Sentada en una mesa de un café en un intercambio de idiomas comparto palabras con una de las personas sobre las que, al otro lado del mundo, había leído una y otra vez. Los titulares siempre los mismos “Llegan más refugiados a Europa”, “La guerra en Siria no termina”, fotografías de niños y niñas que habían muerto a las orillas del Mediterráneo, de pateras llenas de personas que se enfrentaban a un viaje de destino incierto, tendencias en mis redes sociales como #PrayForSiria… en fin, una realidad que consideraba tan ajena a la mía.
Al otro lado del mundo, en el centro de América, la realidad es distinta, los gobiernos corruptos, la pobreza extrema, la falta de acceso a servicios básicos, entre otras, eran las preocupaciones que ocupaban mi cabeza. Al estar sentada a la par de un chico de 19 años que venía de Siria, miles de preguntas vinieron a mi cabeza ¿cómo llegó aquí? ¿dónde está su familia? ¿cómo era su vida hace cinco años? ¿alguna vez se imaginó que esta sería su vida?, con esas mismas preguntas me fui a casa, porque de algo estaba segura, era una persona normal, igual que yo y si yo estuviera en su lugar, preferiría no tener que responder a ese cuestionario.
Hace siete años ya había tenido la oportunidad de estar en Europa. En ese entonces no se hablaba de “crisis de refugiados”, ni de lo que esta representaba para los países europeos. Para mí fue impresionante llegar nuevamente y saber que, en efecto, entre los temas de importancia para las personas se encuentra el problema de la migración. Que ahora en Europa la xenofobia estaba creciendo también y que muchas personas, cuyas vidas peligran, no logran ver el final de la odisea en la que ahora viven. Nunca había estado en España, pero a pesar de eso podría estar segura de que hace 10 años las preocupaciones eran otras y no se hablaba del ingreso de personas refugiadas por medio del Mediterráneo.
Soy guatemalteca y el 8 de junio recibí la noticia de que era beneficiaria de una beca para estudiar un máster en España. El 9 de septiembre emprendí mi viaje al viejo continente, una vez más, con las maletas llenas de sueños y ganas de aprender cosas nuevas. Una vez más, volvía a ser migrante, pero ¿qué me diferencia a mí de las personas que migran en la “Caravana de Migrantes” en Centroamérica o de las personas que migran por conflictos y falta de recursos?
Cuando me fui de casa los ojos se me llenaron de lágrimas y me despedí de mi familia pensando en la falta que me harían, pero las ilusiones en mi maleta me permitieron seguir. A parte del hecho de saber que mi familia está segura, tiene trabajo, acceso a servicios básicos y la mayoría de sus derechos (a diferencia de otras personas guatemaltecas) se encuentran asegurados. Empezando por esos detalles, el desplazamiento que yo realizo es muy distinto a la de millones de personas que se han movilizado en situaciones de conflicto que vulneran sus derechos y no queda otra salida más que iniciar un viaje incierto, esperando lo mejor, diciendo adiós a sus seres queridos y al lugar al que alguna vez llamaron su hogar.
Desde Oxfam Intermón, en el informe Origen, Tránsito y Devolución, se propone un régimen migratorio alternativo en el que se protejan los derechos de las personas que migran y buscan refugio; estos que ya habían sido establecidos en el marco internacional de los derechos humanos. Dentro de los elementos de esta alternativa se encuentra el garantizar que las políticas de asilo y refugio de la UE se adecuen a la magnitud del desafío que representa la “crisis migratoria”. También se debe encontrar soluciones duraderas a las situaciones de desplazamiento o refugio prolongado que respeten la dignidad humana y garantizar el acceso de las personas migrantes a servicios básicos como salud y educación. Por último, estas soluciones deberían reconsiderar los componentes más polémicos de las políticas de retorno para garantizar procesos de retorno dignos y seguros.
También se considera importante para realizar la alternativa al régimen migratorio, tomar en cuenta la ampliación del derecho de protección internacional, ya que los motivos de desplazamiento global son muy amplios. Así como facilitar la movilidad segura de trabajadores y trabajadoras y optimizar el impacto de las migraciones al desarrollo, permitiendo que exista retorno de los beneficios del proceso de migración a las comunidades de origen de las personas que migran; de esta forma, la migración sería un impulso para la superación de las desigualdades sociales y la pobreza.
La migración debería ser considerada normal y necesaria para el progreso de las personas, todas en algún momento de nuestra vida hemos cambiado de casa, trabajo, ciudad o país con el fin de buscar mejores oportunidades que nos permitan un mejor desarrollo.
Migrar debería ser un derecho protegido para que todas y todos tuviéramos la oportunidad de desplazarnos de la forma en la que yo lo he logrado hacer, sin que sea un “privilegio”.
Paola Almengor de León es comunicadora guatemalteca, estudiante del Máster de DDHH, Paz y Desarrollo Sostenible de la Universidad de València. Colaboradora en Oxfam Intermón en València