Echemos la vista atrás. 11 Junio de 2015. ¿Os acordáis lo que hicistéis ese día? Yo nunca lo olvidaré. Ese día se constituyeron las Corts Valencianes y tomamos acta como diputados y diputadas de Podem. Mi sonrisa suele acompañarme la mayor parte de mi tiempo. Ese día estaba dibujada en mi rostro de forma continua. Por primera vez en décadas había gente corriente haciendo política. Después de mucho esfuerzo, mucho sueño y de horas robadas a nuestra vida personal, había merecido la pena.
Desde el escaño, y contemplando el hemiciclo, podía ver a Alberto Fabra, Rita Barberá y Maria José Catalá. A sólo unos metros de distancia, yo, una profesora de matemáticas que venía del 15M y de un año y medio (¡que parecía una década!) tan agotador como ilusionante.
Por primera vez en décadas, el voto de una profesora valía exactamente lo mismo que el de una de esas personas a las que les había exigido en tantísimas manifestaciones y concentraciones que mirasen por su país. Me dio vértigo la reflexión al recordar la cantidad de veces que le había dicho a aquella gente que ya estaba bien de recortes y barracones, y que nuestras niñas y niños estaban sufriendo una merma intolerable en la calidad de su educación. De pronto una profesora podía decirle a la cara a la señora Catalá todo lo que le dijo desde la calle y esta no quiso escuchar.
Recuerdo la sensación. Teníamos derecho a estar allí. Esa ahora también era nuestra casa. Mirábamos a las instituciones con el respeto que les tiene la gente honrada y corriente de nuestro país y también con la precaución de quien sabe que aquel mundo creado por quien las había secuestrado podía llegar a secuestrar también a quienes entrábamos para cambiarlo.
Recuerdo trece personas que no nos conocíamos entre nosotras. Algunas veníamos del 15M, vimos nacer y ayudamos a hacer crecer este maravilloso proyecto que es Podemos. Otras se incorporaron durante la constitución del Consell Ciutadà Valencià, y otras para la composición de las candidaturas a las elecciones autonómicas. Había una gran diversidad y era importante hacer equipo, tejer confianzas entre unos y otros y empezar a desarrollar una política interna de cuidados. A fin de cuentas los buenos liderazgos, o los liderazgos democráticos, son aquellos que saben cuidar e integrar a quienes representan para que se sientan parte de un proyecto conjunto. Y eso conlleva saber reconocer la pluralidad de voces que existen en su interior y poner el interés colectivo por encima del rédito político personal. En los partidos esto nunca ha sido así, siempre se ha premiado el cierre de filas y la cercanía al poder interno en vez del diálogo y la libertad para opinar diferente. Podemos nació para ser diferente también en este sentido, y desgraciadamente he visto muchos tics preocupantes ligados a la vieja política.
Haciendo una radiografía del presente de nuestro país podemos ver que el 15M dio voz y presencia pública a una nueva generación. A veces es decepcionante, hablo de Podem, la forma en la que he visto que se ha relacionado la edad con la solvencia o el buen hacer. No deja de ser ilustrativo que compañeros como Iñigo o Pablo, por citar las caras con más tirón, hayan sido capaces de cambiar la realidad de nuestro país sin ni siquiera haber cumplido los cuarenta. Pese a ser un movimiento protagonizado mayoritariamente por jóvenes, durante el 15M entendimos que es la combinación de todas y cada una de las personas, independientemente de su edad, lo que enriquece los debates y los proyectos, y que en este país había un tapón generacional que impedía a la juventud expresarse políticamente. También esto ha estado presente en Podem. Pero no siempre ha sido así.
Recuerdo el Podemos del principio, al que ayudamos a nacer, el de antes de las Europeas, donde sí nos queríamos, nos cuidábamos, nos respetábamos y se integraban todas las voces por muy discordantes que fuesen, porque debatíamos honestamente y mirando por el bien del proyecto. Y así ha sido también con muchos compañeros que se han ido sumando en el camino.
A una persona como yo, proveniente de la cultura del 15M, que viene a aportar su granito de arena para demostrar que las cosas se pueden hacer de manera diferente y que se encuentra con modos de funcionar de la vieja política, se le rompe el corazón. Al menos yo así lo he sentido. He visto, desgraciadamente, como muchos compañeros y compañeras en Podem han abandonado el proyecto por la misma sensación. Quiero un Podem que cuide (las mujeres y también los hombres). Un Podem honesto. Un Podem que no rompa más corazones. Un Podem que repare los rotos. Un Podem que ofrezca corazones bonitos y sanos de nuevo a los que se han ido y a los que vendrán. Un Podem que integre. Plural, en el que la sinceridad y el amor vuelvan a ser los protagonistas de la política.
Sandra Mínguez es diputada de Podemos en las Corts Valencianes