Es difícil encontrar en el calendario fechas en las que el PP y sus dirigentes no sean protagonistas de algún caso judicial. Decenas de miles de páginas de sumarios, investigaciones, juicios y sentencias tienen como argumentos la ilegalidad y el saqueo, la financiación fraudulenta y las tramas de corrupción en administraciones públicas donde los populares se desempeñaron en el poder a lo largo de varias décadas. Desde que Alberto Núñez Feijóo está en la presidencia del PP, se ha conocido la tercera sentencia del caso Gürtel que condena a esa formación política como partícipe a título lucrativo de la corrupción, ha comenzado en València el juicio a Marcos Benavent, el 'yonqui del dinero', en una de las piezas del caso Taula, y la jueza del caso Erial ha puesto a Eduardo Zaplana camino del banquillo por supuestos delitos de cohecho y blanqueo de capitales procedentes de mordidas cobradas en adjudicaciones de las ITV y del plan eólico valenciano. Una investigación que ha revelado un botín de al menos 15 millones de euros en paraísos fiscales.
La reacción de Feijóo ante la última condena de la Audiencia Nacional fue flemática. “Ni la leí, ni me preocupa”, dijo sobre la sentencia, para añadir que el PP debe pedir disculpas y “asumir las cosas que se hicieron mal” con “deportividad”. Ese espíritu “deportivo” es un clásico del expresidente gallego. Solo hay que repasar sus reacciones en los momentos en los que el PP y sus dirigentes tendrían que haber ofrecido explicaciones convincentes de su forma de actuar y haber tomado medidas. Valgan de ejemplo sus actitudes en algunos de los momentos clave de la trayectoria de Eduardo Zaplana, aquel político ambicioso que necesitaba hacerse rico, como confesaba en las grabaciones del caso Naseiro (un caso que tomaba el nombre de un tesorero gallego del PP, por cierto) cuya anulación despejó el camino para que acabara siendo presidente de la Generalitat Valenciana y ministro de Trabajo del Gobierno de José María Aznar, del que también fue portavoz.
En 2007, tres años después de la masacre del 11M en Madrid, en la que murieron 193 personas y hubo miles de heridos, Feijóo respondió a una pregunta en la Cope sobre la existencia de dos líneas en el PP encabezadas por Zaplana y por Alberto Ruiz Gallardón sobre los atentados, una que defendía la teoría de la conspiración que Zaplana y Ángel Acebes habían sostenido ante la opinión pública en los turbulentos días previos a las elecciones generales del 14 de marzo, que el PP acabó perdiendo, y que implicaba a ETA en lo que a todas luces era un golpe del terrorismo de inspiración islamista, y otra más partidaria de asumir la realidad. Feijóo aseguró que había “discusiones y dudas” sobre el 11M, pero añadió: “Queremos saber no sólo quién lo ejecutó, sino también quién estaba detrás, cuál era la cadena logística, si hubo contactos con distintas bandas terroristas como ETA, etc.”.
Como portavoz del principal partido de la oposición en el Congreso durante esa legislatura, Zaplana persistió en el engaño, formuló varias preguntas parlamentarias y protagonizó intervenciones en las que abundaba en la teoría de la conspiración. Cuando en 2008 se retiró “temporalmente” de la política para asumir un cargo de alto ejecutivo en la compañía Telefónica, Feijóo no vio puerta giratoria alguna que recriminarle en aquel movimiento. Hasta el extremo de que agradeció “la valentía y el coraje” del político valenciano y elogió que empresas privadas “hagan ofertas de trabajo importantes” a dirigentes de la derecha. “En otros partidos es más difícil que a un dirigente le hagan ofertas de trabajo importantes”, presumió.
No está claro que la admiración fuera recíproca, ya que en una conversación grabada en el marco de la operación Lezo con Ignacio González, a quien se investigaba, Zaplana comentaría que Aznar tenía “un odio africano a Mariano Rajoy” y que aceptaría que el líder del PP fuera cualquiera. “Si es Feijóo, pues Feijóo”, decía con cierta displicencia. No tanta como la que en aquella misma conversación Zaplana dedicaría a Rita Barberá, la exalcaldesa de València: “Rita era un bluf absoluto que tenía cinco alrededor que le hacían las cosas y la gestión. Ella iba, se reía, se tomaba un whisky con alguno, que eso lo hacía como Dios, y nada más”.
Pese a todo, en mayo de 2018, tras la detención de Eduardo Zaplana en una operación denominada Erial que dio al traste con la sensación instalada de que el político de los años de plomo de la corrupción lograría al fin y al cabo eludir la acción de la justicia, Feijóo declaró su “sorpresa” y “tristeza”. “Le ha sorprendido a mucha gente porque no conocíamos ninguna información de forma directa o indirecta” confesó en un tono poco convincente. Sin duda, en su doble acepción de seguir las normas de corrección y de aceptar con buena disposición las circunstancias adversas, la “deportividad” del flamante líder de la derecha española es antológica.