La portada de mañana
Acceder
Peinado multiplica los frentes del ‘caso Begoña’ sin lograr avances significativos
El miedo “sobrenatural” a que el cáncer vuelva: “Sientes que no consigues atraparlo”
OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

Opinión

Saturación de catalanidad

8 de febrero de 2021 07:53 h

0

“Dintre del silenci / cerclat de remor, / pell de brau estesa / que trepitgen tots.”

Salvador Espriu- Sinera, 1958

Las elecciones del 14F en Catalunya caen como una bomba en el ánimo de los españoles. Triturados con la pandemia. Se han combinado ignorancia,  distanciamiento,  agotamiento  y la reiteración de un conflicto interno entre catalanes que extienden al resto del Estado: Comunitat Valenciana, Andalucía, Aragón, Extremadura, Castilla-La Mancha o Madrid. Tuvieron que encenagarse, por el mismo camino que siguió Euskadi con el terrorismo de Eta. Efectos reflejos que tensaron la vida política y ciudadana durante décadas. Desde fuera y en las actuales circunstancias, las singladuras del  “procés” se ven de otra manera.  Con hastío hacia un enfrentamiento involutivo que perdió su razón en la algarada, para desvanecer su horizonte en la ausencia de gestión.

Piel de toro

España sin Catalunya no es la España que conocemos y Catalunya fuera de España, sin consenso ni reconocimiento de los demás estados de la Unión Europea, podría llegar a ser algo que  se aproxime a trilema del Ulster , Gibraltar y Escocia para el Reino Unido.  Es difícil digerir el esperpento entre Puigdemont, Torra, el  fracaso de Artur Mas, la ensalada de siglas soberanistas, el lamentable espectáculo de la antigua Convergència de Jordi Pujol, el golpe de efecto de Joan Canadell—candidato de JuntsxCat—en la presidencia de la Cámara de Comercio de Barcelona o la promoción empresarial de un político de cepa, Josep Sànchez Llibre, en la gran patronal catalana, Foment del Treball Nacional—anoten, “nacional”—(1889-2021).

Fatiga

Hay una cosa cierta: los españoles que no son catalanes, acusan fatiga ante un nuevo episodio del laberinto catalán. Del que no se ve la salida ni luz al final del túnel. Se percibe especial interés en concluir que el resultado de estos comicios afectará a las coordenadas del Gobierno de Pedro Sánchez coaligado con Peablo Iglesias. Tendrá su repercusión. Como lo tendrá el cambio de gobierno italiano, sea o no, Mario Draghi su próximo primer ministro. La política catalana también  influye en cada uno de los territorios españoles. Muy especialmente en el País Valenciano, vecino, perteneciente –prolongación—al Arco Mediterráneo hispano.  Comienza en la frontera francesa y acaba en Algeciras, ex confederado de la Corona de Aragón, coparticipes de reivindicaciones, historia, lengua y cultura. Víctimas coaligadas en el eterno contencioso para resolver la infrafinanciación y otros agravios que vienen de antiguo. Un callejón de compleja salida porque los gobiernos de Madrid—PP y PSOE-- no quieren ni se atreven a encontrarla.

Entente

Al calor de la refriega electoral  se ha confirmado la alianza futurible entre el pretendiente Salvador  Illa, Ximo Puig--president de la Generalitat Valenciana-- y Miquel Iceta, alma del PSC que ha volado a Madrid como ministro Territorial. Tres pesos pesados del PSOE que, sumados a la buena disposición para formar pandilla mediterránea  ,por parte de Francina Armengol, presidenta de les Illes Balears, pueden generar un polo consistente al este de la península Ibérica. Pool que podría contrapesar el califato decadente de Susana Díaz en Andalucía  y el núcleo central de Castilla-la Mancha, Extremadura y el politburó socialista que va de la Moncloa a Ferraz.  Desde donde el valenciano José Luís Àbalos, superministro de Movilidad y Transportes, mueve sus tentáculos.

Corredor o túnel

Ha impactado la idea de vender la inauguración, a cargo de Pedro Sánchez, de un tramo de AVE que, todavía provisional, conecta Elx y Orihuela con Madrid —dos horas y media. A modo de prueba de lo que importa al gobierno Sánchez el Corredor Mediterráneo. Conexión ferroviaria que debería unir Francia con Algeciras —no el río Segura con Madrid-- y más concretamente el País Valenciano con Cataluña, para mercancías y viajeros con unas comunicaciones rápidas y dignas. ¿A quién pretenden engañar? En la reivindicación del Corredor Mediterráneo coinciden independentistas, Generalitat Valenciana y la de Catalunya, empresarios de ambas autonomías, grupos de presión e influencia como- Fermed, AVE, Pro-Ave, Mercadona, Foment del Treball de Sánchez Llibre o Pimec de Josep Gonzàlez y Antoni Cañete. Hasta la  apuesta de Francina Armengol, presidenta balear.  Un talismán en el que confluyen todos los vectores significados. Con la fuerza imponente del esfuerzo común. En juego hay dinero, negocio y baza electoral. En contra, los prejuicios políticos de la Transición  mal digerida.

Desembarco

Illa no es Lluch. Biotipos semejantes, universitarios catalanes los dos, ministros de Sanidad en gobiernos socialistas de España. Salvador Illa, aunque recuerda al asesinado Ernest Lluch, carece de su carisma y magisterio.  Las gafas de pasta con aire intelectual, la caída de greña, el porte campechano y la cachaza de entrada, entrelazan dos figuras políticas catalanas en el campo de batalla por el poder en España. Dos momentos diferentes en la política española y en el PSOE. Recogen los tratadistas que hubo que esperar el avance de  la Transición democrática, sepultado el dictador y cuajada la restauración monárquica, para que  desembarcaran  en tropel  los ministros catalanes en Madrid. Aquel 1982 recordó al día D en Normandía, entre la Castellana, Recoletos y Cibeles.

Catalunya gran

Algunos ensayaron con UCD –Alberto Oliart, Eduard Punset— pero la avalancha llegó tras la estampida del 23F de 1981 cuando se calmó la desconfianza hacia Catalunya y los posicionamientos periféricos. Felipe González, se atrevió a nombrar a un vicepresidente  que decía su nombre en catalán. Narcis Serra fue el primero y junto a él, Ernest Lluch, Jordi Solé Tura—ex PSUC—en Cultura , Joan Majó en Industria o el ingeniero Josep Borrell, secretario de estado en Hacienda, más tarde ministro de Obras Públicas. Eran tiempos en los que las fuerzas vivas catalanas— a izquierda y derecha —pretendieron conquistar  Madrid. Era extraña la empresa o entidad catalana que no tenía su delegación u oficina avanzada en la capital de España. Convergència i Unió, partido del que era miembro principal Sánchez Lllibre—su adalid en Madrid--, ejercía de punto de apoyo y valedor estratégico. En las maniobras políticas, empresariales y económicas para alcanzar aquello que Francesc Cambó  repetía: “Per Catalunya i l’Espanya Gran”.

Poder valenciano

Los intereses valencianos fueron por otros derroteros. El activismo político valenciano se conformó con aparcar a sus ex-presidentes, Joan Lerma y Eduardo Zaplana, en sendos ministerios. Cosas de la consolación partidista. Otros soñaron con  la entelequia de lo que se llamó el Poder Valenciano, que nunca alcanzó poder y apenas si ejercía de valenciano. En 2018 se plasmó un enigmático acuerdo entre la Generalitat Valenciana y la Fundación Conexus, de nervio empresarial, por el que, como siempre, la Generalitat lo ponía todo y los empresarios no ponían nada, para defender los intereses de todos los valencianos. Más de unos que de  otros, bajo la presidencia de Manuel Broseta Dupré. Fenómeno curioso de supervivencia influencial al calor de un apellido a estudiar. Fórmula privada de proporcionar sentido y utilidad a la oficina de la Generalitat Valenciana en Madrid, con sede en la calle Españoleto, 25. 

Hacia la Commonwealth

Estamos en una singladura pública en lo que es estilo “British” se impone. Una forma de generar sinergias la inventaron los ingleses con su “Commonwealth” ahora en el ocaso—Brexit-- de su imperio colonial que tanto añoran. Nacionalismo y populismo. La operación se lanzó recientemente en Barcelona, auspiciada por Foment del Treball y el Cercle de Economia de Catalunya, el president de la Generalitat  Valenciana, Ximo Puig y la aquiescencia de Pere Aragonés (ERC), presidente accidental de Catalunya.  Se bautizó como “Commonwealth Mediterránea”, para evitar la vieja idea del Arco Mediterráneo y huir del anatema a los prehistóricos Països Catalans. Para aunar esfuerzos e iniciativas conjuntas. Los componentes de la alianza territorial, que reuniría al País Valenciano, Catalunya, Baleares, podrían desarrollar un proyecto compartido que albergara el mundo de la cultura, el arte, los medios de comunicación, las acciones municipales, la visión comarcal. Para armar la posición conjunta ante la administración central del Estado. Estrategia sugerente que, con dificultad superará la cita electoral del 14F, cuando cristalice el contencioso catalán.