El PP ha perdido todo sentido de la realidad y cualquier mínimo sentido de la responsabilidad de Estado que le quedara. Vincular a la izquierda con Hamás es el ultimo episodio de una deriva intolerable, pero sobre todo altamente peligrosa con la que intentan agitar la calle para boicoter la investidura de Pedro Sánchez. Otra de las víctimas colaterales es Felipe VI. Felpudo, ‘preparao’, pelele de la agenda 2030, indigno, cómplice. Los insultos se suceden en las redes sociales desde cuentas vinculadas a PP y Vox, con mensajes guerracivilistas que llegan a invocar al Ejército y que también se insinúan desde la caterva de medios digitales que están protagonizando una época oscura del periodismo.
No les importa nada, ni la amnistía. Lo que les inquieta es que no son ellos quienes están en el poder. El otro día un amigo me mandaba dos portadas históricas de un periódico conservador con una pregunta irónica: ¿esto es periodismo? En una podía leerse bajo la fotografía de los protagonistas: González se humilla ante Pujol y compromete los intereses generales para continuar en el poder. En la otra, Aznar y Pujol: Pacto para la gobernabilidad de España en los próximos cuatro años. En la imagen ambos se dan la mano mientras sonríen.
Es evidente que se trata de una cuestión de propiedad. El poder es de la derecha. Los demás son usurpadores. Cuando gobiernan piden unidad y respeto, como han hecho con motivo del 9 de Octubre Carlos Mazón y María José Catalá. Los mismos que acusaban de sectarismo y crispación hoy claman por la libertad mientras censuran la cultura, imponen el folclore y vuelven a desempolvar las señas de identidad para reiniciar la batalla con la que poder tapar, de nuevo, todas sus carencias.
Hace unas semanas, Felipe VI visitó València con motivo de la Noche de la Economía. La nueva (anticuada) alcaldesa, llevada por el fervor, acabó su intervención con un Viva España, Viva el Rey que fue respondido desde el auditorio con un efusivo ¡Viva! Se le erizaría el vello a más de un presente. Seguro que hasta caería alguna lágrima de emoción sobre la moqueta. La alcaldesa se debió sentir orgullosa por el deber cumplido. Por el postureo bien ejecutado.
Pero, ¿el Rey? A mi me dio un poco de vergüenza ajena y pensé que a su Majestad le debe de suceder algo parecido. Vas a un espacio como este, en un acto con agentes económicos, sociedad civil, los políticos de turno y va una y se deja llevar por algo que en ese contexto parece fuera de lugar. Yo ni soy ni seré ni quiero ser reina, pero por un momento me puse en su piel y solo sentí bochorno por algo trasnochado que, creo que coincidirá conmigo Felipe VI, resta más que suma.
Con estos mimbres, la Casa Real teme que el 12 de octubre los pitidos se dirijan hacia Felipe VI. En València no somos ajenos a estos comportamientos. Cada 9 de Octubre, las calles se llenan de intolerantes que insultan a los políticos de izquierda que participan en la Procesión Cívica alentados por una derecha que cuando gobierna pide unidad, respeto y libertad. En los años 80 llegaron a lanzar cócteles molotov contra el balcón del Ayuntamiento, presidido por el socialista Ricard Pérez Casado, a quien agredieron varias veces sin que se practicaran detenciones.
Desde entonces, la extrema derecha se ha apropiado de la calle con total impunidad. En el año 2017, las brutales agresiones de los grupos de ultraderecha a los manifestantes de la tarde se retransmitieron prácticamente en directo generando, por fin, una gran alarma social. También es cierto, que cinco años después, el juicio se ha quedado suspendido hasta marzo de 2024 aunque, al menos, ahora sí, se les juzgará.
Este año se ha notado que han recuperado el poder. La derecha ha replegado los aguiluchos y las esvásticas, los brazos en alto y los gargajos, siguiendo las consignas del PP, salvo los exaltados habituales que andaban despistados gritando traidores a los mandos del Ejercito y la Policía Nacional e insultando a los de siempre. Por lo demás, todo aplauso y una alcaldesa que acabó protagonizando una pantomima ridícula, ella sola en el balcón consistorial con la Senyera. La cámara de À Punt grabando su emoción, mientras el resto de los participantes de la Procesión Cívica permanecía bajo, cantando el himno y ofrendando glorias a Catalá. Todo muy Leni Riefenstahl desde el balcón que levantó Franco.
El comisario de Naciones Unidas Pablo Greiff advierte que es una “anomalía absoluta” esta apología del franquismo, pero ahí siguen, nunca se fueron. Nadie se los tomó en serio y se están reproduciendo como Gremlis en el caldo de cultivo que son las redes sociales y el culto a la ignorancia en el que vivimos. Así que sí, Majestad, saque el paraguas el 12 de octubre porque todo apunta a que la borrasca de patriotas enfurecidos descargará sobre usted. Recuerde, nadie está a salvo de la bestia. Es insaciable. Parece mentira que se nos haya olvidado.