Cuando yo era un mozalbete, las películas, antes de estrenarlas en España, se proyectaban primero en Zaragoza. Así se comprobaba la aceptación del público para decidir cuántas copias debían distribuirse, cuántos días se debían mantener en cartel y cuántos actos promocionales requería el lanzamiento de aquellos largometrajes. Zaragoza presumía de ser una ciudad ni fu ni fa, que congregaba a ricos y pobres, a funcionarios y trabajadores por cuenta ajena, a militares y civiles, a jóvenes y mayores, a hombres y mujeres, a delincuentes insaciables como Roldán y a benditos cantautores reivindicativos como Labordeta. Aquello constituía un MixMax perfecto, una sociedad híbrida representativa de todo el país. Allí se experimentaba con la venta de perfumes, con los diseños de moda o se testaba la promoción en el mercado de algún cachivache electrónico.
Me huelo que ahora, aunque los ivanes redondos de turno no lo quieran reconocer, València es ya la capital de las ofertas electorales, el banco de pruebas para los experimentos de nuevas y de añejas gobernanzas. València ha tomado el relevo. Tenemos de todo por aquí: grandes traidores, como Toni Cantó; consumados tránsfugas, como Toni Cantó y artistas del postureo oportunista, como Toni Cantó; si por él fuera seríamos la capital de los desertores. Pero aparte de ese actor que le echa mucho morro a su carrera política tenemos de todo en el batiburrillo de las siglas políticas. Los populares han clausurado su Convención Nacional en ¿dónde?... en València, por supuesto. Los socialistas van a celebrar su 40, así en números redondos, Congreso Federal en… València, claro está. Tenemos votantes en conserva de todo credo y condición para que no se diga.
En València, dónde sino, puede que se reúnan próximamente la vicepresidenta y titular de Trabajo, Yolanda Díaz ; la portavoz de Más Madrid, Mónica García, que ejerce de jefa de la oposición a la presidenta Ayuso; la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau y la anfitriona, la vicepresidenta valenciana, Mónica Oltra. El escenario de ese encuentro de fuerzas a la izquierda de los socialistas, feministas y ecologistas, acaparará los focos mediáticos de media España.
Nuestra Comunitat no tiene desperdicio alguno. Tenemos ciudades densamente pobladas, la 3, la 11 (Alacant) y la 19 (Elx) del mapa urbano español (el número complementario, el 38, Castelló, también cuenta) y, por el contrario, zonas en riesgo de quedar deshabitadas; tenemos una agricultura pujante y una industria puntera y diversificada. Los valencianos gozamos de la capital turística por excelencia –Benidorm- y nos reconocen por nuestras originales fiestas y por nuestra universal paella. Somos moderadamente nacionalistas, y a veces exageradamente españolistas. Somos un cocktail suave, pero con algún toque indómito de alta graduación. Cuando hubo una epidemia de corrupción, aquí fuimos innovadores, incluso incubamos nuevas variantes más sofisticadas de aquellos detestables virus del saqueo a lo público. Sin duda, somos un buen banco de prueba para todo.
Para experimentar estrategias políticas también somos un buen tubo de ensayo. El mapa electoral autóctono está muy reñido, según las encuestas. Somos un territorio grande y representativo y, seguramente, nuestra opinión influirá en los resultados de los próximos comicios. Somos un reflejo de lo que pasa en España: cuando está de moda que manden unos, nosotros nos apuntamos a ese club de fans; cuando triunfan las copas, nosotros vamos del mismo palo. Ahora, por suerte, comienzan a mirarnos de otra manera, más interesada. Cuando el líder del PP, Pablo Casado, necesita un baño de multitudes acude a la orilla del Mediterráneo para llenar una plaza de toros; cuando Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, congregue a más de mil delegados lo hará en València. Aquí se verán las caras dos ex de campanillas: Felipe González y Rodríguez Zapatero, dos versiones distintas de entender la política y, por tanto, la vida. En el PSOE, como en nuestra Comunitat, también hay un poco de todo: dos almas embutidas en un solo cuerpo electoral.
Políticos del mundo entero… ¡bienvenidos a la nueva Zaragoza, al paraíso de los cargos orgánicos! València os espera con los brazos abiertos. Ya somos la capital de las convenciones políticas, de los congresos de partido y de los sondeos oportunistas. Somos tremendamente plurales, aunque algún envidioso de forma tendenciosa nos tache de veletas.