Creo firmemente que hay personas que no merecen vivir. Oír desgracias como las protagonizadas por los desgraciados de los Romanones me hace pensar en ese tipo de personas. Difícilmente se puede rebatir el hecho de que el mundo estaría mejor sin esos energúmenos. No obstante, lejos de hacer un alegato en favor del corredor de la muerte, quisiera detenerme en las dantescas imágenes de los miembros del arzobispado de Granada tirados en el suelo implorando perdón.
Sinceramente, me da bastante miedo pensar que esta gente cree que un superhombre, y por extensión ellos mismos, sea capaz de perdonar las atrocidades cometidas por sus colegas pero que ese mismo jefe no tolera que dos personas vivan una relación sin pasar por el matrimonio, por poner un ejemplo. ¿Me lo parece a mí o las cuentas no salen? Lo más gracioso es que en cualquier sermón, los funcionarios de dios nos tachan a los ateos de seres desprovistos de moral. ¿De verdad, soy yo o aquí la insensatez roza el límite del entendimiento humano?
La iglesia católica ha sido durante muchos años, y desgraciadamente lo sigue siendo entre amplias capas de la población, garante de una moral recalcitrante, caduca y abiertamente arbitraria. Pero lo peor no eso. Lo peor es que hay gente que lo defiende a capa y espada, la misma curiosamente que establece el amor al prójimo como una de sus máximas. Ya digo que a mí las cuentas no me salen.
Cómo estarán de mal las cosas entre los católicos que incluso llama la atención de una manera escandalosamente indignante que en los medios de comunicación de todo signo político se destaque que su máximo dirigente, el papa argentino, plante cara a los abusadores. Es decir, que la más llana sensatez dicha por el representante de todo lo obsoleto llama la atención, que lo mismo que podría decir mi vecino del sexto dicho por el papa se convierte en un pozo de sabiduría.
¿Es eso normal? Pues honestamente yo creo que no. Lo que ocurre es que la iglesia católica carece de cualquier atisbo de humanidad y cuando aparecen personas entre sus filas que sí la tienen, que la tienen por ser buenas personas y no por ser católicos, el foco mediático se detiene en ellas. ¿Por qué sino nadie se sorprende de que un cura ataque la homosexualidad pero se detuvieron las rotativas el día que el papa dijo que él no podía juzgar a nadie por su sexualidad? ¿Por qué sino a sor Lucía Caram se la trata como a una heroína pero a cualquier miembro de cualquier plataforma ciudadana se le planta una cresta de radical? Que no, que no me salen las cuentas.
En fin, por ir acabando y asegurándome con ello el palco VIP del averno, acabo diciendo que me produce tremendo asco (Gallardón style) que la sociedad española tenga que contar entre sus caracteres más distintivos el innegable peso de la iglesia católica, una institución putrefacta que arruina vidas pero que después lo soluciona tirándose al suelo para hablar con un hombre del espacio.
El argumento de que las acusados serán juzgados no es argumento. Es lo que debe hacerse. El daño que han infligido ya ha condenado vidas sea cuál sea la condena que a ellos se les imponga. No merecen perdón de nadie. Por eso lo imploran a quien no va a contestar porque saben que también les enviaría a la mierda.