Ana Dominguez (Cuenca, 1994) es desde el 14º Congreso del PSPV la vicesecreataria de igualdad y portavoz del partido. La creación del área de igualdad, con elevado rango en la formación política, fue una de las sorpresas del cónclave de los socialistas valencianos. Domínguez es economista y combinará el trabajo de coordinación del partido con la presidencia del Consejo de la Juventud de Valencia y con la Conselleria de Territorio que dirige Arcadi España, donde es asesora de asuntos parlamentarios. En conversación con elDiario.es, explica sus principales retos de mandato.
La vicesecretaría es un órgano de alto rango en el partido y el área de igualdad es de nueva creación. ¿Qué significa?
Creo que muchas veces se habla de los gestos en la política. Podría parecer un gesto elevar la igualdad a la vicesecretaría, pero creo que es una apuesta por que la igualdad sea transversal a toda la ejecutiva del partido. Añadiéndole la portavocía, garantizas que los mensajes sean intergeneracionales y tengan perspectiva de género. No es un cargo estético, es un mensaje potente y palpable.
¿Al margen de esta parte de mensaje, cuál es su agenda en el partido?
Lo primero que quiero hacer es que mi plan de trabajo sea conjunto con todas las secretarías. Que me digan qué quieren hacer, porque entiendo que la igualdad está presente en todas las aristas de la política del PSPV. Hay asuntos determinados que vienen al calor de la urgencia del momento, pero la agenda feminista es una constante. Hemos avanzado muchísimo, pero nos queda mucho por hacer. Creo que en esta tercera o cuarta ola, según la rama del feminismo, el gran bastión que tiene es luchar por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Una característica más del feminismo es la intersección, hablar de las múltiples voces del feminismo. Pienso en mi madre, en las mujeres rurales; qué poco se habla de la vida de las mujeres en los pueblos, de las que no han cotizado y no tienen pensión; qué poco se habla de la estética que se nos impone, de la gordofobia, las redes sociales, los trastornos alimenticios.
¿El PSOE es el partido con mayor tradición feminista en España, pero cómo se pueden introducir esos cambios en la organización?
Hay una teórica que dice que hay que avanzar en el feminismo en tres sentidos: la equivalencia, que no se nos minusvalores; la equiparación del poder, se habla de la presencia de las mujeres en las organizaciones, que es una cuestión de democracia sin más, pero hay que ver si tienen el mismo poder; y la equifonía, que se tengan en cuenta todas las voces. Las mujeres tienen poder en sus organizaciones, ¿su opinión cuenta? Es algo que se tiene que replantear el partido y toda la sociedad.
¿Se ha sentido cuestionada en la organización desde que fue nombrada?
La verdad es que no. No sé si porque no me ha llegado esa opinión. Es lo primero que pensé. Tenemos esa losa, ese síndrome de la impostora. Tenemos ese doble estigma: ser joven y mujer, tenemos que ganárnoslo todo, es lo que nos pasa siempre. A priori no se te considera igual y tienes que ir demostrándolo, haciendo logros, hitos, hasta que se te llega a reconocer. Pero de momento no he tenido esa sensación. Lo primero que ha hecho todo el mundo es ponerse a mi disposición, trasladarme la enhorabuena por algo tan ilusionante. Y sobre todo la alegría de ver caras jóvenes en la ejecutiva y que la vicesecretaría sea el área con responsabilidad de igualdad. Se ha tomado con mucha alegría.
Hablaba de la renovación de la ejecutiva, de la introducción de personas más jóvenes en el órgano. ¿En qué acciones se va a traducir?
Es que, igual que pedimos para la sociedad renovar el pacto intergeneracional, hay que hacerlo dentro del partido. No hablamos de relevo, hablamos de convivir y compartir liderazgos. Hay personas que llevan mucho tiempo en el partido, como Vicent Soler, de la que hay que aprender cada día; está Javier de Lucas, que es una persona brillante; Rosa Peris, que ha hecho muchísimo por el feminismo. Y personas jóvenes que, pese a que nuestra trayectoria es más corta, tenemos mucha experiencia asociativa. Yo misma tengo experiencia estando en el Consejo de la Juventud, en Juventudes Socialistas... Traes ideas que incorporas y que igual las personas que llevan mucho tiempo en el partido no han visto.
Su compañero Víctor Camino acaba de ser elegido secretario general de Juventudes Socialistas de España. Parece que la rama joven del socialismo valenciano está en un buen momento. ¿Qué creen que pueden aportar al resto del Estado?
Cuando visitábamos las federaciones, siempre hemos repetido que la generación de la agrupación de Pelayo lo primero que aprendimos es a poner sillas, a trabajar. Íbamos a hacer política sentados, escuchando, reuniéndonos con colectivos y asociaciones; una forma de hacer política, más que de grandes actos o grandes discursos, de escuchar y de trabajar. Es lo que hemos querido extrapolar. Y también aquello que defiende el president: descentralizar, que se escuchen todas las voces, que no hay un kilómetro cero. Eso que ha llevado Víctor a todas partes ha ilusionado mucho.
Hizo campaña con Camino en Juventudes Socialistas. ¿Aunque es una organización autónoma, cómo se va a relacionar con el partido?
La clave es que Juventudes no se presenta a unas elecciones. Juventudes es una asociación política juvenil. Evidentemente es una asociación socialdemócrata, no podemos decir que está desligada del PSOE, porque entendemos que aquello que reivindicamos tiene que hacerse posible por alguna vía. Nuestro objetivo debe ser influir en el partido, pero si no tuviéramos ideas propias no tendría sentido que fuéramos algo diferente. Juventudes Socialistas siempre ha sido una punta de lanza del partido y estamos muy orgullosas de que muchas cosas que están en la agenda política del partido se han debatido acaloradamente en Juventudes. Es útil para el PSOE que exista esa escuela de ciudadanía y de ideas que después pasan al partido.
Hablábamos antes de la agenda de igualdad centrada en derechos sexuales y reproductivos. Ahora hay tres o cuatro temas en ese marco que generan debate tanto en el movimiento feminista como en las organizaciones políticas feministas. La ley trans, la ley de igualdad, la lucha contra la prostitución o la reforma de la ley del aborto. ¿Quiere abrir esos debates en el PSPV?
Los debates son algo característico de la socialdemocracia y del feminismo. En un movimiento como el feminismo tan plural, tan global, que es la mejor noticia que hay, que millones de mujeres se han sentido interpeladas por el feminismo, han tenido ese despertar y se han incorporado a él, necesariamente tiene que haber perspectivas diferentes. Pero lo que no podemos perder de vista, en un movimiento que persigue la justicia social y la igualdad de todas las personas, es que contra lo que hay que luchar es contra la opresión manifestada de múltiples maneras. Cuando se habla de conflicto entre el activismo LGTBI y el feminismo, yo lo que digo es que el patriarcado siente la amenaza del feminismo y el activismo LGTBI porque siente que le priva de sus privilegios. En absoluto hay que evitar cualquier debate; todo lo contrario. Es cierto que cuando llegas a la letra pequeña pueden surgir diferencias, pero no pasa nada, creo que es la manera en la que el feminismo ha avanzado. El feminismo ha querido abarcar la diversidad de mujeres y por tanto tiene que haber voces diferentes. Todos esos debates son enriquecedores y nos hacen avanzar.
Pero esa letra pequeña luego se traslada al voto de una ley en el Congreso, a una propuesta en el Parlamento autonómico y a los estatutos del partido.
Exacto. Uno de los bastiones que tenemos por conquistar y que el neoliberalismo se está encargando de blindar es la apropiación del cuerpo de la mujer, de la sexualidad de la mujer, de la libertad sexual y reproductiva y le está dando la vuelta, transformando los deseos en derechos. El neoliberalismo tiene mensajes muy potentes, que pueden sonar transgresores. En la prostitución se apela a la libertad sexual, que parece transgresor cuando es un trampantojo que esconde explotación, miedo, precariedad... Es difícil luchar contra esos mensajes. El patriarcado siempre encuentra la manera de intentar revocar todo lo que se ha conseguido; no hay más que ver la reforma de la ley del aborto, pero también la reacción del feminismo con la sentencia de la manada. El feminismo está cuestionando esas verdades absolutas y confío en su capacidad de superar estos debates.
A veces se crean unos falsos dilemas, como que los derechos LGTBI o los derechos de las personas migrantes están contrapuestos a los de las mujeres.
El feminismo es incompatible con la exclusión. Partiendo de esa idea, cualquier debate sano se puede abrir. El PSOE es uno de los partidos que más ha luchado por los derechos de las personas LGTBI, a nivel estatal y en la Comunitat Valenciana, donde tenemos una de las leyes más potentes, refrendada por los partidos de izquierda. Bajo ningún concepto se puede permitir poner en cuestión la situación de urgencia del colectivo trans. Es un colectivo invisibilizado, pero los pocos datos que tenemos nos indican marginalidad, prostitución... son situaciones contrarias a una sociedad democrática.
¿El partido debe tener una posición unánime en los detalles de estas cuestiones?
Para eso están los congresos. Creo que cortar los debates es lo más antidemocrático que puede haber. Si hubiera un documento que todos creyéramos a pies juntillas no habría motivación ninguna para actualizarlo cada cuatro años. Pero debatir leyes, hacer enmiendas, requiere un consenso en torno a los temas y para eso están también los congresos y las ponencias políticas: para llegar a acuerdos que sean lo más representativos de la ideología del partido.
En alguna ocasión ha comentado que vivía y estudiaba en un pueblo pequeño en la provincia de Cuenca y marchó a realizar sus estudios de Economía en València. ¿Ese cambio, que evidencia esa brecha de oportunidad entre el mundo rural y el urbano, cómo se puede transformar en una propuesta política?
El error brutal en las políticas es intentar llevar las estructuras de las grandes ciudades al entorno rural. No puedes pretender generar oportunidades aplicando modelos de grandes ciudades. Las oportunidades están en los territorios, hay que trabajarlas y escuchar a las personas que viven en ellos. Una de las mejores experiencias de mi vida fue estudiar en una escuela rural, me parece uno de los proyectos más transgresores que puede haber. A los pueblos pequeños vienen muchas personas migrantes a trabajar, la población está envejecida... Nosotros teníamos profesores itinerantes, hacíamos convivencias en otros pueblos, convivíamos con personas migrantes y estudiábamos con niños de otras edades. No puedes aplicar un modelo de escuela de ciudad a un entorno rural, es imposible. Lo que hay que hacer es escuchar a los municipios.
Además, se presupone que las mujeres del entorno rural quieren salir; yo en ningún momento sentí que se me podría dar una oportunidad para quedarme, estaba encaminada a irme, a hacer la maleta con 17 años. Y así fue: porque haberme quedado habría supuesto no trabajar con mis estudios o renunciar a la oferta cultural, a muchas cosas. Pero también creo que uno de los mejores ejemplos de la política lo hacen los alcaldes de pueblos pequeños, es la política altruista.
En el Consejo de la Juventud han hecho varios informes este año donde hacen hincapié en los problemas de vivienda y de salud mental. Entiendo que una parte de la incorporación de nuevas generaciones viene a poner sobre la mesa estos problemas.
Tenemos por primera vez una ley estatal de vivienda, un paso enorme que reconoce ese derecho a tener un techo. Para las personas jóvenes está estrechamente ligado a la precariedad. Hay una ley de vivienda, pero tiene que venir aparejado de una transformación del modelo productivo y la derogación de la reforma laboral. El problema que tenemos de paro juvenil tiene que dejar de parchearse. Hay determinadas políticas activas de empleo que no funcionan. Subvencionar la contratación tiene utilidad en determinados casos, pero no tenemos que subvencionarla en momentos en que ya se va a producir de por sí. Tenemos que hacer una mejor evaluación de las políticas públicas, avanzar en la derogación de la reforma laboral que acabe con la dualidad entre personas indefinidas y temporales, que somos predominantemente jóvenes y mujeres y avanzar en la remodelación del sistema productivo.
¿Y respecto a salud mental?
Una de las enseñanzas que podemos extraer de la pandemia es poner en la agenda política la salud mental. Y lo hemos hecho las personas jóvenes. Estoy muy orgullosa de mi generación. Igual que el feminismo ha roto el silencio y ha sido capaz de plantar cara a la opresión patriarcal, algo parecido ha pasado con al salud mental. Hemos perdido el miedo a hablar de cómo nos sentimos y a romper el estigma. Me parecería imposible hace diez años hablar de cómo me siento con mis amigos, en el entorno laboral... Ha sido un paso brutal. Ahora eso se debe transformar en acciones políticas. El siguiente paso es que el cuidado de la salud mental forme parte de la cartera de los servicios públicos y que ir al psicólogo deje de ser un privilegio. Una alerta brutal son los suicidios: es escandaloso que sean la primera causa de muerte en jóvenes.