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Del paraíso al infierno

No trata de política ni de economía. Hoy les quiero contar una historia que quise escribir hace un tiempo, pero que un jefe rechazó, sin apenas escuchar, diciéndome que si el protagonista no era un traficante de drogas le daba igual lo que hubiera hecho, no le interesaba para nada. No era un narco entonces ni lo es ahora.

Juan Fernando es licenciado en Administración y Dirección de Empresas, tiene 45 años y una de las sonrisas más bonitas que he visto. Juanfer, como le gusta que le llamen, tenía su propia empresa que compartía con su hermana Eugenia. Era un joven emprendedor con un brillante futuro por delante que había logrado su sueño tras muchos esfuerzos. Pero su vida se transformó hace nueve años cuando volvía de contemplar una maravillosa puesta de sol en Formentera con su novia Lurdes. Estaban de vacaciones y muy enamorados. Habían llegado al paraíso en un velero que dejaron fondeado en Illetes y se acercaron hasta la orilla en una zódiac. Vivían su momento de amor eterno.

Tras un romántico paseo llegaron de nuevo a la pequeña pasarela para regresar al barco, pero la embarcación que debía trasladarlos no estaba. Sólo habían unos pocos metros de distancia y la noche era clara. Eran las 21.30 horas. Así que Juanfer decidió ir nadando en vez de esperar a que sus amigos los recogieran. “Me zambullí tranquilamente en el mar. Así pasé del paraíso al infierno”, me dice sentado en su silla de ruedas, desde donde maneja, con la barbilla y su indispensable gorra direccional, todo lo que puede, y más. Lurdes, hoy su mujer, le salvó la vida.

Juan Fernando Miravet tiene una lesión medular muy grave; C4 y C5, según la clasificación ASIA. En su caso significa que mantiene cierto movimiento de los músculos de la cabeza y del cuello, pero que es dependiente para todas las actividades. Hace mucho calor y durante nuestra conversación bebe varias veces agua en una vaso especial que lleva incorporado un delgado tubo a modo de pajita. Estamos solos en la habitación de un hospital privado a las afueras de Valencia donde vive desde hace nueve meses. La estancia cuesta 1.950 euros al mes. Su pensión no llega a los 1.200 euros. A pesar de su situación, Juanfer se considera un privilegiado. Y aunque hace más de un año que no dispone de la ayuda de menos de 400 euros que le proporcionaba la Ley de Dependencia; la pensión, la ayuda de su familia y de sus amigos le ha permitido, entre otras ‘comodidades’, adquirir una silla avanzada con la que puede ponerse en pie, cuyo precio asciende a más de 22.000 euros; la seguridad social abona la mitad.

“Un tío muy especial”

Pero vayamos por partes, porque Juanfer “es un tío muy especial”, como subraya su instructor de submarinismo, Kelly McGinn, director de la Escuela Nacional de Buceo Autónomo Deportivo, y autor del manual Buceo Adaptado, de la “Federación Española de Actividades Subacuáticas (FEDAS).

Tras el accidente, Juanfer se casó y tuvo dos hijas, Ángela y Luisa, que ahora tienen cinco años. Sus dos princesas. Ha concluido el Programa de Desarrollo Directivo (PDD) que imparte el prestigioso IESE de la Universidad de Navarra. Y acaba de poner en marcha, junto a otros compañeros, la asociación sin ánimo de lucro “Red Proyecto Social. Con ella quieren ayudar a otros dependientes a adaptarse y a desarrollar actividades, sobre todo tecnológicas, que les faciliten vivir en una sociedad que los margina. ¨Quieren aceptarlos pero la realidad es bien diferente y cruel”, afirma McGinn.

No voy a describir aquí la extensa problemática social, personal y económica que conlleva la discapacidad, y más aún, con la lesión que padece Juanfer. Quiero mostrarles su fuerza para superar los obstáculos, incluidas las complicaciones médicas derivadas de su estado, para afrontar el día a día; y, como me cuentan sus amigos, su relación con la vida. La primera vez que quise contar su historia acababa de hacer su primera inmersión en el mar ayudado por el equipo de submarinismo adaptado de FEDAS. No podía creerlo. Habían pasado tres años desde el accidente.

Continúa siendo el único tetrapléjico español con su tipo de ASIA que lo ha logrado. Y lo sigue haciendo cuando reúne el dinero suficiente, a pesar de su reducida capacidad pulmonar. Su pasión por el mar y el submarinismo no es nueva. Es una actividad que ya practicaba como amateur. Me cuenta que no tiene miedo, que necesita hacerlo. Que es un reto que le mantiene vivo y que le da una libertad de movimientos que añora. “Su control en el agua es sensacional”, me indica McGinn.

Juanfer no cree en dios ni en el más allá; pero al contrario que Ramón Sampedro, el protagonista de la película Mar adentro, de Alejandro Amenábar, se aferra a la vida; aunque confiesa que al principio fueron muchas las veces que pensó que hubiera sido mejor haber muerto. Ahora se plantea su futuro como una prueba que tiene que superar. Y ver crecer a sus hijas le anima a ello. También confía en los avances tecnológicos. ¨Espero que algún día pueda recuperar, por lo menos, el movimiento de las manos“, comenta. ”Mientras llega vamos a trabajar en Red Proyecto Social para la consecución de nuestros objetivos que son los de ayudar a otros dependientes y a sus familias, y para ello esperamos contar con todos los valencianos“, añade sonriendo.