos el broche definitivo a su trayectoria, y más cuándo la crisis actual ha puesto de relieve el legado de dos décadas de una política desenfrenada y con búsqueda de réditos inmediatos, ejecutada sin mirar nunca el coste.