El otro día hubo una huelga donde todos los estudiantes que están preocupados por su futuro deberían haber asistido. Unos días antes de esta importante huelga, también hubo una manifestación en Madrid para concienciar a los votantes de Gran Hermano VIP para que se decantaran por uno de los dos finalistas del concurso catódico. Un bando a favor de uno de los concursantes y el otro a favor del otro. Gritaban por sus ídolos, por los que creían que merecían ganar el tan conocido concurso, gritaban sin miedo, la policía no iba a cargar contra ellos, la prensa no iba a utilizar sus imagenes de forma torticera para hablar de violencia, esa manifestación fue un éxito.
Telecinco se hizo cargo de la información de ese evento, un acto que demostraba la fuerza de arrastre que posee el programa de telerrealidad, la huelga por su lado también tuvo mucho éxito, aunque quizás mediaticamente no tanto. No podemos olvidar que la lucha por la supervivencia de la educación pública y de calidad, es tan larga en estos últimos años que ya comienza a no ser noticia. Ya se sabe, lo poco gusta (es actualidad) lo mucho cansa (ya no es actualidad). Y es que por desgracia, hemos tenido ya muchas manifestaciones para que algo, aunque fuera mínimamente, cambiase. Y es ahí donde el gobierno, el que impulsa el 3+2, reducir el número de años de grado, acortando así sus contenidos y «obligar» a los estudiantes a pasar por el aro de fuego del máster, però esta vez de dos años, se hace grande.
Manifiéstate, sal a la calle, pierde dos días de clase, piérdete algún examen, trabajo, exposición o lo que sea, però tranquilo, no habrá cambio. No darán un paso atrás, ahora toca hablar exclusivamente de los Papeles de Panamá, del final de la liga y de mil cosas más, però no de derechos. La marea verde salió una vez más a las calles, demostrando que no todo está perdido, però, ¿y si realmente lo está?. ¿Y si ya no hay nada que hacer y el camino trazado es la privatización de la Universidad?. Entiéndase privatización no como algo legal, no por un decreto o una ley, sino de forma subrepticia, sibilina, de una bajeza moral impropia de cualquier gobierno que diga trabajar para todos. Subir tasas, eliminar profesorado, acortar años de grado y subirl los del máster (normalmente más caros), bajar el número de becas y demás tropelías, demás palos en las ruedas. Y, ¿qué puede hacer el estudiante y el professor?.
Hacer huelga, perder con ello días de clase o una bajada de su remuneración. ¿Dónde están pues los derechos de la huelga? Y lo más preocupante, ¿para qué nos sirve hacer huelga, manifestaciones o lo que sea ante un gobierno sordo, mudo y ciego?. Los días que se realizaron la huelga la gente seguía yendo a clase, es verdad que hubo mucha gente que asistió, pese a saber que el acto en sí solo valía para expresar su rechazo, sin la posibilidad de antaño para dialogar con alguien responsable del Ministerio. Esta huelga es el mejor reflejo del cansancio, del aquí no pasa nada, del no tenemos gobierno y vivimos igual. La PAH queda descabezada mediáticamente con Colau en la alcaldía de Barcelona, parece que con ello se terminó la lucha en ese sentido, Pablo Iglesias pierde parte de su gasolina y de sus consignas al parir a Podemos y las mareas siguen trabajando, però ya si el ánimo del possible cambio o la furia que se te agarra al pecho como una garrapata los primeros días de injusticia y que se va soltando a medida que nos vamos acostumbrabo a la sensación de impotencia, de debilidad ante el poder.
Esta misma huelga, con sus pancartas, sus gritos, su puesta en escena, hubiera sido mucho más seguida, no solo por la gente participante, sino por los medios de comunicación que miraban, relamiendo sus bocas, a que algo pasara. A que una revolución pacífica se instaurara y cambiara el statu quo, a que asistieran a un nuevo hito en la historia de España producido por las ciudadanía, però no. El Estado estuvo impertérrito, con la miraba estrábica hacía otro lugar, ni los casos de corrupción, ni las manifestaciones ni nada. Y la gente no es de piedra, tienen y tenemos sueños y motivaciones. Golpear un muro que te responde con indiferencia genera frustación. Hay que luchar, sí, però para algo, con la idea, o al menos la ilusión de la probabilidad de cambiar algo, sino todo se cae, se derrumba como un castillo de náipes.
El poder de estas convocatorias ya lo escenificaron las huelgas generales que no paralizaron nada, que no produjeron nada y que fueron tomadas como un trago que había que pasar para llegar a los fines del gobierno, sean cuales sean. El empecinamiento de seguir en huelgas, manifestaciones, charlas o asambleas es algo encomiable, porque siempre existirá la voluntad de reunirse con la esperaza de poder cambiar las cosas. La esperanza puede que no se pierda, però tampoco podemos perder la acción de rebelión, de al menos no quedarnos mirando la pantalla de la televisión sin hacer nada, esperando que nos lo solucionen todo alguien o algo. La huelga del 3+2 demostró que sigue habiendo conciencia de grupo, y ganas de revolverse ante las heridas que van a llegar en forma de ley inmisericorde. ¿No hemos sufrido demasiadas puñaladas en el sistema educativo, demasiado recortes y desplantes ya?. Sé que los únicos ganadores de esas dos jornadas de huelga estudiantil fueron la decencia y el sueño por un futuro mejor. Lo que no tengo tan claro es, ¿qué ganó en esa manifestación multitudinaria por Gran Hermano VIP?. La decencia seguro que no.