A pequeña escala, la ciudad de Valencia también muestra el declive de Europa frente al auge de la influencia de Rusia y China. El cierre del Institut Français de Valencia decretado por Emmanuel Macron contrasta con la buena salud de otras instituciones culturales, indirectamente financiadas por Rusia y China a través de la Universitat de València (UV). El Gobierno español reconoce que el “cierre en sí” del Institut Français, en la calle del Moro Zeid del barrio de El Carme, supone una “mala noticia para la ciudad de Valencia, para la Comunitat Valenciana y para el conjunto de España”.
A nadie se le escapa que las grandes potencias han practicado una política exterior centrada también en la esfera cultural, mediante cursos lingüísticos y actividades literarias alejados del espionaje de las embajadas y de las cumbres bilaterales pero no por ello menos importante. De hecho, el Gobierno de Pedro Sánchez está dispuesto a colaborar con la embajada francesa en España en el caso de que el Ejecutivo galo reconsidere su decisión de cerrar el Institut Français de Valencia, tal como ha informado este diario.
Frente al declive de una Europa en crisis, en Valencia destaca la pujanza del Centro Ruso y del Instituto Confucio de la UV, dos instituciones que no han dejado de aumentar en número de alumnos y en actividades en los últimos años.
El Instituto Confucio, con sede central en Pekín y presente en los cinco continentes con más de 500 centros, es una institución creada con la finalidad de promover el desarrollo de la enseñanza y la cultura chinas. El organismo en Valencia nació en 2007 con la colaboración entre la Oficina Nacional de Enseñanza del Chino como Lengua extranjera (Hanban) y la UV, vinculada con la contraparte de la Universidad Normal del Nordeste de China.
Su director desde hace 14 años, el profesor de la UV Vicente Andreu, destaca el “incremento brutal” de los cursos de chino, así como los intercambios y el hermanamiento con ciudades y universidades del gigante asiático. “Los chinos hicieron un análisis muy importante de cómo se estaban estructurando los institutos públicos de las diferentes naciones respecto a la promoción de la lengua y la cultura”, explica Andreu, quien remarca la intención de las autoridades chinas de “desligar” la cultura de la política.
“Si se hacía cargo de la lengua y de la cultura parecía que había una injerencia y por eso crearon una parte importante de los Confucios que no dependen directamente del Gobierno, como es el caso del Instituto Cervantes, el British Council o el Institut Français”, apostilla. Se trata del único centro valenciano examinador oficial de las pruebas de chino HSK (adultos) e YCT (niños y jóvenes), además de los niveles de oral (HSKK).
“Lo que hemos hecho diferente es buscar actividades para el gran público porque China es la gran desconocida, servimos de puente entre ambas culturas”, afirma el director del Instituto Confucio en Valencia, quien destaca el “afianzamiento” de China en la sociedad valenciana. “Hemos enviado alumnos de intercambio y becados a China, hay una relación de calidad y entendimiento de la cultura asiática que ha madurado con el tiempo y eso es muy importante a la hora de analizar nuestra labor en los últimos 14 años”, sostiene Andreu.
Así, además de organizar la popular cabalgata por el nuevo año chino que, a excepción de estos últimos tiempos de pandemia de la COVID-19, se celebra cada año en la ciudad, el Instituto Confucio también se ha consolidado como “enlace cultural” entre las autoridades valencianas y chinas en materia comercial, universitaria, turística (mediante el hermanamiento con las ciudades de Guangzhou, Xi’an y Chengdú) e incluso de protocolo.
Más reciente, el Centro Ruso de la UV también ha crecido exponencialmente en los tres años que lleva en marcha en Valencia. Su directora ejecutiva, la profesora visitante Olga Pirozhenko, explica que uno de sus objetivos es ofrecer eventos culturales “no sólo a la UV sino también a la ciudad”. “Durante los últimos tres años el número de alumnos se ha multiplicado por tres en la facultad y la demanda de cursos también va creciendo”, dice Pirozhenko, que destaca los cursos para La Nau Gran: “Es un público increíble, son personas maduras que dominan bien el mundo y les interesa el acercamiento a Rusia”.
El centro oficial, el segundo creado en España tras el de Granada, cuenta con la colaboración de la Fundación Russkiy Mir, un fondo gubernamental ruso a imagen y semejanza del Instituto Confucio, y ofrece clases de lengua rusa de los niveles A1 y A2 y de literaturas eslavas.
“El gran problema es que seguimos siendo grandes desconocidos, se sabe lo básico y de la vida moderna en Rusia, de su cultura y su literatura, no se sabe nada porque no llega aquí a pesar de que hay mucha curiosidad”, agrega Olga Pirozhenko.
Además de los programas específicos de intercambio de alumnos rusos (“están enamorados de Valencia”, dice la directora), el Centro Ruso también prepara talleres de la lengua eslava para los hijos de los matrimonios mixtos. Pirozhenko, cuya tesis doctoral versa precisamente sobre la imagen de Rusia en los medios de comunicación españoles, destaca el “cariño de Rusia a España”.