La ministra de Educación y Formación Profesional, Isabel Celaá, ha resuelto rechazar que la Ética sea una asignatura obligatoria en 4º de la Educación Secundaria Obligatoria, lo contrario a lo que defendían grupos como Unidas Podemos o el Grupo Plural. El PSOE ha argumentado para su voto en contra que ya hay demasiadas materias en 4º de la ESO y que para incluir Ética habría que quitar alguna. Defenderé en este artículo que al elaborar un currículum coherente para una buena formación del alumnado –ante el cada vez más ampliado cúmulo de conocimientos teóricos, científicos y tecnológicos- es cierto que es difícil escoger. Pero que, si hay una asignatura necesaria, y en la base de todas las demás, es precisamente la Ética.
Vaya por delante que lo que es éticamente urgente es que -¡por fin!- la Religión salga de la enseñanza pública. Todos los profesores de institutos que conozco me cuentan cómo los docentes de la religión católica se pasan las clases poniendo películas sobre la fe, y haciendo catequesis de lo bueno que es ser sacerdote o diácono. Tras ello, puntúan con sobresalientes para tener alumnado. Ni siquiera enseñan su moral concreta y muy discutible, que no es lo mismo que la Ética. Y hasta su moralina grasienta –es decir, un conjunto de normas para juzgar la conducta humana mezquina, superficial y falsa- está plena de dogmas y de sesgos científicos. En la sacrosanta cuestión del aborto, por ejemplo, eluden explicar que para San Agustín, para Santo Tomás de Aquino y demás escolásticos, siguiendo la teoría del hilemorfismo de Aristóteles, un feto no es una persona, no tiene alma, pues los dos principios esenciales para ello –la materia y la forma- no se han constituido. Fue muy tarde, en 1869, cuando el papa Pío IX determinó que se era persona con alma desde el momento de la concepción. Leen mucha teología los movimientos católicos “pro-vida”. Para el filósofo moral James Rachels “lo correcto y lo incorrecto no deben definirse en términos de la voluntad de Dios; la moral es cuestión de razón y conciencia, no de fe religiosa; y en todo caso las consideraciones religiosas no dan soluciones a los problemas morales específicos que confrontamos”. Me atrevería a decir que no es realista, que es inviable el consejo de Jesús “ama a tu prójimo como a ti mismo”: de lo que se trata en la ética es de respetar al prójimo como a ti mismo. Esperemos que el PSOE dé el paso y desaparezca de las aulas la religión.
Lo asombroso es que un partido humanista y laico como el PSOE se haya opuesto a una asignatura histórica y fundamental como es la Ética. Es cierto que la educación en ética puede articularse a través de asignaturas como filosofía, biología, historia, ciencias sociales… pero la transversalidad de ella –que sin duda el profesorado ejemplificará en su materia cuando toque- no elude la necesidad de su especificidad como asignatura. Es cierto también que el “currículum oculto” –es decir, aquel que se transmite de manera implícita y que no aparece escrito, pero es latente y tiene gran influencia tanto en el aula como en la propia institución educativa- va a conformar con el ejemplo las actitudes, el juicio y el comportamiento de niños y jóvenes: el profesor que actúa de forma ética con sus alumnos entrega un importante modelo de cómo insertarse en la sociedad de una forma sana.
Esto no es óbice para que la Ética sea una asignatura troncal obligatoria para todos. Saber por qué es mejor hacer una cosa que otra, discernir lo correcto de lo incorrecto, la virtud del deshonor, enjuiciar las acciones con autonomía, conseguir la libertad y el arte de vivir o el saber vivir, o fraguar tu felicidad: todo ello, para que en la memoria quede grabado por siempre, no dudo que es necesaria la ética. (No así la religión, y ahí tenemos la hilera interminable de corruPPtos meapilas). John Dewey decía que la Pedagogía es el arte de hacer éticos a los hombres. La idea de la libertad como bien viviente que tiene en la autoconciencia su saber y su querer por medio de su actuar es la eticidad hecha realidad. Esta Moral laica, esta ciencia que trata de las acciones humanas en torno a su bondad o malicia, es una obligación educativa pues regirá por siempre nuestra conciencia y libre albedrío. Solo así vivirán para que sus decisiones tengan los mejores resultados para la humanidad que deseamos, teniendo en cuenta las contradicciones que la vida humana nos entrega. Solo estudiando ética se comprende ese acuerdo sólido de valores vinculados a la vida en una sociedad que aspira a profundizar la democracia, acuerdo que cristalizó inicialmente en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.
Gracias al estudio de la ética, se pueden dejar de lado los grandes conceptos especulativos del mundo y del ser humano que dogmatizan las religiones, reflexionando en conceptos comunes prácticos y en la afirmación de convicciones relacionadas con la acción. Otra evidencia de que es necesario enseñar unos principios éticos superiores, comunes y universales, es la fragmentación de las moralidades que conllevan las múltiples familias, o el hecho de las pugnas dogmáticas entre religiones; sus morales, además, son normas aceptables según quién, pero la ética nos hace enjuiciar por qué consideramos unos comportamientos y no otros. La ética favorece la dignidad y el constructo moral, además del conocimiento y aprendizaje crítico. Grandes pedagogos como Henry Giroux, Paulo Freire, Michael Apple, Gimeno Sacristán, Jurjo Torres, Marguerite Altet o Peter McLaren, han insistido en el pensamiento crítico desde la educación para no ahogarse ante la ola perversa del neoliberalismo; solo mediante la ética los y las adolescentes pueden llegar a entender los fundamentos de su papel en la sociedad, y posicionarse como personas importantes para la convivencia. Y gracias a ella, como que es el máximo logro de la capacidad humana, se pueden repensar los propios principios éticos, la democracia y los derechos humanos. Se puede conocer cómo han resuelto sus problemas otros pueblos, y se puede repensar el modelo idóneo de globalización. Decía Joan Fuster “… La ‘moral dels nostres avis será literalment inutilitzable per als nostres nets.(…) A una societat nova haura de correspondre una ética nova, una cultura nova…” Ser empáticos, resolver los conflictos intrapersonales e interpersonales, saber tomar decisiones requiere también de la reflexión desde el estudio de la ética.
La educación ética se puede impartir de maneras diferentes, y enseñar cómo las diversas teorías de los grandes filósofos han respondido a estas preguntas: 1- ¿Qué debo hacer? 2- ¿Quién puede decirme lo qué debo hacer? 3- ¿Puedo conocer lo que está bien y lo que debo hacer? 4- ¿Cuáles son las acciones correctas? A partir de aquí irán saliendo múltiples debates sobre problemas inesquivables de nuestra complicada época. Por supuesto, dejemos bien claro que, como decía Adam Shaff en su estudio sobre Karl Marx, “una desrelativización de la moral solo es posible en una sociedad en la cual la explotación del hombre por el hombre ya no sea una realidad omniabarcante que atraviesa todas las esferas de la vida social e individual”.
No sabemos si los saberes enseñados ahora en la escuela son los más pertinentes para entender el mundo y actuar, ni si preparan para la vida futura. Ya no se puede, como en el Renacimiento, ser polímata. La ampliación y profundización de conocimientos y materias científicas que están fuera del currículo nos desborda. Por ello también, a la base de todos los conocimientos y competencias está la Ética: ella y solo ella nos permite saber transmitir aptitudes y actitudes que permitan a cada uno construir, en las diferentes etapas de la vida, las competencias que llegue a necesitar.