El PAI de Benimaclet solo interesa al 2 por ciento de los vecinos del barrio

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Les juro que no me lo invento. El dato lo he sacado del cuadro 1.2 de la Encuesta sobre inquietudes urbanísticas de la ciudadanía residente en el barrio de Benimaclet encargada por la concejala de Urbanismo Sandra Gómez, que es quien manda en este asunto. Aparentemente, la encuesta se hace para pulsar la opinión del barrio sobre ciertas cuestiones. En realidad ─estoy absolutamente convencido de ello─ su verdadero objetivo es orientar esa opinión en determinada dirección y legitimar la decisión firme de no reducir ni un metro cuadrado la edificabilidad de su PAI haciéndola pasar por democrática y beneficiosa para el barrio.

No es este el lugar para discutir la solvencia técnica de un sondeo realizado por un instituto que se define a sí mismo como “de investigación de mercados” (quizás haya un mercado de inquietudes urbanísticas y yo no me he enterado). Sí debo señalar, no obstante, que la forma en que se están dando a conocer algunos de sus resultados en los medios que la señora Gómez y compañía utilizan como caja de resonancia induce a confusión al lector no avisado y es distorsionadora. Pero, en fin, para eso se ha hecho, para confundir al personal enfatizando lo que conviene y obviando lo que molesta, como ese dato. Es una de las respuestas espontáneas a la pregunta sobre las “principales cuestiones que debería abordar el Ayuntamiento para la mejora del barrio”.

Un sondeo de opinión no pretende tanto captar hechos como la percepción subjetiva que se tiene de ellos. Por tanto, si se quiere ser transparente con la ciudadanía, sus resultados (todos) deben presentarse debidamente contextualizados, advirtiendo, si es el caso, que hay más de una interpretación plausible. Y si la percepción subjetiva no se compadece con el dato objetivo, hay que decirle al ciudadano que se equivoca. Porque algunas respuestas son francamente sorprendentes. Por ejemplo (mismo cuadro 1.2), siendo grave desde hace años el problema de “botellones, fiestas en calle”, me sorprende que solo lo mencione un 11,3%. A mí personalmente no me afecta, pero un mínimo de empatía me induciría a señalarlo sin dudar caso de haber sido preguntado. ¿Y qué me dicen ustedes de que solo un nimio 0,8 mencione la “falta de un gran parque en el barrio”? ¡Pues es una de las propuestas estrella de Gómez para el PAI!

Más datos (cuadro 2.2): el 12% echa a faltar “instalaciones deportivas” y otro 9% “polideportivo”. ¡Pero si ya tenemos uno municipal y bien grande! En cambio, solo el 1,5 menciona “falta de escoletas públicas-guarderías”. Yo comparto con la señora Gómez que el barrio necesita de todas todas una escoleta pública de primer ciclo de educación infantil. ¿Qué hacemos, acatamos democráticamente tan ilustre percepción o explicamos lo que haya que explicar y dotamos al barrio con ese equipamiento opínese como se opine? El 25% considera que en Benimaclet hay problemas de degradación (cuadro 4.1), y el 98% que en general en el barrio se vive bien (cuadro 12). ¿Cómo quedamos? Yo diría que las dos cosas a la vez no pueden ser. “La gran mayoría […] consideran que se debería aumentar el número de viviendas públicas para un alquiler asequible, un 88,3%” (p. 30). ¿Alguien en su sano juicio, viva donde viva, diría otra cosa? Mucho me temo que ese casi 12% que se opone lo hace porque sospecha que le quieren dar PAI por liebre. “Sin embargo ─continúa el redactor─ el rediseño de la Ronda Norte para que mejore la relación del barrio con la huerta es una actuación que refrenda menos de cuatro de cada diez entrevistados, el 38,3%” (ibid.). ¡Vaya!, si a pesar de que en el barrio solo se ha hecho una propuesta seria al respecto, casi un 40% la considera pertinente, uno entiende que debe de ser muy digna de consideración, aunque haya sido tergiversada por la señora Gómez.

Pero es en el cuadro 10 donde el rigor analítico alcanza el summum. Pregunta: “¿Cuáles son los equipamientos donde se considera es más necesario actuar en Benimaclet?” Ahora ya no caben las respuestas espontáneas. Hay que elegir un máximo de tres entre nueve posibilidades sugeridas. Es aquí donde encontramos dos de los datos más enfatizados por las plataformas mediáticas de doña Sandra. Primero, un 11,3% elige “huertos urbanos”, resultado publicitado ad nauseam para descalificar esta opción por elitista. Segundo, aquel 0,8% del cuadro 1.2 que echaba a faltar “un gran parque en el barrio”, se ha convertido ahora en un 34% que opta por un “gran parque urbano”. Ahora bien, ¿por qué no se ha sugerido pronunciarse por tres medianos o diez pequeñitos? A lo mejor, ese 47% que elige “zonas verdes de proximidad” es eso lo que está pidiendo, un archipiélago de parquecillos que permitan a cada cual tener el suyo al salir de casa. Otra duda me corroe: ¿Por qué se han formulado de manera tan confusa algunas de las opciones de respuesta? ¿Qué quiere decir los “equipamientos culturales” apuntados por el 39,8%? ¿Y los “equipamientos, instalaciones deportivas” del 48%?

Sandra Gómez tiene derecho a alinearse con Metrovacesa y sus bancos (Santander y BBVA) en la defensa de una determinada concepción del PAI, ahora rebautizado como Plan Especial del Área Funcional 18. Pero no lo tiene a caricaturizar falseándola la posición de quienes defienden otra para poder atacarla con más ahínco.

Se cuida muy mucho nuestra regidora, eso sí, de identificar con precisión la diana de sus cañonazos verbales. Parece referirse a una especie de minoría sediciosa organizada que intenta imponer su punto de vista sobre la sufrida mayoría silenciosa benimacletera inerme. Así, frente a quienes pretenden un barrio elitista con sus unifamiliares de medio quilo, sus huertos urbanos para disfrute exclusivo de un puñado de “agroesnobs” románticos, con una edificabilidad tan baja que hace prohibitivos transporte público y equipamientos sociales eficientes, insolidario, empeñado en obtener para sí lo que otros barrios no se pueden permitir…, frente a todo eso, Gómez reivindica un vecindario plural y se erige en portavoz de esa buena gente incapaz de hacerse oír que sólo quiere ver adecentado de una vez ese maldito estercolero en que se han convertido los terrenos del PAI y que la juventud del barrio (sus hijos) encuentre allí el piso de sus sueños y no se vea obligada a abandonarlo. En Benimaclet, el nuevo barrio 15 minutos con sus más de 1.000 viviendas adicionales, su terciario avanzado, su Central Park y vayan ustedes a saber cuántas cosas más, vamos a vivir mejor que en La Moraleja pero a un precio mucho más razonable. Porque nos lo van a trufar de viviendas sociales.

Aunque Gómez no señala a nadie en concreto, yo no puedo evitar sentirme aludido y ofendido. Porque pertenezco a esa minoría que quiere intervenir en la cosa pública y cree en la participación ciudadana, en que la democracia es algo más que ir a votar cada cuatro años, que combate la percepción de que el diseño de la ciudad es un asunto exclusivo de autoridades municipales y promotores inmobiliarios. Por todas esas razones escribo estas líneas, para intervenir en el debate ciudadano en tanto que presidente de una modesta asociación vecinal que lleva años elaborando propuestas responsables que no han encontrado en nuestra regidora más que la descalificación inapelable (y en los medios que la jalean, la distorsión burda). Y como no quiero servir en bandeja a nadie la oportunidad de preguntarse retóricamente en nombre de quién hablo para cuestionar mi representatividad, diré que lo hago solo en nombre de esa asociación. El honor de hablar en nombre de la mayoría silenciosa tal como se ha expresado en la susodicha encuesta se lo cedo a ella con mucho gusto. En todo caso, espero que el nuevo proceso participativo que nos viene anunciando desde hace tiempo sea tan abierto e integrador del tejido social vecinal como lo fue Benimaclet és Futur, proceso promovido por el mismo Ayuntamiento hace tan solo cinco años. No más parodias de participación como este peculiar sondeo.

Permítaseme terminar recordando algo que todo político que presume de progresista debería tener bien presente. Las mayorías silenciosas las carga el diablo. Cada vez que una mayoría de esas ha tomado la palabra, casi siempre ha sido para cedérsela al populismo más reaccionario. Poujadismos y qualunquismos no son cosas del pasado que se fueron para no volver, como estamos comprobando todos los días. Así que más vale no jugar con fuego, porque estas cosas se sabe cómo comienzan pero nunca cómo pueden acabar. Tentar el bicho es peligroso. Y un aviso para quien no esté familiarizado con los problemas de Benimaclet y haya tenido la paciencia de leer hasta aquí. No se deje abrumar por el ruido mediático en torno a este asunto, lo único que pretenden es desviar la atención de la cuestión principal: la edificabilidad del PAI no se toca. Afortunadamente, Benimaclet dispone de unas cuantas minorías empeñadas en evitar que la especulación inmobiliaria se salga con la suya.

*Enric Sanchis, presidente de la AV de Benimaclet, firma este artículo en nombre de su Junta Directiva