'Parir', un documental sobre la maternidad respetada: “Las mujeres embarazadas no somos enfermas, podemos decidir”

Laura Martínez

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Cuando Claudia Reig, de la productora cooperativa Barret, lanzó una llamada pública pidiendo testimonios sobre violencia obstétrica y malas experiencias durante el parto se encontró con una aluvión de mensajes. En pocas horas, más de 150 mujeres le escribieron contando su historia. La mayoría tenían puntos en común: en el hospital se habían sentido desatendidas, maltratadas, echaban en falta que los médicos les informaran de las intervenciones, muchas de ellas realizadas sin su consentimiento. Episiotomías sin previo aviso, ruptura de la bolsa, la maniobra kristeller -aplicar presión en el vientre para empujar al bebé, práctica cuestionada en otros países- o inducciones al parto -por protocolo del hospital- que terminan en cesárea. También reproches del personal sanitario, al que consideran poco empático: a menudo ni se dirigían a ellas o lo hacían con condescendencia, mientras que otras veces asistían a la intervención los médicos en formación sin siquiera comunicarlo.

“Son experiencias intensas, dejan huella”, apunta Reig, documentalista, que recogió los testimonios para Parir, un audiovisual que aborda el parto respetado y la violencia ginecobstétrica en España de la mano de la productora Barret. En nuestro país se calcula que dos de cada tres madres han sufrido prácticas percibidas como violentas durante su parto, que provocan una sensación de inseguridad y culpa que tarda tiempo en desaparecer o secuelas físicas en los casos más graves. El término genera cierto rechazo en una parte del sector sanitario, que se ve cuestionado, aunque las matronas y las activistas por el parto respetado reclaman su uso como herramienta de denuncia y de información: “Creemos que es necesario contar la perspectiva y ponerle nombre”, insiste Reig, que inició el proyecto hace cuatro años. Se trata de “convertir la impotencia en una reacción”, cuenta una de las participantes.

El documental está a la espera de ser estrenado y da sus primeros pasos al público este martes, con un preestreno en Valencia y tendrá otro pase en los Cines Lys. En él se acompaña a una serie de mujeres que relatan sus experiencias al borde de la maternidad desde una doble perspectiva: de un lado, realiza el seguimiento jurídico de varias denuncias por mala praxis ante Naciones Unidas; de otro, el del trabajo en el Hospital de La Plana, en Castelló, un centro de referencia en nacimientos: apenas tiene una tasa del 7% de episiotomías y un 15% de cesáreas, según relata el audiovisual.

“Me sentí como un trozo de carne”, “inválida”, “como una niña”, “sentí miedo”, “fue como si no tuviera sentimientos y solo importara el contenido”, son algunos de los relatos que aparecen en el documental, que recoge experiencias que tardan un tiempo en ser nombradas. Una mala atención en el parto genera inseguridad en las mujeres y, como se muestra en los testimonios, afecta al núcleo familiar.

Desmedicalizar los nacimientos

Las mujeres participantes, madres y matronas, piden más medios en sanidad pública, que los trabajadores tengan mejores condiciones para que ellas puedan ser mejor atendidas, pero, especialmente, piden empatía con el personal que se encuentra con ellas en un momento especialmente importante. Insisten especialmente en la cuestión del consentimiento informado, que a las mujeres se les comunique lo que está pasando y lo que va a pasar.

Humanizar la atención es una de las claves que arrojan matronas y madres. El hospital transmite una sensación de enfermedad, de miedo, de frialdad, relatan las mujeres; el miedo inhibe la oxitocina, hormona necesaria para provocar las contracciones, añade una de las matronas, que insiste en la necesidad de estar tranquila y en un ambiente íntimo.

En el Hospital de La Plana, en Castellón, se ha puesto en marcha un proyecto de casa de partos, un centro público anexo al hospital para atender a los embarazos de bajo riesgo. Las profesionales insisten en que no es necesaria una intervención médica en este tipo de embarazos, que es un proceso fisiológico que puede ser atendido fuera del recinto hospitalario con el apoyo de las matronas. El proyecto obtuvo el apoyo de la Conselleria de Sanidad en el Ejecutivo de PSPV, Compromís y Unides Podem, con una línea de financiación para los presupuestos de este 2023.

El parto respetado

“Parir en casa fue la mejor decisión que he tomado, me ayudó a cerrar la herida”, señala Claudia, una de las participantes en el documental. En su primer embarazo sufrió violencia obstétrica en el hospital y para tener su segundo hijo se apoyó en un equipo de matronas, narra en conversación con elDiario.es. “Para mí era muy importante que se viese, normalizarlo, que se pueden hacer partos en casa, que no es una locura ni es algo antisistema; somos mujeres muy informadas, que sabemos que en embarazos de bajo riesgo se puede hacer. Quería que mi relato sirviera para informar, para hacerlo explícito y que la gente sepa que existe”, explica sobre su participación en el documental.

Las mujeres embarazadas “no somos enfermas, podemos decidir”, subraya. Su primer parto llegó en plena pandemia, con los protocolos sanitarios que impedían el acompañamiento de la pareja en las áreas de ginecología. El proceso, cuenta, fue “una bola de nieve”: un parto por inducción, sola, en el que no se respetó lo acordado en el plan de parto: “Tuve una inducción, correas, ruptura de bolsa, episiotomía sin informarme, la maniobra de kristeller... fue una cascada de hechos médicos sin urgencia médica”. Claudia relata que su parto estuvo “lleno de estudiantes de arriba a abajo”, que sintió “que la trataban como una mesa” y que de la experiencia le costó establecer los vínculos inmediatos con su hija. “Las matronas fueron maravillosas. Pero mientras que para los ginecólogos es algo rutinario, para nosotras es uno de los momentos más importantes de la vida”. Al salir, explica, ella y su pareja se sintieron “muy vulnerables y muy culpables” por haber permitido que el parto se desarrollara así pese a la información con la que contaban. “Yo iba muy informada, muy pendiente, con miedo. Y aun así sufrí lo que sufrí”. Con los meses, presentaron una queja en el hospital, que lleva tres años sin respuesta.

Hablar del tema fue fundamental para reparar el daño emocional. “Es una herida que necesitas sanar”, señala. “Al principio me echaba a llorar, necesitaba hablarlo, expresarlo, y al año ya me sentí fuerte para empezar a sanar, para saber que no era culpa mía”, continúa narrando. Para Claudia, que hoy ejerce como asesora de lactancia y colabora con asociaciones de maternidad respetuosa, “es importante dar voz a estas mujeres que han pasado esto; no es un caso aislado. Se te infantiliza desde el principio, está en la raíz del sistema”. La violencia obstétrica es algo que “afecta al momento vital de una mujer y una familia, por eso queremos que se hable de ella”, subraya.

El parto en casa fue radicalmente distinto, explica. Destaca especialmente la información, espacio y el apoyo que obtuvo de las matronas, que se respetaran sus decisiones. “Las mujeres sabemos parir si se nos deja, el parto es maravilloso”, indica. “Desde el primer momento sentí mucha confianza, están muy formadas, me dieron mucha tranquilidad. Saber que si pasa algo y hay que ir al hospital es porque es por una necesidad real. El parto fue una delicia”, insiste. “Lo mejor fue estar en un sitio tranquilo, cómodo, en el que se te escucha cuando hablas. Saber que eres un agente activo, estás pariendo tú; el personal sanitario es un invitado al proceso. Ojalá en los hospitales se hicieran partos respetados, llevados por matronas, con el centro de la atención en las mujeres”, concluye.

Claudia reivindica una mayor formación para el personal sanitario y la actualización de los protocolos acorde a las recomendaciones de la OMS y la CEDAW, el comité de Naciones Unidas que se encarga de las cuestiones que afectan a las mujeres. Las matronas, subraya, son profesionales que actúan conforme a criterios científicos; “la violencia obstétrica se ejerce porque no va de la mano de la ciencia”, porque se adoptan intervenciones como algo rutinario en procesos en los que no es necesario. La CEDAW lo reconoce en los tres fallos habidos hasta la fecha, en los que reprocha la atención a España e insta al país a revisar los procedimientos.