Menos de una semana después del incendio de la emblemática montaña de Cullera otro fuego, en Segorbe (Castellón), ha afectado a casi dos hectáreas de matorrales y cultivos abandonados, según la Generalitat.
El fuego se inició por causas desconocidas sobre las 11.00 horas en la zona Loma de Ferrer y hora y media más tarde, ya estaba controlado. En cualquier caso, este incendio revela la situación de extrema fragilidad de los montes valencianos por la falta de lluvias, las altas temperaturas, el viento y los recortes.
De hecho, los partidos de la oposición, los trabajadores de Vaersa, la empresa medioambiental de la Generalitat, o los bomberos piden más medios a la administración autonómica para proteger los bosques valencianos.
Ya en febrero, con la coincidencia de dos incendios de gran magnitud en apenas una semana y en pleno invierno, se desataron todas las alarmas: los recortes de la Generalitat en prevención y extinción de incendios están hace tiempo en el punto de mira. Según denuncia Joan Francesc Peris, de Els Verds, el gobierno valenciano apenas invierte un 15% de lo recomendado (100 euros por hectárea y año) en proteger el patrimonio forestal.
De hecho, los recortes en esta materia han sido constantes. En 2012, la inversión en los montes se había reducido más de un 75% respecto a 2008: 19,9 millones frente a 142, 4. Los bomberos también han denunciado repetidamente el descenso de personal tanto en las brigadas de prevención como en la de extinción.
Las reducciones de presupuesto también han afectado a Tragsa, la empresa pública financiada por la Generalitat que se encarga de la primera intervención en caso de incendio. Según Comisiones Obreras, ya en 2011, de 880 trabajadores se pasó a 530, de 74 brigadas a 43 y de 47 autobombas a 39.
Miedo al verano
La oposición ha alertado de nuevo, tras los incendios de Torrent y Cullera, de la negligencia de la Generalitat en materia forestal a consecuencia de los “drásticos recortes efectuados por el gobierno del PP en la prevención y lucha contra los incendios forestales”. Si la destrucción del patrimonio forestal ya ocupa parte del debate político en primavera, el próximo verano podría ser terrible.