En un muro chico de una plaza del Carmen alguien escribió para el atento paseante: “Imaginar no es suficiente”. Completamente de acuerdo, el cambio se inicia con nuestra actitud. Precisamente, el cuarto principio enunciado por la League Of Pragmatic Optimists (LOPO) hace referencia a que somos lo que hacemos no lo que pensamos hacer. Con este objetivo, el pasado viernes un diverso grupo de ciudadanos nos contagiamos de optimismo urbano en el ámbito profesional gracias a València Vibrant. ¿Y ahora qué?
Ahora hay toda una ciudad por explorar y por rehacer. Considerando la palabra ‘vibrant’ como verbo en lugar de adjetivo, el futuro es el presente continuo que escribimos con nuestros pensamientos y nuestras acciones. Cada vez más existe una voluntad de compartir ideas en vez de protegerlas en parcelas estancas. Así lo comprobamos en la Rambleta, ese continente con contenido que impulsaron los vecinos de Sant Marcel·lí, convertido también en ‘la embajada de Russafa’, donde se habló y mucho (9 horas), de la necesidad de estrategia, modelo y relato de ciudad.
Curiosamente, estas palabras tan repetidas ya fueron usadas a principios de los 80 en un momento análogo al actual, crucial para la ciudad. Reflejo de aquella voluntad fueron todas las publicaciones y exposiciones que, desde la corporación municipal (socialista) o el ámbito universitario llevaban por bandera esta cuestión: el modelo de ciutat que querían vivir. “Llibre de la ciutat” (1983); “La ciutat que volem” (1985), “València la mar de bé” (1987) o “La Valencia de los 90” (1987) por citar algunos ejemplos. La finalidad al difundir estas propuestas era a la par que didáctica, el generar debates ciudadanos. Se escribió y se construyó gracias a ciudadanos activos, técnicos comprometidos y políticos responsables. La herencia más distinguida es el Jardín del Turia que tanto citamos en La Ciudad construida, pero también constan necesidades más cotidianas como la línea circular 89 / 90 de la EMT, la red de saneamiento o la aventurada reconfiguración de la identidad y gestión administrativa de la ciudad mediante la creación de los actuales diecinueve distritos que componen la ciudad, hoy de nuevo revisables.
Justamente, en el prólogo del trabajo “Els nous districtes de la ciutat de València” (1981), Ricard Pérez Casado mencionaba su utilidad para investigadores de distintas disciplinas calificándoles como ‘usuarios de nuestra publicación municipal’. En cambio, más allá de la propaganda habitual y de los ‘pdf’ guardados en los cajones de las fundaciones, hace ya tiempo que desde la administración pública se dejaron de escribir libros sobre Valencia con un contenido propositivo que pudieran generar ese debate urbano. ¿Por desidia, por temor o por indiferencia?
Escribir, exponer, debatir…¡Cuánta falta hace! Siempre decimos lo mismo. Puesto que en este sentido existe un vacío público, por nuestra parte, intentamos hacer divulgación urbana a través de este mismo blog, también como hace Terra Crítica; como escribían Carles Dolç i Just Ramírez cuando tenían nuestra edad en Equip d’Estudis Urbanístics; o como intenta Aula Ciutat a través de sus debates mensuales que han conseguido implicar en un mismo espacio a medios de comunicación, universidades y agentes vecinales. Sin embargo, muchas veces te invade la sensación de predicar para convencidos, de ser una minoría, aunque con influencia latente y mediática. Por suerte, en València Vibrant ([1])[1] el ambiente pareció ser otro más abierto y con caras nuevas, todas ellas mezcladas, sin prejuicios de quién es quién. Tal vez porque no se trataba solo de quejarse sino de valorarnos como profesionales porque queremos nuestra ciudad, es decir, queremos vivir y trabajar aquí. Además de nuestra voluntad y nuestro optimismo, importante, pero tampoco suficiente, ¿seremos capaces de reconstruir Valencia? ¿Cómo?
El Wabi-sabi indica que las cosas frágiles sobreviven por el modo en el que la gente se relaciona con ellas. El territorio de Valencia es frágil, se llama l’Horta: “una de las mostres més singulars i perfectes de cultura, de cultura agrària, que ha produït la historia de les societats humanes” ([2]). [2]Por lo tanto, la solución está dada de antemano, no hace falta inventar ningún relato, solo tenemos que cuidar lo que hemos sabido crear y potenciarlo. Además, la cualidad de Valencia es la suma resultante de diferentes capas narradas, se llaman barrios. Y en ellos se practica diariamente nuestra ciudad. Así de fácil y diverso.
Yo soy arquitecto, una de esas profesiones en fuga. Aún así decidí apostar por Valencia y aquí estoy, sobreviviendo con mucho trabajo. Sinceramente, es un riesgo que implica coraje y comporta frustración a la vez que satisfacción. Pero no estoy solo. Ahora toca escribir un nuevo capítulo de esta ciudad. A nosotros nos interesa esto. De nuevo, ¡dejadnos hacer ciudad!
[1] Gracias Ramon, Vicent, César, Quique y Eugenio por atreveros a organizar este acto tan estimulante.
[2] “El tramvia groc” Joan F. Mira, 2013.
