La remodelación de Gobierno de Pedro Sánchez altera los equilibrios en los socialistas valencianos

Laura Martínez

12 de julio de 2021 23:09 h

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Nadie sabe nada. O todos dicen no saber. Dos días después de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, abordara el mayor cambio de carteras hasta la fecha, el estupor continúa siendo la sensación predominante entre las filas socialistas. La salida de los escudos del presidente, sus parapetos políticos, mantiene a sus colaboradores en ascuas.

Aún quedan días para encontrar las explicaciones, sostienen, pero el cambio radical en el ala socialista de la Moncloa altera todos los congresos autonómicos. En el caso valenciano, el hombre fuerte había pedido un tiempo “más tranquilo”, pero su salida no le fue comunicada hasta el mismo sábado. José Luis Ábalos deja de ser ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE a tres meses del 40º Congreso Federal que se celebrará del 15 al 17 de octubre en Valencia y sacude el cónclave autonómico que llegará un mes después y se convocará en las próximas semanas.

Las diferencias entre Ábalos y el presidente de la Generalitat Valenciana, líder a su vez del PSPV-PSOE, Ximo Puig, son de sobra conocidas, como lo son las tensiones entre Puig y Sánchez desde la operación previa a las primarias que, contra todo pronóstico, encumbraron al segundo a la secretaría general del partido frente Susana Díaz, ahora defenestrada también de su feudo en Andalucía. La salida del número tres del partido parece beneficiar al presidente valenciano en el juego de equilibrios en las filas de la federación socialista, la mayor en afiliados.

En el Palau de la Generalitat Valenciana predomina el sentimiento ganador, no por lograr una victoria, sino por ver al rival derrotado. La referencia valenciana en el Gobierno deja de ser el contrapeso del presidente en su tierra y pasa a ser la alcaldesa de Gandia, Diana Morant, desde este lunes ministra de Ciencia e Innovación; un perfil joven, técnico y solvente adscrito a la corriente de Puig. La segunda generación del lobby de Gandia comienza a ganar peso en la política nacional de la mano de Óscar López, nuevo jefe de Gabinete del presidente, rescatado tras dar su apoyo de Patxi López en las tensas primarias. Iceta, que pasa a Cultura, también mantiene una buena relación con el presidente valenciano, ligados por el sentir federalista y periférico.

Tras años de esfuerzo por limar asperezas con el secretario general al que se enfrentó, en el entorno de Ximo Puig sostienen que la relación es cordial, que no hay disputa. Incluso hablan de complicidad. Puig es el barón socialista que gobierna el territorio más poblado y ha pasado el último año dando la cara por el presidente, defendiéndole en las disputas en el partido, sostienen los suyos. En el caso de los indultos a los presos independentistas, el dirigente valenciano ha sido de los pocos en defender la medida y los guiños al peso y al “carácter estratégico” de la Comunitat Valenciana en la política nacional son constantes.

Las ideas del presidente sobre el cambio de Gobierno comenzaron a deslizarse la primera semana de junio. Ese mismo fin de semana, en el tercer aniversario del Ejecutivo progresista desde la moción de censura celebrado con un acto en Valencia, el presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, le enviaba un cariñoso abrazo al entonces secretario de Organización, José Luis Ábalos, y le tendía la mano para los retos futuros: “Gracias José Luis por todo tu trabajo, por dar la cara permanentemente, que no es menos importante, porque al que da la cara normalmente, ya se sabe lo que le pasa... Sabes que cuentas con mi afecto, cariño y amistad y el apoyo total de la Comunitat Valenciana”. La cara, dicen, se pone para que te la besen o para que te la partan.

La semana previa el entonces secretario de Organización celebró una cena con sus afines en la Comunitat Valenciana, en medio del escándalo por la detención de Rafael Rubio en el marco del caso Azud, que afecta a encargos del PP de Rita Barberá y ahora también a algunos socialistas, para sondear los ánimos sobre los futuros congresos. La cita se dio en Burjassot, feudo del sanchismo-abalismo, municipio cuyo alcalde, Rafa García, arrancó un 40% de votos en las primeras primarias contra Puig tras la victoria de Sánchez, en el marco del último congreso del PSPV-PSOE en el que Puig anunció que no volvería a optar a la secretaría general, una decisión de la que después se ha desdicho.

No obstante, los socialistas de las distintas corrientes se muestran todavía cautos al sacar el termómetro para el congreso del PSPV y creen que en las próximas semanas se irá completando el puzle. Mientras unos entierran a los escuderos del exministro, otros prefieren esperar al verano para ofrecer un diagnóstico. Quienes creen que Ábalos se irá, renunciará a tener presencia en la dirección autonómica o está amortizado es que no le conocen, sostienen desde su entorno. El ambiente precongresual sigue siendo el de guerra fría: ir acercando los tanques a la frontera y enseñar la munición sin orquestar un ataque concreto.