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La nueva edad de oro de la algarroba, y los depredadores que la amenazan

De servir de alimento para caballos a ser un producto usado por la tecnología farmacéutica. La algarroba, uno de los frutos más característicos de los bosques mediterráneos está viviendo una nueva edad de oro con una gran diversificación de sus usos, desde el alimentario al industrial.

Este producto de las familias de las fabáceas, tuvo su importancia durante siglos cuando era una parte importante de la alimentación de los animales domésticos, y especialmente aquellos que servían para el trabajo en el campo, además de ser utilizada también de forma más reducida para la alimentación humana. Pero la vaina de la algarroba, y especialmente su semilla están teniendo nuevas aplicaciones que la están revalorizando: industria alimentaria, cosméticos, farmacia, química o textil.

La harina clásica que se produce de la vaina continúa utilizándose para piensos animales, y su alto contenido en azúcares la hace ideal para usarla en repostería e incluso como un sucedáneo del chocolate. No obstante la semilla está convirtiéndose en su parte más valiosa, de la cual se extrae la goma garrofín que se usa también en la alimentación como un tipo de estabilizante y espesante (el E-410), también en la industria farmacéutica (laxantes, cápsulas, pasta de dientes, diarreas infantiles), en cosmética (cremas de afeitar), en textil (engrosamiento y estampado), en química (pinturas, betunes y colas), e incluso para la fabricación de papel y productos para la minería e insecticidas.

Esta variedad de aplicaciones ha hecho que su cotización se haya disparado durante la última década. Ivan Monroig, agricultor de l'Alt Maestrat, una de las principales zonas de producción de la algarroba en la Comunitat Valenciana -que a su vez es la principal productora de España- explica que en los años 80 hubo un pico de precio que se situaba en 100 pesetas el kilo (unos 60 céntimos actuales) que en comparación con el crecimiento del nivel de vida era todavía superior al de ahora. Pero según los estudios de la Unió de Llauradors, en la última década el precio se ha multiplicado, desde los 20 céntimos el kilo en 2012 al 1,70 euros de 2022.

Monroig apunta que el algarrobo es un árbol “muy agradecido” porque necesita pocos cuidados, y que simplemente con limpiar su zona de malas hierbas un algarrobo medio de unos 200 años puede dar una producción anual de hasta 400 kilos, poca inversión en cuidados y mano de obra, por lo que la rentabilidad es más que palpable.

Por otro lado subraya que este tipo de árbol también es un buen aliado para la lucha contra los incendios. El algarrobo, con una raíces que almacenan mucha agua en invierno, resisten los incendios y rebrotan fácilmente después de sufrir las llamas, además estas fuertes raíces fijan mucho el suelo en el que se encuentran y previenen la desertificación de los montes, además de proveer de variedad botánica con una especie autóctona.

Los depredadores

Pero este auge de la algarroba está atrayendo a grandes inversores y a ladrones que pueden acabar estrangulando a la gallina de los huevos de oro.

El mismo Monroig explica que al sector están llegando fondos de inversión como ya lo han hecho a otros sectores como el citrícola. Estas inversiones están reconvirtiendo plantaciones agrícolas en algarrobales con la perspectiva de grandes beneficios. Así apunta que hace una década los viveros vendían aproximadamente unos 600 plantones de algarrobo al año, y ahora llegan a los 200.000 con un precio de entre 25 y 30 euros el plantón; y mientras las explotaciones tradicionales tienen una densidad media de unos 40 árboles por hectárea, las nuevas explotaciones intensivas llegan a los 100, “las ramas de los árboles llegarán a tocarse de unos a otros, y eso tampoco es sano para ellos”.

No obstante esta incursión inversora no está reventando todavía el mercado porque el algarrobo es una especie de largo recorrido por su lento crecimiento: hasta los 4 años no empiezan a dar sus primeros frutos, pero no es hasta los 15 años cuando un árbol empieza a dar una cosecha aceptable que debería rondar los 70-80kg. Por ello señala que el peligro puede llegar dentro de 8 o 10 años, si los inversores no se han cansado antes por la falta de rendimiento inmediato y emigran a otro tipo de cultivos. Actualmente alrededor de tres cuartos de la producción de algarrobas son fruto de árboles que tienen un mínimo de 70 o 80 años, pero en 7 u 8 años podría igualarse con los individuos más jóvenes.

Por otro lado existen otro tipo parásitos de estos cultivos, los ladrones. Su alto precio y la fácil recogida de las algarrobas y su transporte atrae a los amigos de lo ajeno. Esto ha llegado a ser un gran problema para muchos pequeños productores que han visto como los robos se organizan y se cronifican, ya que los hurtos con valor de menos de 400 euros apenas tienen consecuencias penales y los ladrones dosifican sus apropiaciones. Esta avaricia de los usurpadores ha llegado a provocar robos de cosechas enteras verdes que han estropeado el producto y lo han hecho inservible para cualquiera.

Sobre este problema en concreto Monroig explica que los productores piden más vigilancia a la Delegación del Gobierno para evitar este tipo de robos, pero sobre todo señala que esto se produce porque hay un mercado negro: “si se persiguen y se multan a los almacenes que compran sin documentar el origen del producto y luego lo blanquean, se acaba el mercado negro”.

Con todo Monroig afirma que si el gobierno ordenara la producción como ha hecho tras la avalancha del caqui la rentabilidad se asegura, pero a su vez también señala que ahora la cotización en el mercado es buena. Concluye así que actualmente la algarroba es rentable mientras se pague a partir de un euro el kilo, por lo que se tendrá que esperar a ver como evolucionan los precios en los próximos años, “pueden pasar muchas cosas”.