Ocasio, las midterms, la izquierda y su aprendizaje en el contexto español

La noticia salió de entre las risas contenidas de los periodistas en el telediario ultraconservador de Fox News: la congresista más joven de EEUU, Alexandria Ocasio-Cortez, no va a tener dinero para alquilarse una casa en Washington hasta que no tome posesión de su cargo. Aquello se ha convertido en un ejemplo metafórico de la revolución política que se está produciendo en el seno del Partido Demócrata que comenzó con Bernie Sanders y que su onda expansiva llega a nuestros días. “Supuestamente las mujeres como yo, no deberían postularse para un cargo político; yo no nací en una familia rica o poderosa.”, así comenzaba su anuncio de campaña en la que consiguió ampliar los márgenes de lo meramente posible y hacer realidad que una persona que hasta hace cinco meses trabajaba como camarera, se convierta en la representante de más de seiscientos mil estadounidenses en el decimocuarto distrito congresual del Estado de Nueva York, sin apoyos multimillonarios. En eso consiste la política o, al menos, la mejor.

¿Qué aprendizaje debería sacar la izquierda en la victoria de Ocasio para nuestro país? Sería erróneo trasladar acontecimientos de otros países a nuestro encaje estatal. Sin embargo, los movimientos del sector más progresista del Partido Demócrata trasladan claves interesantes que se asemejan a nuestro escenario político. Para empezar, la crisis institucional. Un dato nos aportó el pasado CIS de Septiembre: en 1979, con la Transición, ETA y los ruidos de sables, se concebía una mejor situación política que la actual. Por lo tanto, la brecha ciudadana con la política tradicional y a las principales instituciones del Estado sigue vigente. Y, como muestra, el sonrojo general hacia una irregular Sentencia del Tribunal Supremo para beneficiar los intereses bancarios. Sería un grave error estratégico por parte de la izquierda no analizar nuestro contexto fuera de esa premisa.

Hay otro factor que hay que tomarse en serio: el resurgimiento de la ultraderecha. El movimiento 15M supuso una vacuna en nuestro país contra los nuevos fascismos que afloraban por Occidente. Ahora, desgraciadamente, el virus ha mutado y ha adoptado nuevas formas de discurso aparentemente antiestablishment que figuras como Trump o Bolsonaro están asumiendo para enmascarar políticas xenófobas, machistas y plutocráticas. En nuestro país, cuando antes asumamos que Vox ha venido para intentar quedarse, antes lo podremos evitar. Sería un fallo de enormes proporciones permitir, por dejación de funciones, que la nueva ultraderecha se convierta en el nuevo referente anti-sistema en España.

Resulta fácil caer en la tentación de elogiar las nuevas formas que está asumiendo la ultraderecha y creer que es la fórmula adecuada. Si lo hiciéramos, ya habrían ganado. Cuando nos invada ese pensamiento, recordemos a Ocasio que, con un programa dirigido a las clases populares, está conquistando apoyos y combatiendo en primera línea las políticas de Donald Trump. No es fácil definirse socialista en los Estados Unidos pero, ¿y si lo haces defendiendo una educación y sanidad universal, pública y de calidad? Sin embargo, en nuestro puzzle particular nos obliga a añadirle una pieza más que el de Ocasio no tiene: ¿seremos capaces de encontrar una identidad nacional integradora que nos haga sentir orgullo defenderla? Posiblemente resida ahí la clave para futuras victorias electorales.