“Decir que las élites extractivas han arruinado la Comunitat Valenciana es engañoso”

  • Jorge Galindo (Valencia 1985) es sociólogo e investiga sobre política económica en la Universidad de Ginebra. Colaborador de eldiario.es y miembro de Politikon, acaba de presentar en Valencia “La Urna Rota”, el libro de este colectivo sobre algunas de las reformas que necesita España. Conversamos con él sobre la Comunitat Valenciana.

España tiene un problema de selección de élites, dicen en “La Urna rota”. ¿La Comunitat Valenciana es un ejemplo de pésimos dirigentes?

Si damos por bueno que un político debe impulsar medidas que aumenten tanto a corto como a largo plazo el bienestar de sus votantes, las élites valencianas serían horrendas. Ahí está el estallido de la burbuja inmobiliaria y sus tremendas consecuencias en la Comunitat Valenciana. Ahora bien, la burbuja ha sido general en España, por lo que si hay alguna diferencia entre las élites valencianas y las españolas sería cuantitativa y no cualitativa.

Antes del éxito del término casta se hablaba de las “elites extractivas”, un grupo de privilegiados que se han lucrado a costa del ciudadano medio. ¿Existen a nivel valenciano?

En la Comunitat Valenciana, y en España en general, el paro sólo bajó por debajo del 10% con la burbuja de crédito y la consecuente burbuja inmobiliaria. Ni los casos de corrupción ni los pelotazos urbanísticos eran desconocidos por la gente, ni el debate, por ejemplo, en 2004, se centraba ahí. Para hablar de casta o de élites extractivas necesitaríamos que una pequeña parte de la población hubiera montado un sistema económico por el que se hubiera apropiado de una inmensa parte del crecimiento económico. Entre 1996 y 2008, de acuerdo con los datos de crecimiento y desigualdad, eso no ha sucedido. Lo que aquí hubo fue una distribución amplia de los beneficios de una burbuja de crédito de la que algunos se beneficiaron de manera ilegal. Éstos, en términos jurídicos, son culpables, y deben responder por ello, pero hablar de casta me parece engañoso, porque responsabiliza a unos pocos del desastre cuando fueron muchos los que se beneficiaron del crédito barato.

Lo que procede son reformas estructurales que dificulten la formación de burbujas y la elección de dirigentes que tengan no incentivos para generar crecimiento artificial y apropiarse de parte de él.

¿Se volvería a votar al PP en Valencia si la economía creciera con fuerza?

Ahora no, porque la gente tiene memoria, pero en 5 años es posible.

¿Qué reformas se podrían hacer para evitar el desastre actual?

Separar las decisiones técnicas de las políticas. El político debe decidir y el técnico, ejecutar. Pero un jefe de servicio no puede depender del político y, por tanto, su trabajo estar supeditado a la reelección de un determinado partido. Eso genera incentivos perversos: cortoplacismo y decisiones discrecionales del político de turno. Cualquier político necesita asesores, idealmente que estén preparados, que muchas veces no es el caso, pero los funcionarios no pueden ser cargos a dedo.

Y aunque esto depende de Madrid, cambiar la financiación municipal, para que los ingresos de los ayuntamientos no estén sujetos a recalificaciones urbanísticas.

La Generalitat está en bancarrota y padece de una financiación insuficiente. ¿Qué haría usted?

El sistema debería cambiar para que cada comunidad recaudara impuestos y se responsabilizara de esa manera de sus gastos. Es más difícil derrochar cuando te financias con impuestos que cuando el dinero te lo da otro. Ahora bien, la reforma del sistema de financiación es, en teoría, imposible. Requiere de una unanimidad muy difícil y cambiarla es francamente complicado. Tal vez el problema catalán fuerce un cambio constitucional o varias comunidades autónomas se alíen para cambiar el sistema, pero no se vislumbra una solución a corto plazo. Hay mucha incertidumbre sobre el resultado de las próximas elecciones.

Supongamos que la izquierda gobierna la Generalitat a partir de mayo de 2015. ¿Cómo se gestiona una administración quebrada en un territorio empobrecido?

La izquierda se encontraría una herencia desoladora de un partido de derechas por lo que deberá guiarse por dos principios: responsabilidad sin dejar a nadie atrás. Este es un reto clásico de la izquierda europea, pero ahora Valencia no tiene dinero (depende de Madrid) cuando a su vez el gobierno central está supervisado por la Unión Europea. El reto es mayúsculo, por tanto la campaña de la izquierda no debería generar expectativas irrealizables y debería girar en torno a alianzas que tengan claro que presionar a Madrid para cambiar la financiación es clave.

La gestión será difícil, y sin altura de miras, se podría prometer mucho para luego defraudar. Si además la situación europea y española no permite cambiar la financiación, un frente de izquierdas podría fracasar.

Todo apunta a que Podemos entrará con fuerza en las Corts Valencianes, superando a formaciones consolidadas como Compromís, EU y tal vez, el mismo PSOE. ¿Por qué?

El PSOE no estaba en posición tras su paso por el gobierno para atraer a perdedores y no perdedores por la crisis y juntarlos en un proyecto común. Compromís si se convirtió en referente de los desencantados, pero sencillamente, al ser un partido valenciano, no podía jugar la carta estatal de la que si disfruta Podemos. El partido de Pablo Iglesias se sitúa en el eje viejo-nuevo en el que lo nuevo es lo mejor, con lo que lamina al PSPV y en parte daña a Compromís, donde lo más nuevo es Mònica Oltra. Y en ese eje viejo-nuevo, IU, que en cierta manera es el partido comunista, no puede competir, es un partido alejado de la modernidad.

¿Cuáles deberían ser las prioridades de un gobierno valenciano de izquierdas?

Invertir más en educación y capital humano. Es muy importante apostar por guarderías excelentes para niños de 0 a 3 años, que es donde en gran parte se marca el futuro del estudiante y además ayuda a conciliar la vida laboral y familiar y facilita que las mujeres se incorporen al mercado de trabajo.

La financiación, empujar por el corredor mediterráneo y reformar la universidad sin esperar al estado. Por ejemplo, premiar a los departamentos de investigación por sus resultados para que atraigan talento, acaben con la mediocridad y la endogamia y generen externalidades o efectos positivos en la sociedad.