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El Chinatown de Pelayo, la nueva identidad de uno de los barrios más vivos de València

La calle de Pelayo, en València.

Borja Ramírez

València —

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¿Qué hace a una ciudad serlo? ¿Se encuentra el alma de dicha ciudad en una localización concreta? Puede que en sus edificios más embláticos, sus fiestas patronales o, quizá, en el carácter de sus gentes. ¿Puede València, o uno de sus barrios, dejar de ser valencianos?

El céntrico barrio de La Roqueta hunde profundamente sus raíces en la historia de la ciudad. Enmarcado entre la actual Estació del Nord y la iglesia de San Vicente, recibe su nombre por las características topográficas del lugar en que, en época de la València romana, fue abandonado el cadáver del santo, después de haber sido crucificado, desollado y pasado por la parrilla. Por aquel entonces el lugar era un vertedero a las afueras de la ciudad y en él se erigió la actual parroquia.

De vuelta a la actualidad, la realidad del barrio va ligada a la concentración durante los últimos años de un gran número de ciudadanos de origen chino recién llegados a la ciudad, ganando al barrio el sobrenombre del “Chinatown” de València. A la decoración propia del Año Nuevo Chino, los letreros de los negocios en mandarín y los numerosos restaurantes y supermercados de comida asiática, se unirán dos arcos, diseñados, eso sí, por artistas falleros, que harán de broche al barrio y que han hecho saltar la polémica.

Y es que en sus calles se encuentran también algunos de los comercios más emblemáticos y tradicionales de la ciudad, como el Trinquet de Pelayo, cuna local de la pilota valenciana. Esto ha llevado a muchos vecinos de la ciudad a criticar el visto bueno del Ayuntamiento a la asiatización del barrio, ya que consideran que supondría borrar su carácter tradicional valenciano y sugieren que, en lugar de los arcos chinos, se conviertan sus calles en un proyecto temático de la pilota.

De nuevo atrás en el tiempo, el barrio de La Roqueta, que ya existía previamente al ensanche de la ciudad de 1887, se vio fuertemente influenciado por la construcción, entre 1906 y 1917, de la Estació del Nord, uno de los puntos principales de llegada a València. Tal y como explica el profesor de Economía Regional y Urbana de la Universitat de València (UV), Josep Sorribes, la proximidad de la estación “es un factor que importante que le ha dado vida desde siempre y ha conferido a las calles de La Roqueta una realidad totalmente diversa a la tipología de otros barrios de la ciudad”.

La historia de las ciudades es la historia de la inmigración que las compone y da forma. Para el sociólogo y profesor de la Universitat de València, Vicent Flor, todos los barrios de todas las ciudades se encuentran en un proceso de cambio constante. “Ningún barrio valenciano ha mantenido su identidad tradicional, muchos de ellos son hormigón donde antes sólo había huerta. Otros estaban poblados mayoritariamente por valencianohablantes de origen popular y, producto de la inmigración de los años 60, se fueron castellanizando”, afirma el sociólogo.

En el caso del popularizado como Chinatown de València, la profunda diferencia cultural entre la identidad “tradicional” y la nueva, cada vez más mayoritaria, profundiza y aumenta el riesgo de tensiones xenófobas. “Cuando en algún barrio se establece una mayoría inmigrante percibida como manifiestamente distinta, o una mayor concentración de los mismos, suele surgir la percepción de que se está perdiendo la identidad secular del barrio”, explica Vicent Flor.

Estas inercias sociales tienen su reflejo en las llamadas a preservar la identidad valenciana del barrio que desde distintas asociaciones se ha hecho al Ayuntamiento. “En el caso del Trinquet de Pelayo, este configura un elemento identitario muy potente. Pero también es verdad que la pilota valenciana ha perdido popularidad con respecto a lo que era tradicionalmente”, afirma el sociólogo.

Para Vicent Flor, la clave está en cómo percibimos a los otros. “Esta situación ya se da en algunos pueblos de La Marina Alta en los que hay grandes comunidades de alemanes, daneses... En un contexto multicultural, a los europeos de clase media alta tendemos a verlos con mejores ojos que a los inmigrantes asiáticos. Por tanto, que se está produciendo una perdida de la identidad valenciana del barrio es innegable, pero podríamos debatir en qué barrio no se está produciendo esta pérdida”, sentencia Flor.

Ocurre, no obstante, que la asignación de la nueva identidad asiática del barrio ha sido un proceso interno y externo. Esto se refleja en la propia iniciativa para colocar los arcos chinos, surgida en los Presupuesto Participativos Decidim 20-21, y la cual no fue propuesta por la población asiática del barrio, sino por un “admirador de su cultura” local. De forma similar, la cercanía de la Estació del Nord ha facilitado que el barrio se convierta en un gran reclamo para muchos jóvenes valencianos que llegan a sus calles, procedentes de la ciudad pero también de muchos pueblos, atraídos por el conocido como softpower de la cultura asiática. La asimilación del barrio como chino, como el Chinatown de València, no surge de los ciudadanos asiáticos, sino del resto de valencianos.

Desde la Asociación Cultural China en València, sita en el barrio, manifiestan que la convivencia con el resto de vecinos ha sido siempre buena, pero reconocen que la idea de colocar los arcos no gusta a muchos vecinos y que ha sido a raíz de la misma cuando más se han manifestado las tensiones. “Piensan que van a perder su cultura y que esto se va a convertir en el barrio de los chinos, pero no es así. La cultura china y la valenciana son compatibles, es compatible con la falla y con el Trinquet. Esta es una ciudad multicultural y creemos que la gente poco a poco nos acepta más”, manifiestan desde la asociación.

El barrio de Pelayo está muriendo, pero el Chinatown de Pelayo está más vivo que nunca. Esta dicotomía muestra, a su vez, una profunda desconexión intergeneracional entre los valencianos. Los jóvenes acuden en tromba al barrio los fines de semana, pero muy pocos lo hacen para jugar a pilota. Tampoco son muchos los que escogen los restaurantes tradicionales, más caros, para comer, sino que prefieren el wok, el bao y el ramen. Para los jóvenes que abarrotan cada fin de semana la calle Pelayo, decir que frecuentan “el barrio chino”, no tiene connotación negativa alguna.

La ciudad de València está atravesando un periodo de profundas y aceleradas transformaciones. La ciudad cambia precisamente porque está muy viva y, dentro y fuera del Estado, se percibe esa vitalidad. Esta realidad sin duda plantea nuevos retos para los valencianos, que hemos de ser capaces de conformar una identidad que sepa ligar aquello que somos y lo que hemos de ser. Conservar la tradición, en palabras de Gustav Mahler, “no es la adoración de las cenizas, sino la preservación del fuego”.

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