El pasado 26 de noviembre fue un viernes negro en lo que a la evolución de la pandemia se refiere en la Comunitat Valenciana ya que empezó a gestarse la onda expansiva que generó una tercera ola que alcanzó cotas extremadamente graves en territorio valenciano.
Pocas semanas antes, entre octubre y noviembre, la autonomía valenciana era la que menos incidencia acumulada en 14 días registraba por cada 100.000 habitantes en el conjunto de España. La estrategia valenciana que tan buenos resultados dio se focalizó en la detección precoz de brotes para cortar la transmisión del virus entre los contactos de los contagiados mediante una importante red de rastreadores, con un total de 1.619 por aquellas fechas (en la actualidad hay unos 2.200).
Sin embargo, ese viernes supuso el inicio de un aumento de las relaciones sociales que fue a más a medida que se acercaban las Navidades, lo que incrementó los contagios y superó la estrategia de contención diseñada.
El Gobierno valenciano detectó un aumento de casos en los días sucesivos y aumentó las restricciones poco antes de las fiestas navideñas. Así, cerró perimetralmente el territorio valenciano incluso a familiares y allegados, limitó las reuniones a seis personas y adelantó el toque de queda desde la medianoche a las 23.00 horas. Sin embargo, las medidas fueron a todas luces insuficientes.
La propagación del virus durante las fiestas se disparó y, aunque el 5 de enero ya se recortó el horario de la hostelería hasta las 17.00 horas y se adelantó el toque de queda a las 22.00 horas, fue entre el pasado 19 y el 24 de enero cuando se adoptaron las medidas más drásticas con el cierre completo de la hostelería y el ocio, de las instalaciones deportivas, el adelanto del cierre de comercios a las 18.00 horas y la prohibición de reuniones en domicilios particulares entre no convivientes, con algunas excepciones.
Además, se mantuvo el toque de queda desde las 22.00 horas y el cierre perimetral de la Comunitat Valenciana, incluido durante varias semanas las de las ciudades de más de 50.000 habitantes.
La conveniencia de adoptar medidas tan drásticas provocó fuertes tensiones en el seno del Gobierno valenciano (PSOE, Compromís y Podemos) desde las fiestas navideñas, especialmente entre el PSPV, más partidario de contemporizar en función del avance de la pandemia, y de Compromís, más favorable a implantar medidas más duras desde el inicio para doblegar antes con la curva de contagios.
Pocos días después, el 26 de enero, la Comunitat Valenciana se convirtió en la primera de España en incidencia acumulada por cada 100.000 habitantes en 14 días, con 1.423 casos, cuando la media estatal estaba en 893. Al día siguiente, la autonomía valenciana alcanzó el pico máximo de la tercera ola, con 1.459 contagios (899 en España) con un total de 4.594 hospitalizados, 624 de ellos en la UCI, solo por COVID-19.
Sin embargo, las restricciones empezaron a dar sus frutos. Desde ese momento hasta el día de hoy los contagios y las hospitalizaciones han caído en picado hasta situarse la autonomía valenciana con la incidencia acumulada más baja de todo el Estado, con 30 contagios por cada 100.000 habitantes en 14 días (132 de media en España). Actualmente, los hospitales cuentan con 489 personas ingresadas, 119 de ellas en cuidados intensivos.
El Gobierno valenciano mantuvo todas las restricciones hasta el pasado 1 de marzo, cuando inició una desescalada “prudente”, tal y como la definió el presidente Ximo Puig. A partir de ese día, volvieron a abrir tan solo las terrazas de la hostelería hasta las 18.00 horas y limitadas a cuatro personas por mesa, mientras el comercio volvía a cerrar a su horario habitual (20.00 horas), con un aforo del 50%.
Dos semanas más tarde, el 15 de marzo, se relajaron de forma muy leve las restricciones. En concreto, hasta el 12 de abril la hostelería puede abrir, además de las terrazas, los interiores al 30% de su aforo hasta las 18.00 horas. Además, los gimnasios y centros deportivos pueden volver a funcionar también con un aforo del 30% y con uso obligatorio de mascarilla hasta las 22.00 horas.
El resto de restricciones se mantienen como hasta ahora, las relacionadas con la prohibición de reuniones entre no convivientes en domicilios particulares, con el toque de queda de 22.00 a 06.00 horas y con el cierre perimetral de la Comunitat Valenciana.
El objetivo del mantenimiento de estas restricciones hasta pasada la Semana Santa es frenar el inicio de una eventual cuarta ola al tiempo que se avanza en el proceso de vacunación. En total, en la Comunitat Valenciana se han administrado 571.591 dosis, el 79% de las vacunas entregadas.
El presidente valenciano apeló recientemente a la “responsabilidad de los ciudadanos” para que durante la Semana Santa no echen “atrás todo el trabajo hecho” hasta ahora. Puig insistió en que si se pasa con éxito la Semana Santa, “más pronto que tarde” se podrán levantar las restricciones de movilidad ya que “no es voluntad de nadie” mantenerlas por los “muchos problemas económicos” que genera.