En los últimos días estoy aterrada por la noticia del secuestro de más de 200 niñas en Nigeria para venderlas como esclavas o como esposas después de violarlas hasta 18 veces por día. Me horroriza el hecho en sí y, sobre todo, me alarma la lenta reacción de la comunidad internacional. ¿Se imaginan? Ustedes dejan a su hija en el colegio o en el instituto como cada mañana. Y cuando están trabajando les avisan de que ha sido secuestrada junto a sus compañeras por un grupo terrorista. Después se entera de que su hija posiblemente ha sido víctima de violaciones y de abusos sexuales. Y después…que va a ser vendida en algún país donde se trafica con menores. Y todo ello…ante el silencio e incluso la crítica a las familias por parte de su propio Gobierno.
Cuando estudiaba en la Facultad de Ciencias de la Información nuestro profesor de Redacción Periodística nos explicaba que siempre había que primar una noticia cercana frente a una lejana porque la proximidad de los hechos añade interés en el receptor. Pero también hablaba de otros valores que convertían un hecho en noticiable: interés humano, trascendencia, actualidad, alarma social… Creo que la noticia de las niñas de Nigeria reúne todas estas características. Como periodista de provincias, siempre me ha llamado la atención que en una tragedia con más de un centenar de víctimas mortales ocurrida más allá de nuestras fronteras, salvo en contadas ocasiones, el titular que ‘mandara’ en la portada de los periódicos locales del día siguiente del suceso fuera para los alicantinos, valencianos, sevillanos (en cada provincia el suyo) que habían sobrevivido a la tragedia. Como si lo que le pasara al resto no fuera con nosotros, no nos interesara, como si esas otras muertes no fueran capaces de conmovernos, de despertar nuestro dolor...
Creo no equivocarme al decir que las Redes Sociales, los diarios digitales, en definitiva, Internet ha logrado eliminar estas barreras y que nos enteremos casi al momento de lo que pasa en cualquier punto del planeta. Pero nuestra visión, nuestra interpretación de los hechos no ha cambiado. Porque ¿cómo es que no se ha producido todavía una protesta masiva de ámbito mundial para exigir la actuación de la comunidad internacional ante este secuestro en Nigeria?
Aquí en Alicante vivimos estos días la lucha por conseguir el indulto de la mujer de Benejúzar que quemó vivo al violador de su hija de 13 años en el año 2005. ¿Se imaginan el dolor que puede llevar a una mujer, madre de familia y sin ningún tipo de antecedente violento, a matar de esa manera a un hombre? ¿Se imaginan lo que pasaría por la cabeza de esa madre para llenar una botella de gasolina, rociar con ella al hombre que había violado a su hija siete años antes y prenderle fuego? ¿Y se imaginan el dolor de la hija (víctima de la violación) al ver ahora a su madre entrar en prisión?
Y ahora, ¿se imaginan el horror que están viviendo esas 200 familias en Nigeria? Aunque no sean alicantinas, ni valencianas, ni españolas… Aunque sean africanas, aunque sean negras.