Qué cierto es que los clásicos nunca mueren, o quizás es que los humanos y, en concreto, los españoles, no cambiamos en lo esencial. Leía en estos días a uno de esos clásicos –contemporáneos–, Valle-Inclán, cuando di con una frase que el genial literato puso, hace casi un siglo, en boca de “El Preso” de Luces de Bohemia: “En España el trabajo y la inteligencia siempre se han visto menospreciados. Aquí todo lo manda el dinero”.
Podía haberme venido a la cabeza cualquier ejemplo actual que ilustrara tan certera afirmación (la fuga de científicos por el recorte a la I+D+I, la burla a los estudiantes Erasmus…), pero, seguramente porque es un asunto que me viene ocupando y preocupando en la última semana, me vino a la cabeza la situación de Radiotelevisión Valenciana.
Se refería “El Preso” en la obra teatral de Valle al estado de la clase trabajadora, reprimida y masacrada por el poder político y económico en los años 20, y al de la cultura, representada por Max Estrella, un escritor de primera fila abocado a la miseria, el abandono, el desencanto y la desesperación más absoluta.
Afortunadamente, hoy en día –al menos, de momento- a los trabajadores de RTVV no se les mata a balazos, se les pretende quitar de en medio de forma menos sangrienta, aunque no menos cruel e injusta: mediante un ERE ilegal y, si este no va para adelante, pues se les cierra la empresa. De paso, se asesina también su dignidad y sus derechos profesionales, primero imponiendo la manipulación informativa durante años, y después acusándolos de ser los responsables del fin por acudir a los tribunales en defensa de su puesto de trabajo.
Es curioso, las estrategias comunicativas de confusión también aparecen en Luces de Bohemia. En el libro, se justifica la muerte de un bebé por un disparo de la policía, tras el asalto de ciudadanos hambrientos a varios comercios (“son desgracias inevitables para el restablecimiento del orden”; “el pueblo que roba en los establecimientos públicos, donde se le abastece, es un pueblo sin ideales patrios”; un personaje argumenta que “el pueblo tiene hambre”, a lo que se responde: “y mucha soberbia”). ¿No es esto lo que quiere hacer parecer el Gobierno de Fabra? Los trabajadores, con su soberbia y su egoísmo, son los que se han cargado el establecimiento público y ahora el cierre es inevitable.
Si seguimos con el símil literario, la cultura no sale mejor parada en esta historia de RTVV; no parece que interese a los que nos mandan intentar encontrar una solución consensuada para evitar que la Comunitat pierda su único medio audiovisual transmisor de la lengua, la identidad y el patrimonio cultural propio. Y eso, a pesar de que las voces contra el cierre de la radiotelevisión pública valenciana no vienen sólo del Comité de Empresa, sino de representantes del mundo de la cultura, el espectáculo, el sector audiovisual, la educación, la defensa del valenciano, el comercio… Tampoco parece torcer el brazo de Fabra el que la oposición política esté contra el cierre ni la judicialización –de nuevo– del caso: el PSOE lo llevarán al Constitucional y Compromís ha pedido al TSJCV que anule el nombramiento de la nueva dirección.
Y es que parece ser que, una vez más, “el dinero lo manda todo”. A razones económicas alude el Consell para justificar el cierre, con una estrategia de propaganda burda, que insulta inteligencias y que sólo puede entenderse desde la confianza en las grandes tragaderas del pueblo que da el perpetuarse en el poder. El presidente nos dice que el dinero de RTVV se va a gastar en escuelas y hospitales. ¡Ahí es nada! Incluso si así fuera –que los hechos no lo demuestran, pues los recortes y tendencia privatizadora en sanidad y educación son señas de identidad de los gobiernos autonómico y nacional– no tiene sentido ni coherencia ideológica sacrificar un servicio público por otro.
El problema aquí es que no se cree en el concepto de servicio público, de ningún tipo. Y eso es lo que realmente hay detrás del intento de enterrar a RTVV. Por eso se ha utilizado como plataforma de propaganda en la que se han dilapido miles de millones de dinero público, parte del cual se sospecha que se ha colado por el sumidero de la cloaca Gürtel. Efectivamente, el dinero todo lo manda en este asunto, pero no porque la austeridad obligue, como se pretende hacer ver. El despilfarro es la verdadera causa económica del cierre, no los costes laborales de un ERE ilegal, que son irrisorios al lado de esa ruina inducida, a pesar de lo cual el Gobierno de Rajoy ya le ha dicho a Fabra que no está dispuesto a asumirlos.
Así, el argumento que se ha vivido todos estos años en Nou, haría las delicias del creador del Esperpento; Valle sin duda escogería hoy para sus obras tragicómicas, que distorsionan la realidad para criticarla, las escenas de la radiotelevisión valenciana: la secretaria judicial entrando en RTVV a buscar pruebas del desvío de 3,8 millones a la trama Gürtel por la cobertura de la visita del Papa; la deuda de 1.200 millones; la compra de derechos de fútbol por 460 millones para revenderlos por la mitad; en plena época de crisis (2010-13), los 22 millones de derechos de la Fórmula 1, que sólo pagaba la Generalitat, a pesar de que se emitía en una cadena estatal; la privatización de la programación, concedida a una productora de la que forma parte una empresa del ex ministro popular Piqué; el paso de una plantilla de 600 trabajadores a una de 1.800, que luego se considera que sobra y se echa a la calle a 1.000; la nauseabunda imposición a los trabajadores de silenciar a las víctimas del accidente de metro… Lo dicho, los clásicos nunca mueren y el esperpento está de moda.