Antonio Ariño (Allepuz, Teruel, 1953) define la prostitución como institución y como sistema, desde sus orígenes. Con independencia de la época, existe en numerosas sociedades desde que tenemos constancia gracias a la escritura, explica. Por institución el catedrático de Sociología de la Universitat de València alude a un “sistema de pautas de comportamiento reguladas y estables en el tiempo”. “No existe prostitución sin terceras personas que intervienen, organizan y se lucran”, señala. La prostitución independiente es minoritaria e, incluso en esos casos, recurre a plataformas web de terceros para publicitarse.
Ariño es uno de los expertos al que el Foro Abolicionista creado por la Conselleria de Justicia del Gobierno Valenciano ha encargado un informe para plantear medidas contra la explotación sexual. La prostitución, constata su informe, “refleja y expresa” numerosas desigualdades: de género, de clase, de procedencia étnica, de edad. El sociólogo plantea un estudio de la prostitución desde la perspectiva demandante, analizando a los varones -el 99,7% de quienes pagan por sexo, según sus datos- en contraposición a los informes que se centran en la mujer prostituida, una traslación de la visión patriarcal a los estudios académicos. El máximo peso del estigma recae sobre las mujeres, que son percibidas como seres “perdidos” y se encuentran con una difícil reinserción. La prostitución se entiende como “algo que define su ser” como mujeres, mientras que no sucede igual para los hombres, añade: en su caso siempre se encuentran otras facetas que se emplean como definitorias de su identidad.
La institución equivalente en términos históricos, en la otra cara de la moneda, sería el matrimonio monogámico. “Donde existe la institución matrimonial hay fórmulas alternativas para el consumo de sexualidad masculina”, indica el sociólogo, que subraya durante la conversación las desigualdades de género inherentes a la transacción “al servicio de las necesidades sexuales del hombre”. En ambos casos, se trata de un mercado de oferta y demanda entre hombres y mujeres en situación de desigualdad.
Ariño estudia sociológicamente la prostitución como transacción económica -en situación de asimetría de poder-, como también lo fue el matrimonio por contrato o el llamado precio de la sangre. La prostitución es el intercambio de sexo por dinero, y como el matrimonio, se puede interpretar como un mercado, apunta. “El hecho de que sea una transacción por dinero plantea hasta qué punto hay cosas que se pueden comprar” o si “hay cosas o servicios que cuando se compran se degradan”. El dinero, considera, cuando se introduce en determinadas situaciones de la vida, las corrompe. Otro factor de análisis es el de la llamada liberación sexual. El investigador se plantea que si, en un contexto en el que se ha separado el sexo de la reproducción y el amor del sexo, o “no todo el mundo tiene la misma oportunidad” o “solo es una liberación comercial”. Por cierto, “el derecho al sexo no existe”, recuerda el catedrático, que indica que “se crean asimetrías en el disfrute en el mercado del sexo, tan desigual como los demás”.
La prostitución ha cambiado mucho en el tiempo y no deja de hacerlo ahora con Internet: De los burdeles medievales donde podía haber médicos y curas responsables pasó a los conocidos 'barrios chinos'; de las vías urbanas a las periferias y a los clubes de carretera; y ahora a los pisos, por un lado, y al control de las mafias, por otro, con el crecimiento de la trata y la feminización de la supervivencia. Hay clandestinidad e invisibilidad: de un lado, la trata, como actividad criminal, pero que lleva a las mujeres explotadas a las calles, que precisamente por ser visibles son las más estigmatizadas; pero luego está la invisibilidad de las clases altas. Preguntado sobre la invisibilidad de las mujeres más vulnerables, un debate avivado por las medidas de confinamiento durante la pandemia, el sociólogo matiza los términos: “Paradójicamente, aquellas que están en peor situación son las más visibles -apunta, en referencia a las mujeres prostituidas en la calle-. La privacidad siempre es un privilegio”.
En el contexto actual, es internet la plataforma en la que se evidencia con más crudeza su funcionamiento como mercado y de las mujeres como mercancía, donde se encuentra un “catálogo de servicios” con clasificación por sexo, edad, talla y otras características. “Es un despiece de mercancía con una crudeza que no existía con anterioridad”, denuncia el sociólogo. La mercantilización se produce en varios sentidos, explica: el detalle de información, la diversidad de servicios y de tarifas, la especialización. “Hay foros en los que después de lo que llaman ”la experiencia“ los ”puteros“ hacen una valoración del servicio, con cuestionarios muy detallados”, apunta.
La prostitución desde la perspectiva del demandante
A partir de los datos de distintas encuestas, el catedrático de Sociología dibuja un perfil del demandante de prostitución. “Que sea una institución al servicio de los hombres no quiere decir que todos la usen. Lo hace una minoría”, indica Ariño, que resalta además que “la frecuencia en el consumo de pornografía está directamente relacionada”. “No es cualquier varón”, apunta, señalando las estadísticas que indican que es, principalmente, un varón de entre 15 y 40 años el tipo de persona que consume prostitución con mayor frecuencia. Hay una serie de rasgos entre quienes consumen sexo pagado, expresa, indicando que, en términos de probabilidades, es más probable que se realice entre hombres de menor nivel socioeducativo, socioeconómico, sin pareja y con una percepción machista sobre las mujeres.
Un corredor mediterráneo
Otra de las observaciones que destaca el análisis es el de una suerte de “corredor mediterráneo” de la prostitución en España. De los 443.151 anuncios visualizados en los seis portales webs con más visitas y más elegidos para la compra de sexo, el 11% (por encima de 52.000) están localizados en la Comunitat Valenciana, especialmente en zonas de costa y en Alicante. Esta comunidad autónoma solo está por detrás de Madrid e Islas Baleares en anuncios de prostitución.