Las tecnologías emergentes han venido a revolucionar el mundo, tanto en lo industrial, lo económico y lo social. Herramientas como la IA o la realidad aumentada que comenzaron a abrirse paso en fábricas o laboratorios para mejorar procesos y productos y se han trasladado a nuestra vida cotidiana, cambiando nuestra forma de relacionarnos y de consumir.
El sector cultural y creativo no está exento de esta revolución. En lo que se refiere a las tecnologías emergentes, estas parece que han ampliado el alcance y la profundidad de este consumo. La realidad extendida ha llevado la experiencia de entretenimiento a nuevos niveles, permitiendo que las narrativas se desplieguen de maneras inmersivas e interactivas. Las plataformas de transmisión en vivo y la inteligencia artificial personalizan las recomendaciones, creando experiencias más relevantes, auténticas y personalizadas.
Y si nos preguntamos sobre qué público explorar la intersección entre el consumo cultural y las tecnologías emergentes está teniendo un mayor impacto, la respuesta nos lleva a la Generación Z. Estos chicos y chicas de entre 13 y 25 años se han convertido en una fuerza impulsora en la creación y consumo cultural, en parte por el efecto catalizador que tuvo la COVID-19. Han crecido (y siguen haciéndolo) en un mundo donde la información y el entretenimiento están al alcance de un clic y no hacen grandes diferencias entre la “alta” y la “baja” cultura, la consumen indistintamente, y la conciben como algo que se co-crea y comparte a través de diversas plataformas digitales.
Esta generación está liderando una revolución en el consumo cultural (y su posible monetización) a través de las tecnologías emergentes. Este fenómeno no sólo redefine cómo experimentamos la cultura y el entretenimiento, sino que también desafía las normas establecidas y fomenta la creatividad y la inclusión. Sin embargo, también plantea desafíos relacionados con la gestión del tiempo en línea, la privacidad y la evaluación crítica de la información, así como grandes oportunidades para el sector.
Lo cierto es que toda esta industria cultural, y nuestro país es ya pionero en este ámbito, tendrá que transformarse para tener un futuro y presentarse con atractivo a esta Generación Z que, como ya hemos comentado, apenas concibe un consumo cultural o la interacción social que no sea a través de estas tecnologías emergentes.
La Gen Z prefiere consumir música, películas y programas de televisión a través de plataformas de streaming en lugar de métodos tradicionales. Accede a la información y controlan dispositivos mediante asistentes virtuales. Utiliza intensamente plataformas de redes sociales como Instagram o TikTok para compartir experiencias culturales, expresarse creativamente y descubrir nuevas tendencias. Estas plataformas fomentan la participación activa y la creación de contenido. La Generación Z valora el contenido generado por el usuario, ya sea música en SoundCloud, videos en YouTube o creaciones en plataformas como TikTok. La participación y la expresión personal son fundamentales.
También esta generación muestra interés en experiencias inmersivas y tecnologías como la realidad virtual y aumentada para interactuar con la cultura de maneras novedosas, ya sea a través de juegos, eventos online o visitas virtuales a lugares de interés cultural.
¿Cómo trasladar el arte desde este nuevo paradigma? ¿Qué nuevos lenguajes nos van a servir para transmitir y llegar a estas nuevas generaciones? ¿Qué ventajas plantean las tecnologías emergentes a la hora de popularizar el contenido cultural? ¿Lo hará más accesible sin perder calidad?
Con este objetivo celebramos la sexta edición del Congreso Internacional Atenea, que se celebra en Valencia los días 23 y 24 de noviembre. De la mano de destacados gestores culturales y expertos en tecnología aplicada a este ámbito, exploraremos esta relación entre acceso a la cultura y tecnología para analizar qué retos y oportunidades presenta para la industria cultural.
*Javier Iturralde de Bracamonte, coordinador general IV Congreso Internacional Atenea, director de Zetalab Global y doctorando industrial en la Universidad Politécnica de Valencia