¿Qué se quema en un incendio?

0

Una vez apagado el fuego, quedan las cenizas de lo que ha ardido, de lo que fueron grandes árboles, bosques y montes, asistimos a un proceso de shock ante la desaparición de nuestros paisajes y con ellos de nuestros recuerdos y experiencias vividas, permanecemos con incredulidad y gran tristeza por nuestras pérdidas materiales, invadiéndonos un sentimiento de total desolación. La naturaleza que nos había visto crecer ya no existe, las gamas de colores vivos y cromáticos se han cambiado por los oscuros y fríos. Llevamos muchos años asistiendo en épocas veraniegas a grandes incendios, las causas cada vez se han multiplicado y descontrolado. Tanto es así que, en España, ya se han clasificado seis generaciones de incendios, por diferentes causas... el éxodo rural, las zonas agrícolas abandonadas, la acumulación de madera y restos vegetales, el cambio climático que aporta el cambio en los megaincendios.

Como decía Víctor Hugo: “Produce una inmensa tristeza pensar que la Naturaleza habla mientras el género humano no escucha”.

Escuchemos pues el mensaje: hemos de volver a nuestros valores perdidos, a la armonía espiritual, para vivir desde y con el corazón y sentirnos uno y hacer de esa unidad una sintonía que nos equilibre con la naturaleza y nos haga comprender que somos parte de ella. Un modelo de economía centrado en las personas y seres vivos necesita ineludiblemente contar con los ecosistemas naturales.

En el año 2015 las Naciones Unidas hicieron un llamamiento universal alertando sobre las graves crisis que debemos solucionar antes del año 2030. Una de ellas la pobreza y la protección del planeta. La referencia explícita en los objetivos: 9,12,13,15 y 17 sus propuesrtas: construir infraestructuras resilientes, fomentar la innovación, garantizar modalidades de consumo y producción sostenible, adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático, proteger ,reestablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad...¿qué y cuánto se ha hecho de todo esto?, ¿quién lo está haciendo?

Lo que no se puede medir, no se puede conocer, ni menos mejorar.

“Llegan nuevos tiempos, ya los estamos viviendo, en que dejamos de ser lo que éramos, para ser lo que podemos y debemos ser”

La economía del bien común es la manera de poner la resiliencia en el centro de los procesos para apoyar la transición de una situación de crisis, a la oportunidad para la mejora y su desarrollo. Es un modelo alternativo a la economía de mercado. Se basa en cinco valores que reconocen a la persona como centro receptor de dignidad humana, solidaridad, justicia social, participación democrática y sostenibilidad ecológica. Es un modelo holístico y un referente de innovación. Uno de ellos es la sostenibilidad ecológica que promueve estrategias sostenibles para el medio ambiente y contra el cambio climático, que fomenten la gestión de los recursos y las buenas prácticas de forma compartida.

Para la economía del bien común los bosques, ríos, lagos, en general todos los ecosistemas en sí, son bienenes comunes que están para el disfrute y aprovechamiento de todas las personas, es por ello que hemos de generar un compromiso de responsabilidad individual para su protección y cuidado.

En ese sentido sigue siendo prioritaria la sensibilización ciudadana a nivel de educación ambiental, consumo responsable, mejora de la gestión ambiental de las empresas, en la bioconstrucción, la eficiencia en el consumo de agua y energía y la minimización de emisiones contaminantes y residuos.

En la naturaleza todo se transforma en constante proceso, los ciclos naturales son cerrados y circulares permitiendo su constante renovación. Tenemos que aprender de ella , rediseñando los procesos económicos empresariales para que sean sostenibles en toda la cadena de producción y para ello se necesitan cada vez más energías renovables consumo consciente y local, la permacultura y la agricultura orgánica en este punto de desarrollo de la tecnología, la ciencia ...a veces la solución está en darle la vuelta y cambiar nuestra mirada y retrotraernos a los modos de vida más naturales. , que tienen una importancia vital en nuestra alimentación y consumo como la agricultura, o como el pastoreo que puede prevenir que las malezas y matorrales, crezcan y se sequen, pudiendo ser pasto de llamas, la ganadería en extensivo cumple en este caso la función preventiva y coopera de forma inconsciente a que nuestros montes, puedan contar con mayores barreras anti fuegos y mayor biodiversidad.

Se necesita poner en práctica de forma gradual una gobernanza democrática que incluya a todos los agentes que interactúan directa o indirectamente sobre el medio ambiente para una gestión más adecuada de los recursos naturales. Es necesario promover políticas ecológicas, energías alternativas y renovables y tecnologías sostenibles que capaciten a las comunidades en su propia autogestión. Fortalecer los vínculos de unión entre zonas urbanas y rurales, implementando políticas y planes que promuevan la inclusión, la mitigación del cambio climático y la resiliencia ante los desastres.

Los seres humanos somos una especie más en este planeta, que es nuestra casa común. Somos parte de la naturaleza y estamos sujetos a sus leyes y ciclos. Lo que se nos quema en cada incendio es: el tiempo que nos queda en comprender que pertenecemos simbióticamente a ella y como parte integrante debemos implicarnos activamente en ejercer nuestra mejor acción no sólo de mantenimiento sino de prevención, de esta forma evitaríamos que el siguiente incendio, no nos haga arder por dentro.

  • Mª Pilar Rueda Requena es presidenta de la Associació Valenciana Economia del Bé Comú.