Alberto Fabra y su guardia pretoriana contienen el aliento ante la venta del Valencia Club de Fútbol. El presidente de la entidad, Amadeo Salvo, nombrado por la Fundación, una institución controlada por la Generalitat, está echándole un pulso al oponerse sutil pero frontalmente al devenir de la venta gestionada por Bankia con la anuencia y hasta el alivio del gobierno valenciano.
Salvo, de hecho, ha convocado a todos los abonados y accionistas de la entidad –unos 50.000- a una asamblea informativa sobre la venta del club este viernes. Nada ha trascendido sobre el mensaje del presidente, pero el lema de la convocatoria es claro: “El València CF és teu, el València CF és de tots”. Salvo, se temen en el Consell, intentará arengar a las masas –si es que consigue concitarlas- contra la subasta de la entidad iniciada por Bankia y auspiciada por la Generalitat.
Al parecer, Salvo pretende reivindicar que el club es el único legalmente capaz y moralmente legitimado para vender la entidad, que está controlada de facto por Bankia. El Valencia debe 220 millones al banco nacionalizado y, su propietario, la Fundación, otros 90. Ninguno de de los dos puede hacer frente a sus deudas, y como la Generalitat quiere deshacerse del aval que en 2009 prestó a la Fundación para quedarse con el 70% del club, el banco quiere recuperar su dinero a la mayor brevedad y con el menor quebranto posible.
Para ello, ha buscado inversores en un proceso opaco del que apenas se tiene información pero del que se habría excluido a Peter Lim, el potentado de Singapur cuya candidatura defiende Salvo. Éste, molesto por la falta de transparencia de Bankia, el descarte de Lim y el papel de convidado de piedra de Fabra en el proceso, podría intentar reventar la operación e incluso cargar contra la Generalitat.
La inquietud en el Consell es lógica. Aunque Fabra ha dejado bien claro que la “la Generalitat no está para avalar a equipos de fútbol ni pagar intereses”, a nadie se le escapa que un fiasco en la venta del Valencia, tras la pérdida de símbolos como Bancaja, la CAM, el Banco de Valencia o Canal 9, sería un golpe durísimo para el PP. Por eso, la actitud de Salvo –un díscolo populista para algunos, el guardián de las esencias del club para otros- molesta en el Palau: es una rebelión en toda regla contra el hombre que le nombró y podría abrir otro frente de protesta contra el President.