Después de que el miércoles tomaran posesión del cargo los nuevos consellers de PP y Vox del Gobierno valenciano de Carlos Mazón, un ejecutivo que recupera viejos nombres del zaplanismo y que consagra la entrada de la extrema derecha en la Generalitat Valenciana, este jueves ha sido el turno del traspaso de carteras. Y el primero en hacerlo ha sido el nuevo vicepresidente primero y conseller de Cultura, el exmatador de toros Vicente Barrera.
El extorero ha 'estrenado' el cargo reivindicándose como una figura procedente del “mundo de la cultura” y “el arte” y lamentando que la tauromaquia, la disciplina que él ha practicado, haya sido en estos últimos años “ninguneada y silenciada” hasta convertirse en “la cenicienta de la cultura”, al tiempo que aseguraba que han sido “perseguidos y maltratados por la propia Administración”, en referencia a los Gobiernos del Botànic y al Ejecutivo de coalición de PSOE y Unidas Podemos.
Lo cierto es que el mundo de los toros no está, ni lo ha estado nunca, marginado en la Comunitat Valenciana. En el territorio valenciano hay una plaza de toros de primera categoría, la de València, con una capacidad de 12.000 espectadores y que acoge las ferias de Julio y Fallas como principales citas taurinas; dos de segunda, Castellón y Alicante, con las ferias de la Magdalena y de las Hogueras de San Juan; y 15 de tercera en otros tantos municipios. En 2022 se realizaron en los cosos valencianos un total de 55 festejos taurinos, de los que 25 fueron corridas propiamente dichas (el resto fueron novilladas, rejones, festivales, festejos mixtos...). En 2019, el año previo a la pandemia de la COVID, se realizaron 23 corridas de toros y 44 festejos taurinos en total, según los datos del Ministerio de Cultura.
Pero no es el toro de lidia el que mayor presencia tiene en la Comunitat Valenciana, donde se celebraron el pasado año 8.757 festejos taurinos, el 45% de todos los eventos de estas características que se celebran a lo largo y ancho de todo el territorio español, tal y como recoge Anoet (Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos) en su informe de 2022.
Los toros con el Botànic
El principal coso valenciano, la Plaza de Toros de València, gestionada por la Diputación, adjudicó en 2021 –todavía con el PSPV y Compromís en el gobierno de la institución provincial– el contrato de explotación del recinto que mantenía los mismos festejos taurinos que estableció el Partido Popular en la anterior adjudicación, que se produjo en 2015. La Diputación de Valencia dispone de su propia escuela de tauromaquia y de un museo taurino. Es más, el Botànic recuperó en 2018 los premios taurinos 'Va de Bous' instaurados por el popular Alberto Fabra en 2014 en plena guerra por las señas de identidad, unos galardones que pretendían “proteger un amparar sin complejos” la 'fiesta' ante el ataque de la izquierda.
Tampoco han caído de manera destacada durante los ocho años de Gobiernos de progreso los festejos de 'bous al carrer'. El número de municipios que celebran este tipo de espectáculos fue el pasado año de 259, diez localidades menos que en 2019, el año previo a la crisis sanitaria del coronavirus, pero tan solo siete menos que en 2010 y 31 menos que en 2008, el años con más pueblos y ciudades con toros en la calle de toda la serie histórica.
En 2022 se celebraron en el territorio valenciano más de 8.700 festejos de 'bous al carrer', cifras sensiblemente superiores a las que se registraban con el Partido Popular al frente de la Generalitat –el máximo se produjo en 2015 con 8.242–, y ligeramente por debajo de los 9.512 que se realizaron en 2017. Ese año, el pasado, se registró un macabro récord: 2022 fue el año con más víctimas mortales causadas por los 'bous al carrer' desde que se tienen estadísticas, nueve –desde 2005 han fallecido en este tipo de festejos 55 personas en la Comunitat Valenciana–, mientras que 984 'espectadores' resultaron heridos de diversa consideración el pasado ejercicio.
Reconocimientos del Gobierno central
“Como sabéis, vengo del mundo de la cultura y el arte, pero mi actividad ha sido silenciada y ninguneada e incluso perseguida por la administración que tenía la obligación de defenderla”, ha dicho Barrera. Lo cierto es que cada año el Ministerio de Cultura otorga el Premio Nacional de Tauromaquia. Desde 2018, en los dos mandatos de Pedro Sánchez al frente del Gobierno, han sido galardonados los matadores Juan José Padilla y Morante de la Puebla, así como al Foro de Promoción, Defensa y Debate de las Novilladas, la Fundación del Toro de Lidia y la Casa de Misericordia de Pamplona, todas ellas instituciones taurinas de referencia.
Además, el Gobierno de España, también durante los mandatos de la izquierda, entrega anualmente las Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes y es frecuente que recaiga en alguna distinción en el mundo de la tauromaquia. En la última entrega, en diciembre de 2022, fue galardonada la ganadería Miura. En 2019 fue la Maestra Nati, sastra de toreros; en 2020 a la Real Maestranza de Sevilla, que gestiona la famosa plaza de toros.
Sin embargo, en el conjunto de España el interés por las corridas de toros cae pese al respirador artificial que supone el dinero público y el reconocimiento institucional que reciben estas actividades. En 2014-2015 acudieron a las toros casi 3,7 millones de personas; en 2018-2019 fueron 3,1 millones y en 2021-2022, una vez concluido el estado de alarma por la pandemia de coronavirus en mayo de 2021, fueron 776.000 los espectadores, según la encuesta de Hábitos y Prácticas culturales más reciente. Es decir, desde 2014 unos 2,9 millones de personas han abandonado las plazas de toros.
En otro tipo de espectáculos taurinos a escala nacional (encierros, recortes, etc…) las cifras no son mejores. De los 2,2 millones de asistentes en 2014-2015, pasando a los 1,8 millones entre 2018 y 2019, para desplomarse hasta los 436.000 en 2021-2022, una caída acumulada desde 2014 de 1,7 millones de espectadores.
Ya entre la temporada 2014-2015 y la 2018-2019 (fechas en las que también se publicó la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales del Ministerio de Cultura) se apreciaba un descalabro del 15%, con una bajada en la asistencia a espectáculos taurinos entonces de 554.000 personas.
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