La víspera del día de la hispanidad, en el Instituto Cervantes de Frankfurt se habló en una lengua que no era el castellano. La recepción que ofrece la institución coincidiendo con la Feria Internacional del Libro en su sede, el funcional edificio que una vez fue la Amerika Haus, estuvo protagonizada por cinco escritores valencianos, Isabel-Clara Simó, Martí Domínguez, Manuel Baixauli, Anna Moner y Vicent Usó, que explicaron a los asistentes su obra en la lengua en que la escriben, el catalán. Tras una objeción de alguien del público cuando intervenía Isabel-Clara Simó con la vieja cuestión de utilizar “la lengua que nos une”, los autores valencianos hicieron visible, ante una concurrencia que incluía a numerosos editores de América Latina, lo que esa lengua “que nos une” suele esconder.
Fue una demo, una especie de versión de prueba de lo que puede ser la promoción exterior de la cultura española en una nueva etapa, una cultura que transparente más su diversidad y ayude a distender conflictos. Los valencianos estaban invitados por el Instituto Cervantes porque en esta edición de la Feria del Libro de Frankfurt, la más importante del panorama internacional por su volumen, se recuperó la presencia de la edición valenciana después de muchos años de ausencia.
La colaboración de la Conselleria d'Educació, Investigació, Cultura i Esport de la Generalitat con la Associació d'Editors del País Valencià permitió instalar un stand propio en el mismo pabellón y el mismo pasillo que los de Galicia, el País Vasco, Cataluña y la Federación de Gremios de Editores de España, o también de editoriales como Tusquets, Acantilado o Anagrama, donde, por cierto, el editor Jorge Herralde no dejó de ejercer un socrático sucederse de contactos y conversaciones.
El conseller de Cultura de la Generalitat Valenciana, Vicent Marzà, que dirigió unas palabras a los asistentes al acto en el Instituto Cervantes, convocado bajo el título La literatura valenciana en tiempos de emergencia, recordó cómo Cervantes salvó en el Quijote un libro clásico de la literatura en lengua catalana, Tirant lo Blanc, escrito por el valenciano Joanot Martorell en el siglo XV, y puso bajo la influencia de esa actitud (un autor en castellano que reconoce y elogia un libro en otra lengua) la posición del gobierno y los actores culturales valencianos.
La idea se hizo más explícita con el discurrir del acto en el que, tanto el moderador, el editor Manolo Gil, como el escritor Martí Domínguez, apelaron a la conveniencia de que el Instituto Cervantes vele también “por las otras lenguas hispánicas”.
Un programa en el que se invitó a participar a una quincena de autores valencianos, tanto en valenciano como en castellano, que protagonizaron varias mesas redondas, y la publicación de un volumen que recogía, bajo el título Read(y), fragmentos traducidos al inglés de las obras y datos biográficos de esas escritoras y escritores, constituyeron apenas una gota de agua en el gigantesco despliegue de la Feria de Frankfurt, en la que participan más de 7.000 editoriales de todo el mundo y que este año dedicaba su pabellón central al mundo literario de la república de Georgia.
Pero el Gobierno valenciano quiso enfatizar especialmente la iniciativa con la visita del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, que recorrió a mediodía del 11 de octubre el pabellón y tuvo ocasión de saludar a los representantes de Galicia, Euskadi, Catalunya y la federación de editores de España. La idea es preparar al sector editorial valenciano, con el establecimiento de contactos para la venta de obras a otros idiomas y la formación de los profesionales en las estrategias de internacionalización, de cara al año 2021, en el que está previsto que la de España sea la cultura invitada a la Feria de Frankfurt.
En ese escenario, la posición valenciana es especialmente versátil. Poco antes del acto en el Instituto Cervantes, se celebró una recepción del Institut Ramon Llull, de promoción internacional de la cultura catalana, en la que habló la nueva directora de la entidad, Iolanda Batallé, y a la que asistió como invitado el conseller Marzà. Con el Institut Ramon Llull, del que la Generalitat Valenciana, a diferencia del gobierno de Baleares, no forma parte, hay, en cambio, aspectos concretos de colaboración. La responsable del área literaria y editorial del Ramon Llull, Izaskun Arretxe, por ejemplo, compartió el día 12 con los editores valencianos, encabezados por su nueva presidenta, Àfrica Ramírez, una sesión de trabajo sobre la internacionalización.
Cómo hacer contactos, cómo vender derechos de traducción y cómo aprovechar plataformas del tipo de la Feria de Frankfurt son objetivos que exigen asesoramiento profesional y apoyo institucional, más en culturas pequeñas y en sectores editoriales marcados por la dimensión reducida de sus empresas. La directora general de Cultura y Patrimonio de la Generalitat Valenciana, la escritora Carmen Amoraga, así como el presidente de la Fundació pel Llibre i la Lectura (FULL), Jesus Figuerola, estuvieron en Frankfurt con la mirada puesta en esos temas.
Ese terreno intermedio que tan bien identificaba en Frankfurt la presencia de la principal empresa valenciana del sector, Edicions Bromera, tanto en el stand valenciano como en el pabellón del Institut Ramon Llull, puede convertirse en una oportunidad de tender puentes y de facilitar que se haga visible la diversidad cultural española. Tras la intervención de los escritores valencianos en el Instituto Cervantes en su idioma originario de creación literaria, una editora latinoamericana comentaba con pragmatismo: “En definitiva, venimos a Frankfurt a comprar traducciones de otras lenguas”.