Víctor Camino (Valencia, 1994) es politólogo, responsable de comunicación digital en el equipo de Ximo Puig en la Generalitat Valenciana y, desde el pasado domingo, secretario general de Juventudes Socialistas de España. El politólogo quiere impulsar la agenda joven al mismo nivel que la agenda feminista o la agenda ecologista, reclamando que las políticas públicas incorporen esta triple perspectiva. Camino, que obtuvo en las primarias un 69% de apoyos, trabaja por eliminar el estigma y los falsos mitos que rodean a la juventud y aboga por trasladar el modelo valenciano de participación juvenil y el plan de salud mental al resto del Estado.
Acabas de ser elegido responsable de Juventudes Socialistas de España ¿Qué buscas con tu primera ejecutiva?
Quiero generar cohesión y unidad para empezar a hablar de los problemas cotidianos de la gente joven: emancipación, empleos y trabajos dignos, soluciones a las causas y consecuencias del reto de la salud mental, poder hablar de un nuevo paradigma verde que lo impregne todo. Quiero reforzar el feminismo de puertas para adentro para poder generar una generación feminista en todo el país.
¿Has pensado la composición?
Estamos trabajando en ello (ríe), aunque no es una frase muy de socialistas.
Las juventudes no suelen tener protagonismo en los partidos políticos, ni en la agenda en general. ¿A qué crees que se debe?
Estamos abriendo ahora una brecha. La agenda joven por fin está en los gobiernos. Ayer [el jueves] se aprobaban en el Congreso unos presupuestos que dotan a las políticas jóvenes de un montante de 12.000 millones de euros, es un primer paso. No nos conformamos, hace falta más valentía. En la Generalitat Valenciana se tuvo la valentía de generar gracias al Consell Valencià de Joventut el Plan Ariadna, de 1.800 millones de euros de rescate joven y emancipación. Empezamos a observar que por fin la política está volviendo a acoger a la gente joven y tenemos que acelerar ese proceso.
El plan Ariadna se tejió desde los consejos de la juventud. ¿Cómo de importante es ver que la participación se traduce en algo, También para romper ese mito de la despolitización?
Un ejemplo de participación de la juventud lo vi en la isla de La Palma (Canarias). En los peores momentos, con la erupción del volcán, la gente de Juventudes Socialistas y de nuestra generación fue más solidaria que nunca. Dicen que estamos en un botellón permanente y es falso, estamos a disposición del pueblo cuando lo requiere, en los peores momentos. A quienes dicen que somos insolidarios o conformistas les diría que pasasen por La Palma, por los voluntariados. Los consejos de la juventud son ese punto de encuentro y Juventudes Socialistas quiere parecerse a ellos: un punto de encuentro entre personas jóvenes, socialistas y de izquierdas que realmente quieren ser útiles para su país. Es cambiar el esquema.
¿Las estructuras de los partidos políticos expulsan a la gente joven?
Cuando una organización se cierra en sí misma pierde talento y pierde gente joven. Debemos hacer lo contrario: salir de nuestras fronteras. Me comprometo a realizar una alianza con el sindicalismo, con organizaciones feministas, con movimientos verdes, para salir de nuestras fronteras y ser realmente útiles, estar en la política y no en el politiqueo.
Decías que el socialismo valenciano es referente. Eres el segundo secretario de juventudes de la llamada periferia. ¿Cómo se puede trasladar esa visión descentralizadora a la organización?
Hablando de la España de Españas, de esos lugares, las periferias, que necesitan ser escuchadas. Y les vamos a dar voz. Vamos a hacer un podcast, cambiando la comunicación tradicional, que visibilice los retos de gente joven que nunca ha hablado; de territorios en riesgo de despoblación, de territorios insulares, de jóvenes de barrios trabajadores que necesitan tener una vida autónoma. La juventud no es homogénea y vamos a trabajar para la igualdad de oportunidades, para la juventud que necesita estar en el centro de la agenda política.
La salud mental es uno de los problemas que la pandemia ha visibilizado, especialmente en esta franja etaria. ¿Cómo vais a trabajarlo?
Queremos equiparar la salud física a la salud mental. Hay que hablar de causas y consecuencias. Una de las causas es la pandemia, pero también las condiciones precarias de vida: que 7 de cada 10 empleos sean temporales, que haya un 30% de paro juvenil, que emanciparse es una quimera en nuestra generación. Eso genera ansiedad y problemas de salud mental. También trabajaremos las consecuencias. Un buen ejemplo es el programa T'escoltem, del Ayuntamiento de València, participado por los consejos de juventud y por Juventudes Socialistas de Valencia, que queremos exportar al conjunto de España y dotarlo de financiación. Exportar el plan de choque que aquí se ha creado a través del Comisionado de Presidencia para la Salud Mental. El modelo valenciano es exportable y hace falta generar esa vía periférica.
Al final todo nos lleva a la precariedad, los problemas de emancipación, de vivienda. ¿Habéis planteado una agenda?
Es el pecado original: el código postal marca tus oportunidades y necesitamos revertir eso. La agenda principal es impulsar una mesa de diálogo social joven con agentes públicos y privados que aborden la gran problemática de empleo, de salarios bajos, explotación laboral, discriminación de género... Hay que hacer un gran pacto donde estén universidades, centros de formación profesional, institutos, empresas, sindicatos, instituciones. Los agentes sociales están en sillas giradas, no se están mirando; necesitamos girarlas y que haya honestidad en el debate. Debemos impulsar la emergencia joven en los centros de trabajo; se ha impulsado la emergencia feminista, la emergencia climática, ahora vamos a impulsar un debate sobre las condiciones de trabajo de la gente que lo tiene más difícil.
Habrá que abrir el melón de las prácticas no remuneradas, de la formación profesional, una de las primeras brechas de clase.
Es necesaria la orientación laboral y formativa antes, durante y después de las etapas educativas. Necesitamos una alianza, hablar de la coordinación de los servicios de orientación.
Me refería a las prácticas universitarias obligatorias, una imposición del Plan Bolonia, que se dan a menudo sin remuneración. Hay una brecha entre quienes pueden permitirse trabajar sin cobrar para tener experiencia laboral y buscar un hueco en una empresa o institución y quienes no pueden hacerlo.
Trabaremos para que se institucionalicen las prácticas remuneradas. Pero la orientación es fundamental, para hacer las prácticas donde quieres hacerlas, no donde tienes que hacerlas. A veces son un mero trámite, un espacio en el que vas a hacer fotocopias. Tenemos que empezar a ver a esa gente joven que necesita trabajar para estudiar, un plan de becas para igualar a los estudiantes, decir que la formación profesional es igual o más digna que la universidad. Un trabajador de FP gana más que uno universitario, que solo tiene un 50% de posibilidades de encontrar trabajo, que además tiene que hacer un máster que muchas familias no pueden permitirse. No somos un colectivo homogéneo: hay gente que puede permitirse unas condiciones laborales peores al inicio porque tienen una familia con renta alta que los sostiene y otros necesitan trabajar para llevar dinero a su casa y a su familia.
Llamaste la campaña 'De la utopía a la acción'. ¿Qué utopía dibujas?
La utopía es el camino siempre. Pero nos genera acciones concretas para salvar a nuestra generación. Dicen que vamos a vivir peor que nuestros padres y no nos conformamos, ni nos resignamos. De la utopía a la acción es trasladar lo abstracto a cuestiones concretas. La utopía feminista es el eje vertebrador: feminismo es la lucha de las mujeres, pero también que el empleador trate bien al trabajador, cuidar al planeta y cuidarnos a nosotros mismos, abordar los problemas cotidianos. Me gusta hablar de la revolución de lo cotidiano, es importantísimo que salgamos del debate que nos impone una agenda política hiperventilada que no nos da tiempo a pensar. La política tiene que hablar del día a día, de la revolución de firmar un contrato laboral digno, que no te estafen cuando quieres alquilar un piso, elegir la formación que te gusta. Es importantísimo y se debe abordar con los pies en la tierra.
Nuestra generación ha crecido en medio de esa vorágine que ha supuesto la eclosión de las redes sociales, de las grandes tecnológicas; el capitalismo de plataformas que nos obliga a estar permanentemente conectados y permanentemente activos.
También hay que hablar de la digitalización democrática. Las redes sociales y las plataformas digitales se han convertido en una selva donde hay mucha gente joven que lo tiene como referencia y eso necesita estar democratizado, tener unas pautas de convivencia.
¿Te refieres a regularlas?
Sí. En eso vamos a trabajar. Tenemos que estar en debates vanguardistas y útiles.
Hablabas de vivir peor que nuestros padres, una de las cuestiones que se ha puesto en agenda con esta última crisis. Es obvio que las condiciones materiales de la juventud son peores que las de cualquier otra franja etaria, pero ¿Nos hemos vuelto excesivamente pesimistas?
Si miras por el retrovisor, hace 50 años las mujeres no podían tener cuenta bancaria, hace menos de 15 años estabas estigmatizado si eras LGTB y si planteabas cuestiones ecologistas alguien decía que tenía un primo que lo desmentía. Ahora mismo estamos mejor, estamos en el mejor de los mundos posibles. Algo va mal, pero puede ir bien. Hay que hablar de ese optimismo; para mí ser socialista es ser optimista porque es creer en el progreso, en el avance, en el presente. Nos dicen que somos el futuro pero somos el presente y vamos a trabajar por inundar de optimismo el futuro con soluciones y con políticas que vayan al corazón de las desigualdades. Que consigan que el hijo del trabajador pueda tener un servicio de salud mental gratuito, que haya una orientación financiada para conseguir hacer a la gente joven más feliz. El Estado de Bienestar tiene que meter en sus prioridades a la gente joven; frente al pesimismo, el optimismo de la voluntad. Cuando vean a una generación optimista, daremos miedo, porque seremos capaces de muchas cosas.