Noches ecuatoriales, lluvias más fuertes y junio como mes estival: las consecuencias presentes del cambio climático en el Mediterráneo

Laura Martínez

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Las noches tropicales van camino de ser historia en el litoral Mediterráneo español. No para pasar a una relajación térmica, sino para convertirse en noches ecuatoriales, tórridas, por encima de los 26 grados. El aumento gradual de las temperaturas mínimas es una de las consecuencias presentes del cambio climático, que en las regiones mediterráneas tiene ciertas particularidades por el efecto del mar y genera fuertes contrastes entre el litoral y el interior.

Las actividades económicas, la agricultura, las ciudades y las políticas públicas deben trabajar para adaptarse al nuevo contexto; por mitigar los efectos del cambio climático y por pura supervivencia. El catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante Jorge Olcina advierte esta y otras consecuencias inmediatas y de las ya vividas en Cambio climático en el Mediterráneo. Procesos, riesgos y políticas, una obra colectiva editada por Tirant lo Blanch y fruto de los seminarios de la Cátedra Prospect 2030, coordinada por el catedrático de Geografía Humana de la Universitat de València Joan Romero.

El cambio climático será el gran eje de las políticas públicas, indican los profesores, que subrayan la necesidad de “conciliar lo importante y lo urgente” desde la gestión pública. La publicación, presentada este miércoles en el Jardín Botánico de la Universitat de València, pone el foco en tres aspectos del cambio climático: la pérdida del confort térmico –con un aumento de las temperaturas mínimas–, los cambios en la forma de llover –con episodios torrenciales más frecuentes– y el calentamiento del Mediterráneo que afectará a las tormentas, el nivel del mar, la circulación marina y la distribución de las especies–. La catedrática de Geografía Física de la UV María José López se estima el aumento de la temperatura del mar en 1°C en los últimos 35 años, “un incremento que se produce fundamentalmente en los meses de junio y julio, cuando el ascenso es de 2 °C, puesto que la tasa de calentamiento es de 0,06 °C en el año”. “Observamos que el verano se avanza, se prolonga y se hace más intenso”, añade, mientras Maria José Estrela, experta en el mismo campo y también coautora de la publicación, indica que junio es el mes más crítico en cuanto al aumento de las temperaturas: “Ha pasado de primaveral a estival”, con fuertes contrastes entre el interior de la Comunitat Valenciana y el litoral, de hasta tres veces de diferencia en el crecimiento y con un 20% menos de precipitaciones anuales en la cuenca del Júcar.

El profesor Olcina señala que las ciudades y la economía deben trabajar para adaptarse al cambio climático, una “desgracia” que a su vez es una “oportunidad para hacer las cosas bien”, aunque España parte con una década de retraso. “Necesitamos acuerdos para reducir las emisiones e ir preparando los territorios, planificar teniendo en cuenta esas proyecciones de cambio climático. Necesitamos ciudades más verdes, con más sombras y con mejor capacidad de recogida de agua de lluvia; reconciliarnos con la naturaleza”, expresa el coordinador de la publicación a elDiario.es. “Hemos actuado de forma depredadora”, dictamina, al tiempo que considera que hay cambios que aún se pueden poner en marcha y aboga por huir de una visión catastrofista: “Hay que comunicar las consecuencias puntualmente, con informes serios, a partir de la verdad de los datos”.

Para el profesor Romero, responsable de la Cátedra Prospect 2030, las políticas públicas deben articularse en cuatro ejes: adaptación, mitigación, anticipación y regulación, “de una forma tan urgente como ambiciosa”. El catedrático valora los borradores de las leyes estatal y autonómica recién presentadas y urge, en línea con la consellera de Medio Ambiente, a revisar los trámites burocráticos que retrasan la regulación de la emergencia.

La ley valenciana de cambio climático y el Puerto de Valencia

El borrador de la ley valenciana de cambio climático quiere introducir el concepto de restauración y carácter reversible en las grandes actuaciones, siguiendo la estela de los tribunales europeos como el alemán, el inglés o el francés, que en el último año han dictado sentencias contra sus respectivos gobiernos por no atender a los acuerdos de París o a la emergencia climática en las infraestructuras. La consellera de Medio Ambiente, Mireia Mollà, apuntaba en la presentación que “ahora no podemos decir que no podemos evaluar la reversibilidad” en el impacto ambiental, con un mensaje velado a la Autoridad Portuaria de Valencia: “Preferiría no ser un Gobierno autonómico condenado por tomar decisiones irreversibles”.

La consellera valencianista aboga por modificaciones legales que eviten que las cuestiones urgentes se dilaten en la burocracia y aplicar la perspectiva climática como transversal en toda legislación: “El análisis de los efectos no puede conducirnos a la parálisis. Tenemos que dotarnos de las herramientas necesarias para mitigar una realidad que se evidencia día detrás día”, ha asegurado Mollà, que pretende que la norma que prepara su departamento sea la herramienta marco “para poder guiar y acertar las políticas de lucha contra la emergencia climática”.

Por su parte, el vicealcalde de València y responsable de Ecología Urbana, Sergi Campillo, ha puesto de relieve “el papel fundamental de las ciudades para la mitigación y adaptación al cambio climático”. Por su ubicación, “València es muy sensible al aumento de las temperaturas y de la frecuencia de fenómenos meteorológicos adversos, como por ejemplo las olas de calor o las DANA”, lo que lleva al consistorio a trabajar “hacia una ciudad más sostenible, mediante la infraestructura verde, a la vez que mejorando el paisaje, la eficiencia del consumo de agua, implantando pavimentos drenante que aportan más reguera a los jardines y potenciando el reto mayúsculo de la creación de comunidades de autoconsumo energético para reducir nuestra dependencia en los combustibles fósiles”.