Médicos sin Fronteras (MSF) ha informado que el pasado día 11 de mayo un número desconocido de atacantes asaltaron la clínica de maternidad de esta organización humanitaria en el hospital Dashte Barchi, en Kabul (Afganistán). Fue un ataque inesperado y por sorpresa; hubo explosiones y disparos durante horas contra el personal sanitario, las mujeres embarazadas que se encontraban en la clínica, las madres y los bebés ingresados en la maternidad. El brutal ataque fue un acto sin sentido de violencia cobarde que costó la vida a pacientes, niños y sanitarios. Mirado desde nuestra perspectiva, estos actos parecen accidentes de guerra. Pero es oportuno recordar que vienen repitiéndose desde hace varios años. En 2015 fue atacado un hospital de MSF en Kunduz y en enero de 2016 destruido por las bombas el de Shiara, en Yemen, además de otras instalaciones sanitarias en otros lugares de ese mismo país, en Razhe, Haydan, y Al Houban. Un mes más tarde fue bombardeado un hospital de MSF en Idlib, Syria, y destruidas otras instalaciones hospitalarias en Alepo, Homs y Damasco.
Un antiguo precepto internacional salvaguardaba la ayuda humanitaria en lugares de conflicto y las labores sanitarias y la atención a los heridos y enfermos en períodos de guerra. Parece que nos estamos acostumbrando a esa forma abominable de violencia y a la vulneración impune de los derechos humanos y del derecho a la vida. ¿Se trata de aberraciones ocasionales o de una estrategia de guerra dirigida a obstaculizar la asistencia al enemigo y expulsar a quienes en nombre del derecho a la vida se comprometen en atender a los enfermos y daminificados por la guerra, la represión y la pobreza? Sin duda, la mirada y el testimonio del cooperante humanitario incomoda. Y este tipo de sucesos expulsan a organizaciones como MSF de los lugares de conflicto, al no poder asumir el riesgo que representan.
Hasta ahora, a pesar de la incertidumbre y el riesgo, el equipo médico de MSF sigue atendiendo a los recién nacidos en la maternidad del hospital Dashte Barchi de Kabul, precisamente tras el ataque para cuidar a los heridos y brindar atención psicológica al personal afectado. Se han tenido que suspender las actividades médicas habituales, los pacientes se han evacuados a hospitales cercanos y el personal a lugares más seguro.
Nuestra degradación moral llega a tal punto que, desde hace unos cuantos años, quienes curan y asisten a nuestros enemigos, se han convertido en nuestros enemigos y todo ello sucede entre el silencio culpable de la comunidad internacional y el desinterés los medios de comunicación. Es lamentable pensar que quizá nuestras obsesiones nos están llevando a una forma degradada de autismo colectivo.