“Yo recuerdo el congreso de 2008 y por todo eso quiero daros las gracias”. Mariano Rajoy evocó así, en junio de 2013, en un acto en Peníscola, el XVI Congreso Nacional del PP en el que resultó clave para su supervivencia política el apoyo de la organización valenciana. Pero esta vez no se acordó de Francisco Camps. Con los casos de corrupción arreciando y Alberto Fabra al frente de un partido que iba camino de la derrota y cuyo grupo en la Cámara autonómica tenía imputados a un tercio de sus diputados, tampoco habló de corrupción.
Hacía dos años que Rajoy, a la sazón presidente del Gobierno tras su aplastante victoria a finales de 2011 sobre el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, no se dejaba ver en territorio valenciano. Casi tanto tiempo como había pasado desde que en julio de 2011 había zanjado la dimisión de Camps en la antesala del juicio por el caso de los trajes como presidente de la Generalitat al asegurar: “Ha actuado con grandeza, en una situación muy difícil. Lo ha hecho por su tierra y por su partido. Ha estado a la altura de las circunstancias. Es una persona que tiene futuro donde quiera tenerlo”.
Como la corrupción, Camps pasó de repente a formar parte de los temas a los que Rajoy nunca se volvería a referir. Un hecho llamativo si se tiene en cuenta el rosario de elogios que le prodigó en los años anteriores. “En Paco Camps se puede confiar”, afirmaba en un acto en mayo de 2007. “Paco, siempre estaré detrás de ti, o delante o al lado, me es igual”, le dijo en junio de 2009 en una abarrotada plaza de toros de Valencia. “Paco, eres un gran presidente, tienes mi apoyo, el de tu partido y el de los valencianos”, le regaló los oídos en mayo de 2011, en plena campaña para unas elecciones autonómicas que Camps ganaría con una impresionante mayoría absoluta, solo dos meses antes de que dimitiera.
Ubicado, como Rita Barberá, en primera fila de la famosa comparecencia ante la prensa que Rajoy protagonizó con la dirección nacional del PP en febrero de 2009 para asegurar que la investigación de Gürtel era en realidad una conspiración contra su partido, Camps se había convertido en el hombre fuerte de la organización. Si Rajoy sobrevivió al asalto de los seguidores de José María Aznar en el cónclave inmediatamente posterior a su segunda derrota como candidato a la Moncloa fue gracias a la organización valenciana que Camps lideraba.
Rajoy llegó a ese congreso, que se celebró en el recinto ferial de Valencia los días 20, 21 y 22 de junio de 2008, con su liderazgo seriamente amenazado. Si la primera de sus derrotas frente a Zapatero, en 2004, era difícil achacársela en solitario, después del deplorable intento del Gobierno de Aznar, con los ministros Ángel Acebes y Eduardo Zaplana, de mentir sobre la autoría de los atentados yihadistas que se cobraron 190 muertos en Madrid el 11 de marzo, la pérdida de sus segundas elecciones generales, en mayo de 2008, desencadenó una ofensiva del aznarismo y los medios afines contra su reelección.
Rajoy llegó a ese congreso en Valencia con un equipo heredado de Aznar, del que Acebes era secretario general, y con Esperanza Aguirre moviéndole la silla en un principio y el exministro Juan Costa amagando con presentar su alternativa. El apoyo en bloque del PP valenciano liderado por Camps disipó esos intentos y Rajoy renovó su liderazgo con un apoyo del 84% y un 16% de votos en blanco. En cualquier otro partido hubiese sido considerado una goleada, pero ese es hasta ahora el mayor rechazo registrado de los compromisarios del PP en un congreso nacional.
El apoyo providencial de Camps, que ganaba con ello una influencia inusitada en en el seno del partido, permitió a Rajoy situar a Dolores de Cospedal como secretaria general y a Soraya Sáenz de Santamaría como jefa del grupo parlamentario en el Congreso. La escenografía del cónclave, organizado sin escatimar medios, fue responsabilidad de la empresa Free Handicap, que presidía Elena Sánchez, esposa de Juan Costa, pero Camps quiso ofrecerle a Rajoy una fiesta de celebración de su victoria que organizó Orange Market en el mismo recinto ferial y que pagó el PP valenciano.
La empresa de Álvaro Pérez El Bigotes cobró 100.000 euros por el montaje, la bebida y el catering de aquella fiesta celebrada al anochecer con discursos del dirigente valenciano y del mismo Rajoy. Metida de lleno en los engranajes del PP local, la trama Gürtel cobraría meses después, en octubre, 790.000 euros por montar el congreso regional de los populares valencianos, que duró un día y medio.
La Gürtel cobró, pero Feria Valencia tuvo que esperar nueve años para cobrar por el XVI Congreso Nacional del PP. Lo hizo en septiembre de 2017, después de que el nuevo alcalde de Valencia, Joan Ribó, de Compromís, recurriera a los tribunales, que obligaron al partido a pagar 568.511 euros más intereses y costas, en total, 625.000 euros.
El agradecimiento de Rajoy hacia Camps duró lo que tardó el caso Gürtel en cobrarse su cabeza política. Se produjo una asimetría perversa en la evolución del escándalo. Cuando Camps cayó, Rajoy llegó al Gobierno, donde se ha blindado hasta ahora de sus efectos. Contra las expectativas de los populares valencianos en cierto momento, no ha habido ministros valencianos y casi ningún alto cargo en los Ejecutivos presididos por el político gallego. Nadie espera el más mínimo gesto de simpatía desde el PP a un Camps a quien señala ya su “amiguito del alma” como responsable último de la finaciación ilegal del partido. En política, no hay nadie imprescindible. Tampoco para Rajoy.