Los festivales de música son máquinas para atraer visitantes a cualquier población. En función de la magnitud del mismo, se pueden contar por más o menos miles. Conscientes de la repercusión de estas citas, la Generalitat Valenciana y la asociación de promotores musicales Musicpro decidieron caminar de la mano para la creación de Musix, una marca paraguas bajo la que se refugiarían varios festivales valencianos, desde el Arenal Sound, en Borriana, hasta los conciertos de Viveros, en Valencia. Otras administraciones, como la Diputación de Castellón, apostaron por marcas locales como ‘Castellón tierra de festivales’, una guía turística de promoción de las citas musicales que se dan en la provincia para las ferias de turismo.
Símbolo inequívoco del poder de los festivales es que las empresas privadas decidan patrocinarlos. Multitud de marcas enfocadas al ocio y el tiempo libre forran escenarios y espacios dentro de estos eventos musicales, incluso los potencian por las redes sociales. Bebidas alcohólicas, gafas de sol o marcas de ropa se utilizan para poner nombre a los diferentes ámbitos, incluso en alguna ocasión al propio festival.
Sector público y privado se basan en los mismos aspectos para evaluar un festival: la asistencia y el impacto económico, principalmente. Y resulta que ambas cifras son las más complicadas de determinar con exactitud. En el caso de la asistencia, la celebración en varias jornadas del festival y los tipos de entrada complican las cuentas. Ni todos los asistentes que compran el bono completo acuden todos los días, ni la asistencia total puede ser una suma de los visitantes diarios. Además, si se calcula en función de las entradas vendidas, queda fuera del recuento el número de invitaciones, de pases.. etc.
Pese a estas dificultades, los promotores de los festivales, las empresas y los medios de comunicación continúan con cada edición el baile de cifras.
En el caso del Arenal Sound, uno de los eventos más importantes, se preveían cerca de 260.000 asistentes. La cifra ofrecida nada más acabar ascendió a los 300.000 sounders. La promotora ha estimado en 38 millones de euros su impacto económico y en 3.500 el número de empleos directos.
En Benicàssim, los cuatro días del FIB reunieron a 170.000 espectadores, siempre según el festival, con una media de 35.000 espectadores diarios. Durante el tercer día tuvo que colgar el cartel de ‘sold out’ gracias al concierto de Muse. La diputación de Castellón cifró el impacto económico en 50 millones de euros y más de 1.300 empleos, el 80% procedentes del pueblo, según la alcaldesa.
Respecto al otro grande de Benicàssim, el Rototom, todavía en desarrollo, la organización previó una asistencia de 250.000 personas. El impacto económico se calcula en torno a los 58 millones de euros y la creación de 5.000 puestos de trabajo en toda la provincia de Castellón. Estas cifras hacen que sea uno de los beneficiarios de las ayudas de la Diputación, por las que recibe más de 90.000 euros.
Sin embargo, comparando las cifras de los festivales entre sí y con las de la administración, las cuentas no salen. La corporación provincial de Castellón estimó en 58 millones de euros el impacto para el sector turístico y de servicios de los municipios donde se celebran y su entorno de influencia. Respecto al empleo, sus cálculos son de 2.000 puestos de trabajo directos, cifra inferior a la que aportan los organizadores tan solo del Arenal Sound.
Casualidad o no, los datos que aportan las promotoras de festivales siempre superan sus previsiones y parece que cada edición funciona mejor que la anterior. Más asistentes, más empleo, mayor impacto… pero sin un sistema eficaz de evaluación, que siga el baile de cifras.